Con 23 años de experiencia en el mundo de las drogas, afirma que no es sencillo expresar su sufrimiento, y la violencia que vivió. Pero se arma de valor porque sabe que es una ruta sin retorno y no quiere que más personas vivan lo que el mal vivió.
Por: Kenia Meza
Son pocos los que pueden platicar su experiencia en el trágico mundo de las drogas, ¿lo sabías? “Si vives para contarlo” es una frase que describe el sentir de millones de personas que no lograron expresar sus emociones. En esta ocasión, te compartimos el testimonio de Roberto Ramírez, quien engañado con un “licuado de alfalfa”, comenzó su recorrido por este sendero.
“Yo vi amigos muertos, mi amigo “sombras” lo mataron, al “mezquinos”, o sea yo vi cómo los mataron; yo vi muchas cosas por la droga y no es un orgullo contarlo, no es algo bonito decirlo es algo doloroso de tenemos que abrir las heridas para poder hacer conciencia”, confesó con dolor Roberto en su entrevista para Malala Academia.
Con 55 años, Roberto Ramírez Cornejo es un sobreviviente de las drogas. Con dolor en su alma pero ya con conciencia sobre el daño que provocan en la vida del consumidor, de su familia y de quienes los rodean, nos invita a reflexionar sobre este mal y a combatirlo mediante el diálogo.
En la colonia Argentina, en Ciudad de México, vivía un niño con un sueño: ser bailarín profesional. Roberto, en la entrevista, platicó que tal era su emoción por “sacarle brillo a la pista” que bailaba en concursos y en las fiestas donde sus padres tomaban y los hacían bailar por dinero.
Junto a sus 7 hermanos, vivían en un cuarto de dimensiones 4x4, todos amontonados con sus padres. A causa de la falta de espacio, escapar de los pleitos era complejo.
Su padre y su madre eran personas violentas, y al vivir en un entorno de inseguridad, los 8 pequeños aprendieron a defenderse a muy temprana edad para poder enfrentar la desdicha que les tocó vivir en su hogar.
La violencia familiar no era el único pesar que los acechaba. Su vecindad estaba repleta de vecinos que consumían drogas, quienes los humillaban y los agarraban de mandaderos porque “no eran nada”, confesó Roberto.
Así que Roberto no tenía un escape ni dentro de su casa y mucho menos al salir de la misma. Con 7 años, el pequeño ya tenía la escuela de la calle y en búsqueda de dinero para comer, empezó a trabajar en el mercado “Tacuba” como boleador.
En casa no había seguridad, en su vecindario tampoco, y donde se encontraba su trabajo, era dominado por prostitutas y borrachos. ¿Cuántas situaciones subidas de tono no le tocó ver? Una mirada de inocencia jamás iluminó sus ojos, fue un derecho que se le arrebató.
¿Cómo se da el consumo de drogas?
Con 7 años, su alma tenía una carga emocional muy fuerte y no sabía cómo dejar de sufrir. Pero un día, Roberto experimentó el abuso de personas que sólo por reírse de él y aprovecharse de su necesidad, le dieron a beber un licuado verde.
Estos jóvenes le dijeron al pequeño Roberto que era un licuado de alfalfa, cuando en realidad era un licuado de peyote. Al no haber probado bocado en varios días, Roberto no dudó en beberlo, pero los efectos de esta sustancia se apoderaron de su débil cuerpo.
Roberto quedó “tumbado” bajo un puente desde las 8 de la mañana hasta las 6 de la tarde. Y en sus alucinaciones vio cómo los carros se salían del puente y caían encima de él. A partir de esta experiencia, su vida cambió.
La droga no pudo dejarla a pesar de provocarle la pérdida del juicio. El éxtasis momentáneo sólo le duraba 5 minutos pero el malestar y el daño cerebral lo ha perseguido desde hace 23 años.
No lograba dejar el vicio porque no podía sanar sus heridas. Él ya no deseaba vivir. Buscó ayuda en iglesias y en retiros espirituales, pero nada llenaba su vacío. Él simplemente quería desaparecer.
Así pasaron décadas. Pero un día, la convivencia con otras personas que vivieron situaciones similares a él dentro de un centro de apoyo, le ha servido para apreciar el valor de la vida.
Hoy lamenta no haber tenido la oportunidad de construir una familia feliz y de haber lastimado a sus padres, quienes probablemente vivieron algo similar o peor que él.
Con 23 años de experiencia en el mundo de las drogas, afirma que no es sencillo expresar su sufrimiento, y la violencia que vivió. Pero se arma de valor porque sabe que es una ruta sin retorno y no quiere que más personas vivan lo que el mal vivió.
Además de ayudar a los demás, su principal motivación es su hijo, quien tiene el mismo problema de adicción que alguna vez tuvo él.
Cómo es posible que en un grupo de alcohólicos anónimos y estar conviviendo y ayudando a mucha gente, entre comillas ayudando porque el que se ayuda es uno, pero por qué no puedo ayudar a mi hijo.
Roberto Ramírez desperdició gran parte de su vida sumido en las drogas. no hubo nadie que lo convenciera que ese es camino de muerte. Ahora su experiencia la cuenta con pesar buscando que alguien escuche lo que a él nunca le explicaron. Tiene compromiso con los adictos…tiene trabajo especial con su hijo.