El emblemático templo del Santuario aún conserva en su fachada las huellas de las balas durante los enfrentamientos en aquella época.
Por: Christian López
El emblemático templo del Santuario aún conserva en su fachada las huellas de las balas durante los enfrentamientos en aquella época.
El templo del Santuario del Sagrado Corazón de Jesús en Culiacán, se encuentra rodeado de los edificios más emblemáticos del Centro Histórico de la capital sinaolense, como el antiguo Congreso del Estado, la Plazuela Rosales, el actual Colegio de Sinaloa, el Mercado Garmendia y por supuesto la Catedral de Culiacán.
En vísperas de que fuera una ciudad conectada con otros lugares, se construyó también el Puente Cañedo sobre el Río Tamazula, y con la llegada del ferrocarril a Culiacán se unió la frontera norte con el centro del país.
El “Santuario” mejor conocido por los culichis, ha presenciado acontecimientos muy importantes para la historia de México, desde su construcción en el año de 1908, época en que la capital de Sinaloa tuvo un gran auge.
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Una obra emprendida por el presbítero Jesús María Echavarría con la colaboración técnica del arquitecto de la ciudad, Luis F. Molina.
Con la influencia del porfiriato y la idea de crear una ciudad bella y ordenada, entre los años de 1890 y 1911, el ingeniero y arquitecto, Luis F. Molina, desarrolló una serie de edificios y espacios públicos que a la fecha mantienen su esplendor en Culiacán.
El espacio donde se construyó el santuario, fue un lote donado por los hermanos Amado y Miguel Andrade, quienes fueran unos de los más connotados prestamistas de la época y dueños de extensas propiedades rurales, ubicadas principalmente en las alcaldías de Sataya y Culiacán.
Todavía no se terminaba por completo la obra, cuando el santuario tuvo que convertirse en el último bastión del destacamento federal por el coronel Luis G. Morelos, durante la toma de Culiacán por las tropas maderistas, lo que ocasionó que la obra fuera abandonada por el arquitecto Molina, quien tuvo que salir de la ciudad a causa de la revolución en 1911.
Los porfiristas desde la azotea presentaron resistencia durante tres días a las tropas revolucionarias, el edificio fue levemente dañado por miles de balas disparadas, algunas de las cuales se alojaron en sus paredes. En la actualidad, se pueden apreciar en la fachada del templo las huellas de las balas durante los enfrentamientos en aquella época de la Revolución.
El Instituto Nacional de Antropología e Historia lo tiene registrado como un edificio histórico y cuida que esas muestras no se modifiquen.
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El templo tiene un estilo neoclásico, en conjunto con otros edificios del mismo Luis F. Molina quien logró crear un prestigio y a la ciudad le dio un estilo decimonónico-neoclasisismo.
Con afecto profundo, la historia e ingenio definen el Santuario del Sagrado Corazón de Jesús, quien ve pasar y albergar cientos de historias entre feligreses y turistas en el ir y venir diario de la ciudad.
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