Elia, la mujer indígena Mixteca que triunfa en CDMX

“Llegué a la Ciudad de México con 13 años, sin hablar español y con la esperanza de un futuro mejor.”

Por: Kenia Meza

Estas son las palabras de Elia, una mujer indígena Mixteca originaria de Oaxaca, quien desde hace 25 años reside en la Ciudad de México. Su historia, como la de miles de mujeres indígenas, es una travesía de lucha, adaptación y resistencia.

Elia dejó su comunidad a los 13 años de edad para buscar oportunidades que en su pueblo natal no existían. Sin embargo, el camino no fue fácil. Se enfrentó a la discriminación, al desconocimiento del idioma y a la dificultad de insertarse en una sociedad ajena a su cultura.

“En la comunidad indígena, desde pequeños nos enseñan habilidades prácticas como andar descalzos, llevar agua y realizar una variedad de tareas cotidianas. Tenemos mucha agilidad y el trabajo duro no nos asusta”, relata con una sonrisa que refleja su fortaleza.

Trabajó como empleada doméstica, enfrentando largas jornadas y condiciones precarias. Pero Elia nunca renunció a sus sueños. Su espíritu emprendedor la llevó a retomar las tradiciones que le inculcaron desde niña: el tejido de palma y el bordado. “Es parte de mi identidad, de mi esencia”.

Elia forma parte de un grupo de mujeres indígenas que se reúnen para conmemorar fechas importantes como el Día Internacional de la Lengua Materna. Suelen compartir sus saberes ancestrales, sus artesanías y su cultura con la comunidad.

No podemos permitir que nuestras lenguas y tradiciones se pierdan”, exclama con pasión. “Los jóvenes ahorita por pena, por miedo dejan su origen, dejan su lengua, y nosotros lo que estamos haciendo es resguardarla porque al final del día pues si no lo hacemos nosotros, pues quien, ¿verdad?”.

La lucha de Elia es un canto a la esperanza y la reivindicación. Su voz, como la palma que teje con sus manos, es un símbolo de la resistencia y la fuerza de las mujeres indígenas.

“No importa las dificultades que enfrentemos, siempre debemos mantener viva nuestra cultura”, concluye con una mirada llena de determinación. “Esa es nuestra mayor fortaleza.”

La historia de Elia destaca la importancia de valorar y proteger la diversidad cultural como el recurso valioso que es. Su legado trasciende la mera artesanía, convirtiéndose en un testimonio vivo de la resistencia y la determinación de las mujeres indígenas en busca de un futuro más prometedor en la ciudad.

El ejemplo de Elia nos inspira a convertirnos en agentes de cambio, a defender nuestras raíces y a construir un mundo más equitativo y solidario donde las tradiciones ancestrales y las oportunidades se entrelazan en armonía.

En mi vida, Elia ha dejado una huella imborrable. Su perseverancia y su amor por la comunidad me han enseñado la importancia de la lucha constante y el poder de la solidaridad.

En la sociedad, su impacto es palpable, abriendo puertas y promoviendo el respeto por las culturas indígenas. Elia es un símbolo de esperanza y un recordatorio de que los sueños pueden hacerse realidad con dedicación y pasión. Su legado nos llama a seguir tejiendo un futuro donde todos tengamos la oportunidad de florecer plenamente.