Este simbólico y monumental edificio de la ciudad no podría dejar de tener un rasgo propio del estilo arquitectónico que le impuso a la ciudad el Ingeniero Luis Felipe Molina, reconocido históricamente como el Arquitecto de Culiacán.
Por: Jaime Félix Pico
Jaime Félix Pico | Relatos y rincones
La catedral de Nuestra Señora del Rosario de Culiacán no es únicamente el edificio más emblemático de la ciudad, también uno de los más antiguos monumentos religiosos de arquitectura neoclásica de Sinaloa. Es uno de los símbolos más fuertes de la capital del estado, no sólo por su arquitectura decimonónica, sino también por su ubicación, en la avenida Álvaro Obregón, en el corazón del centro histórico de la ciudad y geográficamente en el centro del territorio sinaloense.
Don Lázaro de la Garza y Ballesteros, Obispo de Sonora, visitó en 1838 a la villa de San Miguel de Culiacán, advirtiendo lastimosamente las precarias condiciones materiales en que se encontraba la modesta parroquia, la cual había sido construida mucho tiempo atrás; ubicada en el lado sur de la plaza principal.
El Obispo anunció a sus feligreses que construiría una nueva iglesia que fuera un real orgullo para ellos. La construcción se inició el 22 de mayo de 1842, con un acto donde el Bachiller Pedro Loza y Pardavé, catedrático del Seminario Conciliar, pronunció las palabras: “Jesús, Señor, que prometiste a tu iglesia asistirla hasta el fin de los siglos, bendice y protege esta Casa que tratamos de levantar a la gloria de tu nombre. Ayúdanos para que la continuemos con alegría y la concluyamos con felicidad…”.
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Su construcción sufrió varias interrupciones, primero por la ausencia del Obispo De la Garza y Ballesteros quien en el año 1850 fue nombrado arzobispo de México. La obra la continuó su sucesor, don Pedro Loza y Pardavé hasta 1855; luego, durante el período de la Guerra de Reforma, el Obispo Loza y Pardavé no pudo cumplir la encomienda de continuar la obra, pues fue perseguido por sus firmes ideas religiosas, hasta que dejó el obispado en 1868.
La catedral se terminó en el año de 1885, abriéndose al culto religioso cuarenta y tres años después de iniciada su construcción, correspondiéndole ese privilegio al entonces décimo Obispo de Sonora Sinaloa, don José de Jesús María Uriarte y Pérez (1824-1887), nacido en el rancho de Batopilo, del municipio de Badiraguato, quien además tiene el gran mérito de haber logrado la aprobación del Vaticano para que los obispados se dividieran en dos, creándose las diócesis de Sinaloa y Sonora (Papa Pio IX, Consistorio 24 de junio 1869); se le nombró primer Obispo de Sinaloa.
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El Obispo Uriarte y Pérez, además de terminar la catedral, fundó y construyó en Culiacán el Hospital del Carmen, primero en el noroeste del país y primera institución de beneficencia de la ciudad. Al morir en Culiacán el 26 de mayo de 1887 sus restos fueron depositados en la capilla del Hospital y mucho después, en el año de 1942, fueron trasladados al altar mayor de la catedral donde actualmente reposan.
No se conoce registro de algún acto que testimonie la conclusión y apertura de este emblemático edificio religioso, sin embargo consta en archivos de la diócesis que su consagración como Catedral le correspondió al Obispo José María de Jesús Portugal, sucesor de Uriarte y Pérez, quien estuvo al frente de la Diócesis de 1889 a 1898.
Este simbólico y monumental edificio de la ciudad no podría dejar de tener un rasgo propio del estilo arquitectónico que le impuso a la ciudad el Ingeniero Luis Felipe Molina, reconocido históricamente como el Arquitecto de Culiacán. En la última década del siglo XIX estando Molina en plena actividad constructiva, el Obispo en turno, José María de Jesús Portugal, le encargó la construcción del remate central del edificio en donde quedó colocado el reloj y así se conserva en la actualidad.
Otra obra de mejora material que acentuó el simbolismo religioso del templo fue el diseño y construcción, a cargo también del Ingeniero Luis Felipe Molina, de un trono en el altar mayor, de cuatro columnas y una cúpula, para la exposición de objetos sagrados. La obra la ejecutó magistralmente el carpintero Francisco Aguirre, cuyo trabajo fue “muy bien tallado y perfectamente dorado”, según describe en sus memorias el propio Ingeniero Molina.
En lo más alto del remate central del edificio, sobre un pedestal, se encuentra una gran escultura de fierro fundido que representa al arcángel San Miguel, considerado el patrono de la ciudad de Culiacán desde su fundación en 1531 nombrada Villa de San Miguel de Culiacán (Colhuacan) por el conquistador español Nuñode Guzmán el día 29 de septiembre que el santoral católico lo dedica al arcángel San Miguel.
Hoy esta escultura es uno de los íconos más significativos de la ciudad y tiene el carácter de bien patrimonial artístico y cultural por varias razones, primero, por ser obra del reconocido escultor francés y fundidor de metales Antonio Durenne (París1822-1895) contemporáneo de Auguste Rodin. Fue creada en el año 1881 en la fundición Sommevoire de su propiedad en Francia, según inscripción en la base de la propia escultura, que no obstante sus dimensiones se distingue por la delicadeza de sus formas y la serenidad de la expresión en el rostro del ángel en actitud de vencimiento del demonio en figura de serpiente.
Antonio Durenne, además de escultor, es reconocido como fundidor artístico de metales por haber reproducido las obras de diferentes y muy importantes escultores europeos del siglo XIX.
Las torres de catedral fueron inmortalizadas musicalmente por el compositor sinaloense Enrique Sánchez Alonso “El Negrumo” en su identitaria canción dedicada a Culiacán , cantándole así “Y tus torres cual brazo señalan/Dónde debes tu historia grabar”.