A Vicky emprender en Altata le cambió la vida

Al abrir su restaurante de mariscos, Vicky tuvo la oportunidad de un nuevo comienzo y grandes satisfacciones. Emprender en Altata le cambió la vida.

Por: Jacqueline Sánchez Osuna

Al abrir su restaurante de mariscos, Vicky tuvo la oportunidad de un nuevo comienzo y grandes satisfacciones. Emprender en Altata le cambió la vida.

Emprender siempre representa un reto para las personas. En ese camino, las dudas llegan a ser tan grandes que muchos optan por no pensar en cosas nuevas y quedarse como están.

Emprender es para valientes y personas decididas a arriesgar. Victoria Avalos es un ejemplo de que, “el que no arriesga no gana”.

Después de más de 25 años trabajando en el área de mercados en el municipio de Culiacán, la señora Vicky, como todos la conocen en Altata, luego de jubilada, se vio en la necesidad de buscar un empleo en este bello puerto que recibe a todos con los brazos abiertos.

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Su hermana, la animó a dejar Culiacán e ir a vivir a La Bandera. En esa comunidad costera de Navolato decidió vivir con la tranquilidad del pueblo; pero fue en Altata donde decidió trabajar, con el dinamismo del mejor destino turístico del centro de Sinaloa.

Empezar de nuevo es una decisión. Y para Vicky fue un reto que no se negó a asumir, parte esencial en esta historia fue la oportunidad que le ofreció Doña Oli, quien al administrar uno de los restaurantes del Muelle 33, le dio un empleo de cocinera en la barra fría. Necesitaba una mente caliente para ese puesto, por eso hizo todo por aprender y ser una buena empleada.

Preparando los cocteles de camarón con esmero se fue ganando la confianza y amistad de doña Oli. Así fue como le rentó el local por unos meses, iniciándose como emprendedora en el mundo restaurantero.

Con el paso de los meses, Vicky tuvo que regresar el local a Oli, quien le aconsejó rentar su propio espacio. Ya en otro local, ahora ve que con dedicación la buenaventura le sonríe.

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“Como todos yo creo, tuve una vida muy difícil cuando trabajé en el área de mercados. Uno aprende que la vida es cuestión de actitud. Que tienes que ponerle ganas, aunque las cosas no marchen bien”, asegura con la firme convicción de que cada oportunidad que se presenta en la vida puede ser para progresar.

Con su nuevo localito en el Muelle 33, Vicky empezó con unas cuantas mesas, pero al poco tiempo empezó a “aclientarse” y así fue como su vida empezó a mejorar.

“Después de una separación, decidí venirme a Altata. tenía muchas deudas que me había dejado la vida en Culiacán, Y gracias a Dios, y a este restaurante que ahora tengo, logré sacar todos mis pendientes y vivo feliz”, asegura.

Viki es madre de tres hijos, señala que está muy contenta con su nuevo despertar. Cuando llegó a Altata traía todas las ilusiones y la esperanza puesta en que la vida le sonreiría. No se equivocó.

En Altata encontró una nueva oportunidad. Con ese ánimo que la caracteriza empezó a trabajar arduamente, consiguió una casa en Valdez Montoya, a donde cada día regresa para descansar de sus labores.

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A ella, le da fortaleza saber que hay personas que siempre están dispuestas a apoyar: a veces con una palabra, otras con una sonrisa. Así encontró la motivación para seguir creciendo como restaurantera.

A tres años de haberse establecido, ha logrado tener un lugar con ambiente muy agradable para los visitantes. El sazón y buen trato de los empleados garantiza el regreso de los clientes a la misma mesa. El sabor de los platillos que Vicky prepara son un deleite para los paseantes.

“Este restaurante que rento estaba muy feo. Me daba vergüenza porque la gente entraba y veía que no estaba bonito. Decidí acondicionar el lugar, poner el piso para que se vea mejor, decorar y limpiar todo muy bien. Entre más bonito y más presentable esté, más gente llega. Y eso es bueno para nosotros”, asegura con una sonrisa que refleja la satisfacción por su labor.

Ahora, recuerda que hace cinco años llegó solo con una ilusión que se ha convertido en una realidad. Brindar empleo le permite ver la vida de otro ángulo.

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“Yo tengo a mis trabajadoras y les pago bien. Si le va bien al negocio, nos va bien a todas, porque todas buscamos lo mismo, el bienestar para nuestras familias. Ellas se lo merecen, hacen muy buen trabajo y siempre están dispuestas a no rendirse y dar un buen servicio”, dice.

Y así es como Vicky se ha convertido en una restaurantera. Los que han probado sus platillos aseguran que los mariscos que ahí preparan son de los más ricos de la bahía.

A sus 58 años, Vicky ha comprobado que no es fácil salir adelante. Pero aprendió que es peor quedarse sentada. Llegó sin empleo y ahora es una prestigiada restaurantera. El esmero y el buen sazón son sus aliados. En Altata, con un buen gesto, el emprendimiento Viki lo sirve en barra fría. Buen provecho.

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