Por: Kenia Meza
Caminar sin rumbo fijo podría asemejarse a un baño purificador y rescatador La mente puede alejarse de la vida habitual y adentrarse en un recorrido donde las ideas y la literatura toman el protagonismo. Lo anterior, sería un escenario literario en su mayor esplendor pero, ser un paseante sin rumbo por haber perdido la consciencia por el consumo de drogas, es la realidad que vivió Leonardo Amador.
A sus 43 años, Leonardo tuvo la fortuna de tomar consciencia sobre los efectos de las drogas en su vida y en la de sus seres queridos. Logró enderezar su camino hacia la rectitud y recuperación. En lo que no pudo dar marcha atrás, fue en recuperar el tiempo perdido para vivir una vida llena de ilusiones acompañado de su familia.
Era apenas un jovencito cuando conoció la marihuana. En plena secundaria, Leonardo aprendió a distinguir entre los distintos ambientes a los que un joven puede verse expuesto, sin pensar en las consecuencias que esta sustancia le podría traer en un futuro.
Decidido a construir un futuro prometedor, emigró hacia Estados Unidos para darse la oportunidad de conocer otro ambiente. Sin familia y un lugar donde pasar la noche, este joven sólo contó con el apoyo del asfalto y periódicos para cubrirse del frío mientras tomaba un descanso por las noches en este país.
Lee también: Probó la dieta del cristal y adelgazó su vidaAl poco tiempo de dormir en la calle, tuvo la oportunidad de hacerse de amigos pandilleros. Ellos lo invitaron a ser parte de su “familia”. Este acto representó un cambio de vida para el joven, quien creyó que al estar acompañado de sus “amigos” sus días serían más productivos.
En este círculo vicioso, fue donde conoció “la piedra”. Su experiencia con las drogas cambió. Fue aceptado en el grupo y se convirtió en pandillero. Al poco tiempo no era un pandillero cualquiera, se convirtió en vendedor de narcóticos. No pasó mucho tiempo cuando aquel joven soñador se convirtió en un recluso. Bien dicen que es “mejor andar solo que mal acompañado”. Leonardo necesitó tres años de su vida para comprender la realidad de esa frase popular. Para su infortunio, la enseñanza le llegó tras las rejas.
Deportado a México, Leonardo tenía un lugar al cual llamaba hogar. Al llegar, tocó la puerta y cuando su madre lo vio, tuvo una fuerte impresión. Ella daba a su hijo por muerto. Verlo con vida y parado en la puerta de su casa, le quitó el aliento.
Con una nueva oportunidad de retomar el camino de la rectitud, Leonardo ignoró las experiencias que vivió en prisión. Mantuvo el consumo de heroína. Los problemas se agravaron porque su familia no soportaba ver las jeringas tiradas y las cucharas quemadas, y la manera en la que estas sustancias consumían la vida de Leonardo.
El distanciamiento de su familia no fue motivo suficiente para alejarse de las drogas. Tal era su adicción a la heroína, que se infectó con Hepatitis C. Esta enfermedad ya no le permitía inyectarse, pero no impedía que siguiera consumiendo. Así que las pastillas se convirtieron en el pastel de cada día.
La ira y la agresividad eran sus malas consejeras y lo acompañaban diariamente. El daño que Leonardo vivió era tal, que al despertar del trance profundo ocasionado por las drogas, no tenía conciencia de lo que había hecho un día antes. La única pista que encontraba era dentro de sus bolsillos; a veces hallaba dinero y hasta cadenas de oro, de dudosa procedencia.
Esa mala vida, lo llevó por el mismo camino. 10 años de prisión fueron necesarios para ayudarlo a despertar de ese mundo utópico.
Con una nueva oportunidad, inició una vida diferente. Leonardo se dio cuenta del tiempo que regaló a sus adicciones en lugar de brindarle alegrías a su familia.
Hoy, se arrepiente de no haber disfrutado a su madre. Es doloroso reconocer no haberle dado el gusto de verlo bien. Sano. Por la adicción a las drogas, Leonardo no fue un buen esposo y menos un buen padre. Intentó quitarse la vida tirándose de un puente, pero con una segunda oportunidad, descubrió que este sería el puente para un futuro en donde su testimonio puede alejar a otras personas del infierno de las drogas. No dejes que “una piedra” arruine tu vida.
*Una producción de Malala Academia IAP