Niños al cuartel Culiacán como soldados honoríficos

El autobús entró al cuartel militar sin restricciones. Eran brincos de alegría los que los niños dieron estando en las instalaciones, andar de tú a tú con los soldados, y luego en la bienvenida saber que serían distinguidos como soldados honoríficos.

Por: Juan Francisco Sotomayor

Los niños del Polígono de Paz aprenden disciplina como nueva forma de vida, en contraste a los conflictos familiares y el fenómeno de violencia de su sector.

(TBN) Niños del Sector Siete Gotas de la ciudad de Culiacán, también llamado Polígono de Paz, visitan el cuartel militar de Culiacán en una entretenida jornada cultural donde son distinguidos como soldados honoríficos.

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La mañana estaba calurosa, los niños empezaron a llegar a la oficina de Culiacán Participa. La gran experiencia estaba por iniciar; para muchos apenas era la primera salida a conocer una institución diferente a la escuela.

El autobús entró al cuartel militar sin restricciones. Eran brincos de alegría los que los niños dieron estando en las instalaciones, andar de tú a tú con los soldados, y luego en la bienvenida saber que serían distinguidos como soldados honoríficos.

La niña Nahomi, sin pudor alguno le preguntó al soldado ¿aquí viven ustedes? A la respuesta afirmativa la niña emocionada comenta: aquí es un lugar bien bonito, tienen muchos jardines, yo quisiera vivir así.

El Teniente Coronel Jesús Ochoa fue asignado para atender a tan indisciplinado pelotón. Fue emotivo y sencillo explicando con videos y con pláticas las funciones del ejército. Lo hizo como un padre amoroso cuyo hijo no sabe distinguir entre el bien y el mal.

Luego fue el desayuno. ¿quién no ha desayunado?, preguntó el militar. Todos levantaron la mano. El desayuno y las comidas escasean en las familias de ese sector. Sándwich, sopa fría, una manzana y agua de Jamaica a repetir fue el menú.

Llegó el momento de la verdad, para ser soldado hay que ejercitarse. Una vuelta por la cancha y luego las terribles lagartijas. Entre risas y respiros profundos llegar al número 10 era un gran reto. No faltaron los niños que en el ejercicio hacían sonar de broma trompetillas flatulentas.

En el primer viso de indisciplina, otra vez lagartijas para todos. Sólo risas por el “castigo” emotivo. En su interior ganaba más el espíritu de niño aventurero, conocer y explorar un mundo nuevo.

Es el campo de la Novena Zona Militar, no hay secretos para los niños soldados. Primero reconocer los vehículos tácticos militares. El vehículo anfibio de combate, “no tiene fronteras en agua y tierra”, les dijeron.

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El sand cat “gato de arena” tiene los más altos blindajes. ¿También para bazucas?, preguntó un niño curado en ambientes de armas. Es correcto, dijo el militar al explicarles también el blindaje de las llantas.

Las patrullas fueron de los vehículos más conocidos. Oiga, ¿aquí es donde acuestan a los detenidos?, preguntó con humor el niño. Se llevan a la autoridad competente, contestó serio el instructor. Es que ahí seguido suben a mi tío, dijo entre risas, con conocimiento de causa el pequeño.

[mks_pullquote align="right" width="300" size="24" bg_color="#ffffff" txt_color="#0095cc"]Con asombro vieron el entrenamiento canino para detección de drogas. Impacientes a su turno ladraban los perros y mostraron su habilidad.

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Con paciencia otro militar mostró el equipo de transmisiones y comunicación, el peso de los receptores, el desplegado de antenas, y luego las prácticas en radio. “Amarillo para verde… cambio”. Con risas nerviosas la respuesta.

La demostración del servicio de sanidad les resultó muy atractiva a los niños. Yo soy el muerto exclamó un pequeñín a la hora de desplegar la camilla. Yo también quiero ser el muerto dijo una niña, yo también dijeron otras.

Los más de los niños tenían prisa en cargar la camilla; de cuatro en cuatro cargaron a sus semejantes. Les dijeron lo importante que es salvar vidas, aun de los delincuentes./p>

Al pelotón infantil le mostraron con diligencia todas las piezas que incluye el equipo personal para tropas. Todos querían probar el chaleco antibalas y el casco con equipo táctico de transmisión. Apenas los peques tenían el chaleco puesto y salían corriendo para demostrar su resistencia.

Para culminar su experiencia militar, los niños fueron divididos en grupos pequeños y se introdujeron con algarabía a los vehículos tácticos. Hacer un recorrido en ellos por todo el cuartel fue el premio culminante.

A las actividades en el cuartel le siguió un encuentro con el alcalde de Culiacán Jesús Valdez Palazuelos, quien comentó que es muy importante que a los niños de los sectores más marginados y con más violencia en su entorno, se les atienda para que tengan otra mentalidad y cultura, y para que sean gente de bien.

Se explicó que se busca que este programa sea permanente. Tiene el respaldo de organismos como: la Compañía de Paz, Culiacán Participa, Parques Alegres, Paz Activa, el Ejército Mexicano, y otros.

La jornada terminó. Joselin Monzón y Julio Cesar Ontiveros, entre tantos otros niños declararon su deseo de ser soldados cuando grandes.

Es que un cambio de gorra puede cambiar el destino.

La paz tiene refugio en la disciplina y la cultura.

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