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El Desinterés


DIFIERO… AL CONOCIMIENTO SE LLEGA MEDIANTE EL CUESTIONAMIENTO

EL DESINTERÉS, ¿NO TENGO GANAS?

Por Mario Córdova

Platicaba hace poco con un amigo al que le acaban de diagnosticar una enfermedad algo severa. Me aseguró que, independientemente del estado de su salud, sentía que no tenía ganas de hacer nada; que desde que le dieron la noticia, pasaba los días yendo de su trabajo a la casa sin el interés que siempre había tenido por estar con sus amigos o hacer ejercicio; que se sentía raro. Esto llamó mucho mi atención y quise investigar esta emoción, o bien, la falta de ella, que cada vez es más común por diferentes motivos.

El desinterés o apatía se experimenta como una falta de vigor, de ánimo, de entusiasmo; es una indiferencia en diferentes aspectos —físicos o psicológicos— de nuestra vida, una emoción que afecta nuestro desarrollo a cualquier edad (cuando sentimos que no nos satisfacen las cosas que antes nos gustaban). Se trata de una alteración de nuestra conducta habitual, que en algunas ocasiones está ligada a un estado de malestar o desesperanza por problemas en el trabajo, en la familia, con amigos o con la salud, por decir algunos ejemplos. Es una situación que todos sentimos en mayor o menor grado; debemos reconocerla y atenderla. Y como cualquier emoción que experimentamos, el tema es cómo la gestionamos, es decir, qué sigue inmediatamente después de que me doy cuenta de que la siento.

Algunos autores ligan la causa del desinterés con lo que denominan “incapacidad aprendida”, es decir, sacamos de nuestro pasado evidencia real o imaginaria para desmotivarnos, lo cual tiene que ver con el miedo a volver a decepcionarse y la necesidad de protegernos de ello; en otras palabras, si no encuentro sentido a lo que hago, me estanco emocionalmente para no volver a exponerme. No obstante, está demostrado que eso es imposible: no puedo encontrar bienestar en la incapacidad de producir pensamientos positivos.

Una herramienta probada para poder gestionar la apatía es tratar de silenciar este tipo de reflexiones y decidir una agenda que me guste, forzándome a cumplirla; definir un propósito, aunque no tenga tantas ganas. Es un trabajo diario y complicado, pero funciona, pues hacer las cosas que me propongo genera actividad neuronal, y eso mejora nuestra salud física y emocional. Relacionarme con el desinterés es un trabajo personal, y está dentro de cada quien saber cómo activar su ánimo —inclusive con ayuda profesional si es necesario— ante un problema, pues todos tenemos derecho al desahogo, pero debemos ponerle una duración razonable; después hay que reaccionar y elegir nuestra actitud para sentirnos mejor.

En pocas palabras, Mario opina que:

“Gestionar el desinterés, poniéndome una agenda diaria que me guste, es un trabajo personal que activa mi ánimo”.



ATISBOS DE CONCIENCIA

INTERESANTE HABLAR DEL DESINTERÉS

Por Norma Campos

En esta ocasión, titulé de esta manera mi columna porque realmente me parece interesante analizar el concepto del desinterés. Y es que creo que, al escuchar la palabra, la relacionamos automáticamente, y de forma negativa, con la falta de motivación o de entusiasmo, ya sea hacia un tema, una persona o algo en particular. No obstante, sentir desinterés por algo o por alguien no necesariamente es una situación negativa: todo depende del contexto.

Pensemos en una relación entre dos personas, ya sean amigos, pareja, colegas o incluso relaciones que conllevan una jerarquía, como pueden ser las de padres e hijos, jefes y empleados o maestros y alumnos. Ahora, supongamos que una de las partes pierde el interés por la otra persona. Por supuesto, esto resultaría en un deterioro de la relación, ya que las relaciones se sostienen con base en el entusiasmo, la empatía y el interés que percibimos del otro, así como en lo que nosotros sintamos y manifestemos; de esta manera, una relación en la que se experimenta el desinterés por el otro corre peligro. 

Por otra parte, si pensamos en una persona que ha perdido el interés en general, por otros o por muchas cosas a su alrededor, supondremos que esa persona carece de motivación y probablemente su vida no es plena, o bien, que se mantiene en un estado de baja energía, como puede ser una depresión. Pero podemos tener desinterés hacia algo o hacia alguien sin que eso signifique que no tengamos salud emocional o que carezcamos de entusiasmo por la vida. Simplemente, hay personas, ciertos temas o algunas cosas que no nos interesan.

Sentir desinterés no es criticable ni es un síntoma de nada pernicioso, en absoluto; es como sentir tristeza de vez en cuando, lo cual no significa que estamos en depresión, o sentir coraje por algo sin que eso nos defina como personas irascibles o neuróticas. El desinterés hacia algo o alguien incluso puede ser un indicador de madurez y de salud emocional. El desinterés por ciertos aspectos de la vida social puede dar cuenta de la madurez de la persona, como cuando a los adolescentes les interesa verse bien y estar a la moda, y después, como adultos, pierden el interés por esta aprobación y lo trasladan a aspectos de mayor relevancia de acuerdo a sus valores. Como siempre, todo depende del contexto.

En pocas palabras, Norma opina que:

“Sentir desinterés no es necesariamente un indicador de falta de salud emocional.

En ocasiones, sentir desinterés hacia algo o alguien habla de madurez”.



CREER PARA VER

“NO ME INTERESA, EL QUE SIGUE”

Por Kush Espinoza

Como les platicaba en el artículo pasado acerca de “La envidia”, debido a mi profesión me toca estar en constante contacto con el mundo digital. Es parte de mi trabajo monitorear los trends –como les llaman en las redes sociales–, y como buen millennial me tocó ver el nacimiento de Facebook (ahora META) y del resto de las redes que le siguieron, como Instagram, Twitter, Tiktok, etcétera. Haciendo un análisis en retrospectiva, he notado cómo ha ido creciendo ese sentimiento de inmediatez. La información pasa rápidamente día tras día y, debido a este contacto constante con el mundo digital, me he percatado de cómo a su vez ha ido creciendo un desinterés por las cosas que realmente importan. 

Redes sociales como Tiktok han perfeccionado su algoritmo para obedecer a contenidos cortos, que captan nuestra atención durante unos segundos antes de ir hacia el siguiente video. Este ritmo acelerado ha transformado no sólo cómo consumimos información, sino también cómo interactuamos con el mundo. Eso que antes nos sorprendía o nos mantenía atentos, ahora es descartado con un simple desliz de dedo. Hoy escuchar una canción completa, leer un libro o ver una película se han convertido en tareas difíciles de mantener. No quiero generalizar, pero no hay duda de que este fenómeno ha ido creciendo año tras año y que afecta sobre todo a las nuevas generaciones, que están naciendo prácticamente conectadas a este modo de vida.

Al evitar todo aquello que requiere tiempo y concentración, estamos sacrificando la profundidad y la riqueza de nuestras experiencias y nos estamos alejando de las actividades que nos permiten crecer, aprender y conectarnos con nosotros mismos y con los demás. Investigadores de Yale descubrieron que el uso excesivo de redes sociales provoca una disminución en la motivación por participar en actividades que no ofrecen recompensas instantáneas. Este estudio sugiere que la constante búsqueda de estímulos breves y gratificantes en plataformas digitales puede reducir nuestro interés en tareas que requieren tiempo y esfuerzo sostenido.

Esta desconexión puede tener consecuencias graves, como una menor capacidad de atención, una disminución en la creatividad y un menor bienestar emocional. Pero, ¿cómo podemos darle la vuelta a esta tendencia? Principalmente creo que tomando decisiones conscientes para desconectarnos y dedicar tiempo a actividades que fomenten la reflexión y la empatía, así como buscar cultivar el hábito de disfrutar de experiencias más largas y significativas. Al hacerlo no sólo recuperamos nuestra capacidad de asombro, sino que también nos reconectamos con lo que realmente importa en nuestras vidas. ¿Tú qué opinas? Gracias por estar aquí. ¡Te abrazo!

En pocas palabras, Kush opina que:

“La rapidez del contenido en redes sociales ha fomentado un desinterés por actividades que requieren una atención sostenida. Esto afecta nuestra capacidad de conexión y reflexión.”

Kush sugiere la necesidad de cultivar hábitos que promuevan experiencias más profundas y significativas.




ATREVERSE A IMAGINAR Y APRENDER

EL DESINTERÉS ES LA PEOR AMENAZA

Por Andrea Valenzuela

Las investigaciones muestran que el desinterés se considera una expresión emocional reducida, no una emoción reducida. No es que no sintamos, ya sea en forma negativa o positiva, sino que no lo expresamos. El desinterés es esa voz autocrítica que dice: “¿Por qué deberíamos hacerlo? ¿Por qué molestarse? No arriesgues sufrir para mejorar. No es posible. No vale la pena. No lo valemos. Te dolerá”. El desinterés es peligroso y, en este momento, es una epidemia.

Cuando estamos desconectados (de nosotros mismos, de nuestros cuerpos, de nuestras relaciones, de los demás, del medio ambiente y de nuestra cultura), significa que nos apagamos; nos cerramos y renunciamos a nuestro albedrío porque el riesgo de sufrir supera la esperanza. Así, dejamos pasar las injusticias, nos sentimos impotentes, nos volvemos complacientes, no creemos que podemos hacer algo o no nos molestamos en hacerlo mejor, así que mejor no lo intentamos. Tenemos miedo de abrirnos y sentirnos heridos.

Nos da miedo el sufrimiento en forma de sentimientos negativos como el dolor, el rechazo, la desilusión, el juicio. Tenemos tanto miedo de sentirnos “mal” que tenemos miedo de sentir. Porque el sentimiento se siente fuera de control, desordenado, incómodo. Preferimos poner las emociones y nuestro corazón en una pequeña caja ordenada (con cinta adhesiva resistente para que nada pueda entrar o salir, eso sí) y tomar decisiones racionales.

Los niños sienten, encarnan, se mueven y expresan plenamente las emociones. Hacen berrinches en los pasillos de los supermercados y te abrazan sin pensarlo dos veces. Los niños son "ninjas emocionales". No les temen a los sentimientos. Los niños aprenden de nosotros, los adultos temerosos, a mantener sus emociones en un cierto rango. Poco a poco, se dan cuenta de que un extremo del espectro de emociones (la felicidad, la alegría, el amor, la gratitud, la satisfacción) es socialmente aceptado, mientras que las otras (eldolor, la ira, la rabia y el disgusto) no lo son. Les damos aprobación y amor cuando expresan un lado, pero no el otro. Y no quieren sentirse no amados, por lo que dejan de expresar ciertas emociones.

Olvidamos que los sentimientos no son permanentes (y que valen la pena) a medida que crecemos y aprendemos a no confiar en nosotros mismos para abrirnos y dejarnos llevar. Los adultos se cierran porque saben que el nivel de amor es inversamente proporcional a la posible pérdida de amor. Nadie nos enseña a sentir, ninguna educación incluye las emociones y tampoco hablamos de ello, por lo que nos quedamos sin saber qué hacer. Cuando nos gana el desinterés, silenciamos las emociones y nuestra expresión, nuestra experiencia, nuestra humanidad. Silenciamos la esperanza, cualquier potencial, y nuestro mayor rasgo como humanos: el sentimiento, que es más grande que las emociones. Nuestro sentimiento es donde reside nuestro poder como humanos. Porque si no sentimos nada, nunca haremos nada.

De entre todos los males, considero que la mayor amenaza para nuestro futuro es el desinterés de los seres humanos. Porque sé y creo en lo que los humanos somos capaces de hacer cuando sentimos, nos preocupamos y nos expresamos; y, por otro lado, todos hemos visto (y estamos viendo) lo que sucede cuando decimos que nada nos importa.

En pocas palabras, Andrea opina que:

“Cuando nos gana el desinterés silenciamos las emociones y nuestra expresión, nuestra experiencia, nuestra humanidad. Silenciamos la esperanza, cualquier potencial y nuestro mayor rasgo como humanos: el sentimiento, que es más grande que las emociones”.



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LA CLAVE ESTÁ EN EL SER-HACER-TENER

Por Ana Paola Mercado García
@anapmercadoAutor Invitado

Una de las cosas que más disfruto es observar cómo dos personas se miran, cómo se dilatan sus pupilas al encontrarse y cómo, de inmediato, les acompaña una sonrisa. Entonces entiendo la importancia que tienen nuestros sentidos para conectarnos con las personas a través de miradas, olores que nos permiten recordarlos, besos o caricias características de cada uno y frases o mensajes que, al ser recordados, nos hacen escuchar su voz de nuevo. Nos conectamos con otras personas a través de nuestros sentidos, y eso nos permite establecer relaciones significativas y duraderas con el paso del tiempo.

Pero, ¿qué hace que sintamos desinterés? Marian Rojas Estapé, reconocida psiquiatra y escritora española, señala que a cada momento recibimos señales del exterior que nos hacen reaccionar e interpretar nuestra realidad dependiendo de tres factores: nuestro sistema de creencias, nuestros estados de ánimo y, por último, nuestra capacidad de atención y manejo de la realidad.

Eso me lleva a pensar que el desinterés es más complejo de lo que uno cree y está relacionado con cómo nos percibimos a nosotros mismos, cómo aprendemos, cómo nos relacionamos, pero también con qué tanto nos conocemos a nosotros mismos y cómo interpretamos nuestra realidad.

La única manera que nos permitirá mostrar interés por nuevos temas o por desarrollar relaciones interpersonales es a través del trabajo en nuestro ser, hacer y tener. El primer paso sería trabajar en nuestro autoconocimiento: reconocer quién soy yo. Para ello, es importante analizar nuestro sistema de creencias, identificar qué nos limita, aceptar qué podemos cambiar, reconocer que es posible superar aquello que nos duele y trabajar en construir nuestra mejor versión, es decir, en nuestro ser. 

Por otro lado, ser conscientes de la importancia de cultivar nuestro bienestar integral –físico, emocional, social, intelectual, mental y espiritual– no es una tarea sencilla, pero nos permitirá darnos cuenta de que debemos trabajar en el hacer. Estableciendo pequeñas acciones llegaremos a desarrollar hábitos atómicos.

Finalmente, es crucial ser más conscientes de cómo manejamos nuestra atención. Solo así seremos capaces de reconocer aquellos pensamientos que hacen ruido en nuestra mente, entender el poder de la interocepción y aprender a calmar nuestra mente. El trabajo en el manejo de la atención debe enfocarse en cómo observamos el mundo (si somos víctimas o protagonistas), en reconocer nuestros pensamientos y en ser conscientes de que construir un plan de vida será nuestra mejor armadura para vivir con propósito, dar sentido a nuestra existencia y vivir con una actitud de aprendizaje continuo. 

En pocas palabras, Ana opina que:

“El desinterés se presenta en nuestras vidas cuando hay falta de autoconocimiento (ser), no cultivamos nuestro bienestar integral (hacer) y no entendemos cómo manejar nuestra atención para tener un plan de vida con propósito”.



Juan Méndez
Mario Córdova
Casado, papá de 2 hijos.

Empresario, abogado y filántropo; escritor y conferencista acerca de temas de liderazgo y actitud positiva.
Juan Méndez
Norma Campos

Casada, 4 hijos, 8 nietos.

Terapeuta, diseñadora e instructora de cursos. Conferencista y asesora personal en temas de vida.

Juan Méndez
Kush Espinoza

Lic. en Diseño Industrial.

Esposo y papá de 2 niñas.

Creativo y empresario con más de 20 años de experiencia creando marcas.

Juan Méndez
Andrea Valenzuela

Mamá de Andrés.

Apasionada por la Educación para transformar personas y propulsora de la equidad de género.

Juan Méndez
Ana Paola Mercado García

Casada, mamá de María.

Docente con más de 18 años de experiencia, apasionada por la educación, el desarrollo humano y por la oportunidad de conectar a personas con propósitos comunes.

2 septiembre, 2024