Del campo a la cocina. El chino panadero a través de YouTube aprendió a hacer el pan que cautiva los paladares de los villajuarences.
Por: Juan Francisco Sotomayor
Recorriendo con su esposa calle por calle es ejemplo de emprendimiento entre hijos de migrantes.
El chino panadero, como le dicen, es ejemplo de emprendimiento entre hijos de migrantes. Su padre es de una comunidad de Badiraguato y su madre de Zacatecas, su infancia y juventud fueron los cortes de hortalizas, pero ya casado le entró a los negocios abandonando los surcos. Vendiendo pan descubrió la bondad en Villa Juárez.
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Adalberto Solís Rodríguez, el chino, ya no madruga para ir a los cortes de tomate. Su expectativa de trabajo y de ingreso ha cambiado desde que se casó. Con su esposa decidió emprender por su cuenta para cubrir los gastos familiares.
María Guadalupe Sauceda Sánchez es originaria de la colonia Sinaloa, Navolato. En su pueblo, después de jornaleros y albañiles hay pocas opciones. Por eso se arriesgaron a entrar a la vida empresarial.
“Nosotros tuvimos tienda, vendimos tamales, vendimos pozole, vendimos viejas con verdura. Fueron varios los negocios que hicimos para llegar hasta aquí”, dice con entusiasmo.
Para el chino, ser emprendedor en Villa Juárez no es muy difícil, “porque todos los vendedores son de fuera, ya sea de Culiacán o de Navolato, y a veces sólo es suficiente sacar una mesa y empezar a vender algo”. Pero el villajuarense “considera una humillación o una vergüenza andar vendiendo en las calles”, afirma.
Después de mucho experimentar se dedicaron a hacer donas… pero la gente pedía pan. Comenta que pidieron ayuda para aprender a hacer pan y nadie les quiso enseñar. “Entonces fuimos con el mejor amigo, el confiable YouTube, él fue quien nos enseñó mirando tutoriales, y así fue como nos hicimos panaderos”.
Compró un horno usado de 15 años. El vecindario empezó a impregnarse del olor de pan, y por las calles al paso de un triciclo empezó a oírse un vozarrón gritando ¡Paaaann!. Su esposa va a pie por otra ruta. Es el pan del chino, dice la gente de Villa Juárez.
El chino está contento de haber encontrado este oficio, porque lo que realmente encontró fue el buen corazón de la gente en esa mezcla de culturas.
"Aquí es un lugar muy bonito… puedes encontrar gente de cualquier estado de la república… puedes llegar a convivir con personas de Oaxaca en una cuartería, puedes convivir con personas de la sierra de Sinaloa, puedes convivir con personas del distrito federal, de Yucatán. Y la gente es muy bonita, es algo hermoso salir a vender.
“Hay mucha humildad en las calles. Hay muchas personas que son amables, que pasas a vender, y te invitan a comer a sus casas. Hay personas que te dicen ¡eiii vengan!, los invitamos, siéntense a comer, convivan con nosotros. Queremos, pero no podemos… tenemos que seguir para adelante”, dice satisfecho.
Antes de las 10 de la mañana está preparando la levadura y la harina. Él, su esposa y una ayudante tienen decenas de quilos de harina al frente. La amasan en tandas para hornear de continuo. La primera cartera salió quemada. Era un pan que se le olvidó en el horno el día anterior. Me pasa de seguido dice entre risas.
Es viernes, mientras amasan el pan está hirviendo en el patio una gran olla con cabeza de res. “Es que los fines de semana también vendemos tacos de cabeza. Con eso pagamos el local”, afirma optimista.
El chino panadero, vendiendo pan encontró la bondad de Villa Juárez.
Imagen: Christian López