Replanteando el Capitalismo

¿Qué es el Capitalismo? Un generador de bienestar o el perpetuador de la desigualdad. Descubre la respuesta en la siguiente reflexión.

Por: Alejandro Sánchez

(Basado en conceptos del libro “Conscious Capitalism”, de John Mackey/Raj Sisodia)

En 1800, hace poco más de dos siglos, cuando empezaban el capitalismo y las revoluciones industrial y científica, la pobreza, la ignorancia, la enfermedad, la desigualdad y la tiranía eran la norma en el mundo…

Citando a un famoso autor: la vida de los humanos era “Fea, brutal y corta…” como desde los orígenes de la especie humana.

Casi nadie tiene hoy una idea clara de cómo era la vida de la humanidad hasta hace apenas dos siglos: de la profundidad de la pobreza, la ignorancia y la enfermedad que se padecían. El 95% de los seres humanos vivía en pobreza extrema (hoy es el 10%); el 88% no sabían leer ni escribir (hoy es el 14%); el 43% de los niños morían antes de los 5 años (hoy es sólo el 4%), y la esperanza de vida humana era de 37 años, cuando hoy es de 80.

Eran constantes la guerra, la violencia, el crimen y la desigualdad extrema, como también la ausencia de libertades y de derechos humanos.

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Todos estos males, pobreza, desigualdad, desnutrición e ignorancia siguen estando presentes hoy en día y, aunque cada vez están más disminuidos, muchos piensan que son efecto de los sistemas económicos y políticos que prevalecen hoy en el mudo: el capitalismo y la democracia liberal.

Pocos están conscientes de que estas miserias son en realidad tristes remanentes de esa realidad mucho peor en la que hemos vivido los seres humanos durante toda nuestra historia, y que la democracia liberal y el capitalismo tanto han contribuido a disminuir.

A partir del capitalismo, la democracia liberal y la revolución científica, la humanidad ha podido generar más riqueza que nunca en su historia, ha superado sus expectativas de vida y ha rescatado de la pobreza, la ignorancia y la enfermedad a la inmensa mayoría de los seres humanos. Y todo esto se ha logrado al mismo tiempo que la población humana pasaba de casi mil millones de habitantes en 1800 a los más de siete mil millones de hoy.

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No ha habido nunca en la historia un sistema económico generador de riqueza y liberador de recursos humanos más efectivo que el capitalismo. En su forma esencial, la libre empresa capitalista ha demostrado su capacidad de hacer más bien a más personas, de manera permanente y sustentable, que cualquier otro sistema económico creado por el ser humano.

Sin embargo, el capitalismo, en lugar de ser visto como generador, junto con la revolución científica y la democracia liberal, de estos inmensos niveles de bienestar y riqueza que benefician a miles de millones de personas, es acusado con frecuencia de ser el creador y perpetuador de desigualdad y de injusticia. No se habla del capitalismo como una solución que puede y debe ser perfeccionada, y se le acusa de ser el sistema que ocasiona los problemas y que por tanto hay que erradicar.

Esta imagen negativa del capitalismo y de la empresa libre y privada nace en parte en las narrativas contrarias que ideologías y regímenes políticos anticapitalistas divulgan desde hace décadas en campañas masivas de propaganda y sistemas de educación.

El fascismo, el nazismo, el socialismo, el comunismo (y recientemente diferentes formas de populismo), necesitan neutralizar y eliminar los efectos liberadores y empoderadores del hombre que surgen del capitalismo y la democracia liberal, y buscan desacreditar al capitalismo como parte de su estrategia de concentración del poder político y económico en los gobiernos centralistas y autoritarios que generan.

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Pero hay también factores internos del capitalismo que han contribuido a difundir y consolidar su mala imagen, otorgando a sus detractores elementos de argumentación. Estos factores deben ser analizados y atendidos en un honesto ejercicio de autocrítica.

Al centro del capitalismo está la libre empresa privada, la organización humana a través de la cual un emprendedor, una persona como usted o yo, invierte su ahorro (y el de otros) para producir de manera organizada, sustentable y competitiva, bienes y servicios que la gente (el mercado) adquiere libremente, porque los desea y está dispuesto a pagar por ellos.

Dentro de la empresa, colaboran con el emprendedor, a cambio de una remuneración, otras personas que aportan su tiempo, conocimientos y habilidades.

La libre empresa privada conserva y hace crecer el ahorro/capital inicial, y con él genera riqueza que antes no existía, al mismo tiempo que enriquece el capital intelectual y profesional de sus colaboradores, ampliando su potencial de desarrollo personal y económico.

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Las empresas privadas existen en muy diferentes formas o versiones, tamaños, campos y maneras de organizarse y operar. Las podemos ver por todos lados: la tienda de la esquina es una empresa, lo mismo que una gran cadena comercial, un café o una tienda en línea, un profesionista que presta servicios a sus clientes o una gran fábrica de autos. La inmensa mayoría de estas empresas trabajan en el marco de las leyes y las reglas de la libre competencia, de suelo parejo para todos.

Pero hay otras empresas (y “empresarios”) que trabajan al margen de la ley y/o de la libre competencia. Son muy pocas en comparación con la mayoría, pero son muy notorias y los opositores del Capitalismo las usan para denigrarlo.

Están “las empresas de cuates” en las que un “empresario” se asocia con servidores públicos o políticos para obtener, de manera de manera directa y corrupta, contratos y prebendas brincándose la libre competencia, para recibir privilegios a los que no tiene derecho o para realizar tareas para las cuáles no es el más competitivo.

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También están “las empresas delincuentes”, que venden productos o servicios ilegales, generalmente con el consentimiento y protección corrupta de alguien de autoridad. Un ejemplo muy común en México son hoy los llamados “factureros” (vendedores de facturas), pero hay otros como los que comercian mercancía robada o pirata, o quienes engañan a sus clientes entregando un producto diferente al acordado en cantidad o calidad.

Estos “empresarios (entre comillas)” más que empresarios deben llamarse “corsarios”, porque hacen competencia desleal a los demás, que son mayoría, y aunque son un mínimo porcentaje del total de las empresas, perjudican la reputación del conjunto del gremio empresarial.

Mucho más frecuentes son “las empresas extractivas”, de empresarios cuya única preocupación es ganar dinero para sí mismos, maximizando el retorno solo para los dueños del capital, sin preocuparse por cumplir cabalmente y generar valor para sus empleados, clientes, proveedores, la comunidad en la que operan y también para el gobierno (pagando sus impuestos). Aunque estas empresas trabajan dentro de la ley y de acuerdo con las reglas de la libre competencia, también colaboran a la mala imagen del gremio empresarial.

Estas versiones de empresas capitalistas, la de cuates, la delincuente e, incluso, la extractiva, son insostenibles, están destinadas a fracasar en el largo plazo y son corresponsables de la mala imagen del sistema capitalista y de los empresarios.

Recientemente, Bill Gates (ex CEO de Microsoft) escribió: “Las empresas deben buscar sus intereses con una perspectiva de más largo plazo, y no enfocarse sólo en los resultados financieros de corto plazo. La forma en que sus empleados y las comunidades ven a las empresas es importante. El capitalismo y la empresa privada deben ser mejorados, no destruidos, moderando sus excesos y minimizando sus aspectos negativos. Porque ningún otro sistema se acerca siquiera a la capacidad de innovación contínua y crecimiento económico que el capitalismo ha detonado alrededor del mundo. Esto es algo que vale la pena tener presente…”.