Las preparaciones con azúcar tienen un lugar importante en los altares de Día de Muertos, representan una poderosa afirmación de vida y una dulce bienvenida simbólica a los difuntos.
Por: Jacqueline Sánchez Osuna
Las preparaciones con azúcar tienen un lugar importante en los altares de Día de Muertos, representan una poderosa afirmación de vida y una dulce bienvenida simbólica a los difuntos.
Huele a flor de azahar, anís y la naranja, característicos del pan de muerto de algunas regiones, el cual se combina con el cálido olor al piloncillo que se impregna en los tejocotes, la calabaza de Castilla y el camote morado. Los sentidos saborean estos alimentos dulces que se preparan para una reunión simbólica de vida y muerte.
En la investigación El alimento y la muerte en la festividad de Día de Muertos en México, Luz Arango Restrepo explica que en especial en el centro y sur del país las ofrendas consisten principalmente en dulces y comida, además de las velas y flores frescas.
Te invitamos a leer: Día de Muertos, tradición mexicana
La calabaza de Castilla es uno de los sabores que se cosecha durante octubre y noviembre. En diversos estados de México se acostumbra prepararla en dulce, con piloncillo y rajas de canela, se le conoce como calabaza de Todos Santos o calabaza en tacha. Hay quienes también agregan guayaba y caña de azúcar. “Es tal vez el dulce más importante en las festividades del día de Muertos”, afirma el Diccionario enciclopédico de la gastronomía mexicana. El camote morado se prepara usualmente en dulce, aunque hay muchas recetas una de las que se coloca en el altar de Día de Muertos lleva la misma base de canela y piloncillo, algunas personas agregan un par de pimientas gordas y clavo de olor. Los tejocotes también son frutas de temporada, abunda en los últimos meses del año y por estas fechas se preparan pelados y cocidos con piloncillo o azúcar y canela. También es uno de los postres que se acostumbra colocar en las ofrendas. Las calaveras de azúcar son dulces preparados con un jarabe espeso que adquieren su forma gracias a los moldes. Se adornan con una pasta colorida y comestible cuya base es clara de huevo, azúcar glass y colorante vegetales. También se coloca una cinta con el nombre del difunto que se conmemora en el altar de Día de Muertos o de la persona a quien se le regalará. Según Luz Arango, estos nombres personalizados simbolizan que “los individuos comen su propia muerte y de esta manera rechazan temporalmente su realidad”. También se venden de chocolate o de amaranto. Los alfeñiques son de azúcar caramelizada y tienen muchas formas: hay esqueletos, calaveras, frutas, vegetales, platillos tradicionales, ataúdes, utensilios de cocina, angelitos, muñecos, borregos, palomas y todo tipo de animales. En cada estado del país hay diferentes técnicas y tradiciones para hacer alfeñiques, Toluca incluso celebra una feria del alfeñique durante los últimos días de octubre. Según la investigación de Luz Arango, hay registros en las crónicas del siglo XVIII sobre la elaboración de figuras dulces, el Fraile capuchino Francisco de Ajofrín habló de figuras de ovejitas y carneros de alfeñique: “Venden también féretros, tumbas y mil figuras de muertos, clérigos, frailes y monjas de todas las religiones, obispos, caballeros, cuyo gran mercado y vistosa feria es en los portales de los mercaderes, a donde es increíble el concurso de señoras y señores de Méjico la víspera y día de Todos los Santos”. La investigadora detalla que hasta después de la Independencia comenzaron a elaborarse con más formas alusivas a la muerte y también se vio una marcada influencia del artista José Guadalupe Posada en la iconográfica del Día de Muertos. “Sin lugar a dudas llama la atención que objetos cuya función principal es estética sean elaborados con materiales efímeros... La mayoría de estos objetos no son pensados para ser guardados, sino que ‘existen para celebrar el momento’”, concluye.Dulce de camote morado
Dulce de tejocotes
Calavera de azúcar
Alfeñique
Con información de El Financiero