Los dotaron de tierras improductivas y las convirtieron en granjas camaroneras en la Laguna de Bataoto, son ejemplo de reconversión tecnológica.
Por: Juan Francisco Sotomayor
Los dotaron de tierras improductivas y las convirtieron en granjas camaroneras en la Laguna de Bataoto, son ejemplo de reconversión tecnológica.
Tomás hace años dejó de perder en la agricultura, ahora en vez de ir a ver plantas, se sienta bajo la enramada a ver sus estanques. Es uno de muchos guanajuatenses que lucho por años en el último movimiento de dotación de tierras ejidales. Les asignaron tierras improductivas, pero ahora son ejemplo de reconversión tecnológica con cría de camarones en agua dulce.
La vida no suele ser fácil para todos, pero hay quienes le sufren más. Tomás Ramírez Alvarado llegó de Guanajuato a los campos de Villa Juárez en 1968 como jornalero agrícola. En 1974 fue invitado por su tío a involucrarse en un movimiento de reparto agrario invadiendo la ribera de la Laguna de Bataoto, en el delta del Río Culiacán.
Esos años fueron de continuo sufrimiento viviendo en chozas, víctima de los zancudos en el pantanal, pero en 1988 el Gobierno Federal les asignó 400 hectáreas que se repartieron entre los solicitantes. Siguieron viviendo igual, pero con tierras improductivas propias, que en vez de dar alimentos daban lástima por los salitrales que tenían. Les tocaron 4 hectáreas a cada uno y el cuerpo de agua de la Laguna de Bataoto.
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A Tomás y sus compañeros les llevó años lavar las tierras del salitral. En su tierra sembraba tomate, chile y pepino. “No me favoreció el mercado, tuve muy buenas producciones; bueno sembraba poquito, tenía mis 6 hectáreas nada más. Tuve una producción en chile de 450 toneladas por hectárea, muy buena producción y seguí con el tomate, seguí con el pepino y no me dio resultado. Entonces fue cuando me decidí a sembrar camarón”, dice.
Cuando se sembraba arroz en el valle de Culiacán, la Laguna de Bataoto era muy productiva, con las colas de riego y el reflujo de marea la laguna siempre estaba llena y tenía camarones, aunque fuera en agua dulce. Los ejidatarios al principio formaron una cooperativa pesquera, pero cuando se terminó el arroz se terminó también la laguna, y entonces repartieron la tierra de 3 hectáreas a cada uno.
Junto a esos terrenos un empresario comercializador de mariscos de Culiacán hizo la primera granja para cría de camarones en agua dulce son camarones de mar pero ahora cultivados en estanques. De ahí tomó la idea Tomás, y luego sus colegas, para hacer más estanques en la zona inundable donde estaba la laguna. Ahora Tomás Ramírez y otros ejidatarios siembran maíz en los terrenos buenos y crían camarones donde antes estuvo la laguna.
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A base de esfuerzo propio, Tomás y sus compañeros hicieron los estanques, son cuadros de 2 hectáreas o más donde hacen la siembra de camarones a partir del mes de marzo y terminan en noviembre. En ese tiempo pueden levantar hasta 3 ciclos de cosecha de camarones.
El agua que usan para llenar los estanques es la que baja de los drenes de riego para entregarse al mar en el estero “El Gringo”, donde también entra agua de reflujo de marea. Las pruebas de salinidad del agua van desde 0 a 5 partes por millón, considerada dulce, porque los camarones se crían en aguas de 25 a 30 partes por millón de sal.
La riqueza de plancton y algas del agua dulce les ahorra un mes de alimento a las crías de camarón, pero, según Tomás, tienen que apresurar las cosechas, porque bajo ese ambiente los camarones pueden morir. Por esa razón sólo cosechan tallas chicas.
“Manejamos nosotros una talla chica, máximo 13 a 15 gramos, porque parece ser que las aguas no están muy aptas para crecer un cultivo de 15 gramos para adelante. Aquí nosotros manejamos de 2 a 3 ciclos, sacamos tallas de 10 a 15 gramos, y nos ha dado resultado”.
Bajo esas condiciones la cosecha de camarón tiene un rendimiento de media tonelada de camarones por hectárea por ciclo, y a veces se suben los rendimientos a 800 a 900 kilos por hectárea. La enfermedad que más los ataca es a mortandad temprana, cuando el camarón tiene de 3 a 5 gramos.
Jesús Razo Manjarrez es acuacultor vecino de Tomás Ramírez, afirma que la cría de camarones en agua dulce le cambió la vida.
“Sí nos cambió porque antes de ser granjero de camarones nosotros íbamos a trabajar para Hermosillo, salíamos en tiempo de que se acababa la zafra hortícola. Salíamos porque aunque teníamos un pedacito de tierra no era mucho la ganancia como para pasar el tiempo muerto. Y gracias a Dios por la granja, porque más cosecha uno el maíz, y los siguientes meses ya se viene a trabajar en la granja. Acá mis hijos y yo hemos tenido trabajo porque en tiempo de que no hay maíz, ya podemos sacar el peso para comer”.
Tomás Ramírez Alvarado luchó por tener parcelas para la agricultura, pero el éxito lo encontró en las parcelas para camarones. La cría de camarones en agua dulce que trabajan en estas granjas es un modelo de reconversión tecnológica que puede replicarse en muchas partes. Ahora ya no batalla para vender sus cosechas, se las arrebatan en las marisquerías. Así encontró nueva vida en Villa Juárez.
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