Y tú, ¿qué heredaste de tu padre?

La muerte de mi padre me agarró muy mal parado y en medio de una adolescencia extendida hasta pasados los 35 años...

Por: Reflexiones del lector

Psic. Gnozin Navarro Barreras

El pasado 20 de junio leí esta pregunta en una publicación de redes sociales y me puse a pensar. ¿Qué cosas heredé de mi padre? El gusto por la lectura me viene de él, ¡sin duda! La conversación amena y reflexiva también, ese procesar ideas en voz alta con otros para asimilarlas en silencio y por cuenta propia. Creo que también heredé de mi padre la orientación social hacia el alto bien común. Mi pasión por las agendas y libretas para hacer anotaciones de todo tipo. El sincero intento por hacer las cosas bien.

Mi padre murió sin ver crecer a mis hijos ni a la persona en la que me he convertido. Creo que al día de hoy se sentiría orgulloso de su huella en mí, ya que muchos de los problemas y conflictos que se repetían en mi vida mientras él vivía ya son cosa del pasado. A mi padre le tocó verme desorganizado, lleno de incumplimientos, irresponsable e insolvente. Hoy vivo distinto, he podido darle vuelta a cada una de esas condiciones y sé que nuestras conversaciones serían distintas.

Las personas y experiencias que antes podían sacar lo peor de mi hoy son material de vida que aprovecho para fortalecer mi carácter y enriquecer mi sabiduría. Perdía paz con demasiada facilidad y mi nivel de tolerancia a la frustración prácticamente la tenía sin estrenar. Me vivía como un niño en la eterna búsqueda de la satisfacción e indispuesto a pagar las consecuencias y veía como enemigo a todo aquel que me recordara que todo cuesta y siempre alguien paga. El detonante existencial que me hizo despertar y comenzar a ver hacia adentro fue justamente mi orfandad de padre.

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La muerte de mi padre me agarró muy mal parado y en medio de una adolescencia extendida hasta pasados los 35 años. Procuraba de manera desesperada que me quisieran por lo que sabía. Así lo hice con él y aprendí hacerlo por el mundo. Mis aspiraciones latían a favor de la aprobación. De alguna manera procuraba lo que sentía que me faltaba. Huía de las ideas sensatas y maduras. No soportaba las formas y tenía muy malos modales. Emocionalmente descuidado. Me costaba mucho trabajo ponerme a prueba. Podía hablar con soltura como hoy, pero con mucho menos cuidado. Los otros siempre han visto algunas cualidades de mi padre en mí que apenas empiezo a reconocer y considero muy valiosas: la paciencia y la perseverancia.

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Quedo con Dios y contigo.

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