María Teresa no tuvo una vida sencilla pero sí una voluntad inquebrantable en beneficio a la sociedad
Por: Kenia Meza
“Ella siempre fue mi modelo a seguir, pero sobre todo, su vida será el ejemplo de lo que significa la fuerza de voluntad, para enfrentar las adversidades de lo que me depare el destino”, esta frase dicha por uno de los nietos de María Teresa Orea, quien pidió mantener su nombre sin revelar, permite introducirnos a la vida de María Teresa.
La historia comienza con sus padres, Carlos, un joven que trabajaba para la sombrerería Tardan, localizada en la Ciudad de México; durante estos años conocería a Teresa, con quien iniciaría una relación y posteriormente una familia.
De este matrimonio nacerían cuatro hijos, la primera fue María Teresa Orea Cantón, en el año de 1944; seguida por su hermano menor Carlos.
Durante ese tiempo, la Sombrerería buscaba expandirse y tener más sucursales, por lo que decidieron abrir una nueva sucursal en la capital de Hidalgo, Pachuca de Soto, siendo Carlos el encargado de trabajar en esa nueva tienda, por ello la familia se mudó a Pachuca donde comenzaron una nueva vida, en esta ciudad nacerían, Alicia y Arturo.
Ya en Pachuca sus hijos comenzaron su educación básica en diferentes escuelas, Teresa y Alicia lo harían en el Anglo Español, Carlos y Arturo estudiarían en el Colegio Hidalguense.
Durante su juventud, Teresa conocería a varias de sus amistades para toda la vida, quienes hoy la recuerdan con cariño y cuentan que se relacionaban porque en su mayoría ayudaban a sus padres en los negocios de la calle de Hidalgo.
Un legado de vida
Empezaría sus estudios profesionales en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, escogiendo la carrera de medicina; pasaría dos años de formación en Pachuca, para luego viajar a la Ciudad de México y completar sus estudios en la UNAM; regresa a Pachuca para realizar su servicio social en Omitlán y al finalizar comenzó a trabajar como Médico General en la secretaría de salud, enfocándose en la Ginecología.
Una de las historias que nos comparte su hermana menor, Alicia, fue de una vez que estaban comiendo los cuatro hermanos y sus familias en la casa de María Teresa un sábado, tradición que mantuvo durante toda su vida; recibe el aviso de una paciente que estaba en trabajo de parto que necesitaba atender en Omitlán.
Al estar con su familia, saldría la idea de acompañarla, sobre todo por el entusiasmo de uno de sus cuñados, fanático de visitar pueblitos, y quien se ofreció a ayudarla. Al llegar le pediría que ayudará con la iluminación y él, que no estaba acostumbrado a un parto, terminaría por desmayarse.
La carrera de la Dra. Orea sería bastante extensa, trabajando en varios lugares, como el Centro de Salud en Pachuca, en el Hospital Civil, el Dispensario del Carmelito y posteriormente en centros comunitarios. Sus hermanos nos cuentan cómo ella ayudó a muchas personas durante estos años.
Luego de un tiempo Teresa se animaría a abrir su propio consultorio junto a su hermano Carlos en la calle de Morelos, en el Centro de Pachuca, teniendo gran renombre entre las personas, hasta el punto donde tendría que haber personas formadas en la escalera del pequeño edificio donde vivía su familia en espera de una consulta.
Si bien una gran parte de su vida fue la medicina, sería injusto decir que fue toda su vida. A la edad de 22 años, en el Club Beta conocería a un hombre que cambiaría su vida.
Uno que cuatro años después, en el año de 1969, llamaría esposo. Cuatro años después tuvieron a su primera hija y en poco tiempo al segundo.
María Teresa fue una mujer que se dedicó en cuerpo y alma a su trabajo, pero también a su familia. Nunca perdió el contacto con sus hermanos y siempre buscó mantenerse unida a las personas que tenían un lugar en el corazón.
Pero ella más que nadie, al ser médico, sabía las dificultades que podían aparecer de la noche a la mañana en la vida de las personas.
Medicina y ama de casa
En el año de 1985, su esposo falleció a causa de cáncer, a la edad de 44 años. Una situación que la devastó por completo. La nueva realidad de afrontar un mundo en el que el hombre que amaba ya no estaba fue muy difícil para ella; pero como profesional, como mujer y como madre, logró salir adelante con el tiempo y seguir adelante por su vida y la de sus hijos.
Nunca dejó de trabajar y ayudar a las personas, incluso si las personas no se podían costear una consulta, ella les ofreció la ayuda sin pedir nada a cambio, recibiendo la gratitud de las personas en forma de regalos, como comida e incluso llegó a recibir animales como gallinas en señal de agradecimiento.
Tal vez suene un poco gracioso o incluso ridículo, pero esa fue la manera de las personas en dar su gratitud a la Doctora Orea por la ayuda que les ofreció y ella aceptó con los brazos abiertos los regalos que sus pacientes le daban.
Luego de muchos años de trabajo, llegó el momento donde se jubila de la secretaría de salud; pero no de ayudar a las personas, se dedicaría al ejercicio privado de su profesión y a los dos años, sería invitada a trabajar como médico en la Red de Estancias infantiles, del sistema DIF estatal, incorporándose a la de Santa Julia. Su último trabajo fue atendiendo un consultorio privado en su hogar.
La vida nunca fue fácil con ella, padecería una enfermedad crónica degenerativa que la llevaría a tener una gran cantidad de complicaciones médicas, siendo en 2007 cuando se determinó que estaba en fase terminal, con una esperanza de vida de tres años restantes.
Puede que este parezca el momento de quiebre, pero en contra de todo pronóstico, su vida duraría más, ya que además de sus hijos y de su familia, ahora tendría una nueva razón para luchar cada día.
En 2004 nacería su primer nieto, seguido de otros dos en 2007 y un último en 2009, dos por cada uno de sus hijos. Esos niños fueron razón suficiente para no dejarse vencer por las enfermedades con las que luchaba diariamente.
Convirtió esos tres años, una década completa; donde creó cientos de recuerdos con las personas que quería y transmitió ese mismo deseo de ayudar a las personas y cuidarse entre sí a los niños que tanto atesoraba. Falleció en el año 2017, pero incluso hoy en día se recuerda el nombre y el apellido de la Dra. Orea.
Nuevamente por parte de su hermana menor, se nos menciona como hace unos meses, cuando visitó el centro de Pachuca por unas compras, al mencionar el apellido Orea, el encargado lo reconocería y preguntaría por su hermana Teresa, hablando con mucho honra y agradecimiento el trabajo y la ayuda que dio en vida.
Ella es un gran ejemplo de cómo la vida a veces puede ser muy difícil, y como hay momentos donde nos sentimos completamente perdidos. Pero que también es posible salir adelante de todas esas dificultades, y que siempre es posible superar los malos momentos, con la ayuda de las personas y con la motivación justa y necesaria.
Además de ayudar a las personas, ya sea en tiempo libre o de profesión, y sin pedir nada a cambio, realmente tiene un impacto en la sociedad que puede perdurar sin importar el paso del tiempo.
Nunca te preocupes por morirte, eso lo tenemos seguro, pero ocúpate por vivir bien
<< Dedicado en Memoria de María Teresa Orea Cantón>>