En México, los Vía Crucis comenzaron a practicarse en el siglo XIX durante la epidemia de cólera.
Por: Kenia Meza
En Semana Santa, la Iglesia Católica y muchas comunidades cristianas alrededor del mundo practican diversas tradiciones que conmemoran la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Uno de los más simbólicos es el Vía Crucis, cuyo significado es “camino hacia la cruz”.
Lo más usual es ver, tanto a niños como adultos, presentando su propia versión del mismo. Si bien es cierto que esta oración se puede realizar desde tu hogar, es muy común ver la representación de este rezo en las calles de tu ciudad o en las iglesias. Pero alguna vez te has preguntado, ¿cómo se originó esta tradición?
El Vía Crucis, tal como lo conocemos en la actualidad, tiene sus raíces en las peregrinaciones realizadas a Tierra Santa durante los primeros siglos del cristianismo. Uno de los primeros en desarrollar meditaciones y reflexiones sobre la Pasión fue el beato Henri de Suso.
Para el siglo XII, surgieron prácticas más concretas, determinando escenas o estaciones que representaban los eventos vividos por Jesús en camino al Calvario. Con la contribución de múltiples autores, como Juan Palomer y Félix Fabri, se establecieron los lugares de oración en Jerusalén y se definieron las estaciones principales del Vía Crucis.
Para el año de 1480 se tenían definidas las 14 estaciones que conocemos hoy en día. Sin embargo, diversas problemáticas impedían a muchos de los creyentes el poder ir a Jerusalén, ya sea por invasiones o dificultades externas.
Se considera a los franciscanos como los primeros en realizar lo que hoy conocemos como Vía Crucis, ya que a ellos se les había otorgado algunos de los lugares más importantes de la Tierra Santa. Además, ellos introdujeron a Europa las “pasiones”, las cuales eran representaciones de la pasión, con actores y escenografía.
En México, los Vía Crucis comenzaron a practicarse en el siglo XIX durante la epidemia de cólera. Este evento devastador provocó una profunda crisis sanitaria y social en el país, dejando a su paso un gran número de víctimas y un profundo sufrimiento en la población.
En medio de esta crisis, los habitantes de Iztapalapa realizaron una peregrinación en 1843, con la finalidad de pedirle ayuda a Dios y que los ayudara a salir de la terrible situación por la que estaban pasando y, en compensación, recrearían el Vía Crucis cada año.
Es así cómo el Vía Crucis de Iztapalapa lleva ya 180 años practicándose, volviéndose una tradición para la ciudad.
Podemos decir que el Vía Crucis es una de las actividades en las que muchas personas participan año con año. Tanto niños representando la pasión de Cristo en sus escuelas, como presentaciones más elaboradas, el Vía Crucis es una actividad arraigada en muchas comunidades cristianas alrededor del mundo.
Cuéntanos, ¿alguna vez has participado en un Vía Crucis?