NEWSLETTER #12En esta edición hablamos de:

La Decepción


DIFIERO… AL CONOCIMIENTO SE LLEGA MEDIANTE EL CUESTIONAMIENTO

NO PASÓ LO QUE PENSABA, AHORA QUÉ HAGO

Por Mario Córdova

Hace unos días platicaba con un buen amigo sobre el trabajo; me decía que no le había ido bien este año, que había hecho muchos planes y no le resultaron, que se sentía triste, frustrado, enojado; en general, se sentía decepcionado. Entendí su malestar y quise saber más sobre esta emoción.

La decepción es un sentimiento negativo y doloroso que se da cuando nuestras expectativas no se cumplen, o mejor dicho, cuando, a nuestro juicio, no resulta lo que planeamos y pensamos que se produciría. Algunas características de este sentimiento son: la disminución de nuestra autoestima —pienso mal de mí—, los conflictos sociales —si mi decepción tiene que ver con otra persona, disminuye mi confianza en ella y me retiro—, y el cambio hacia una visión negativa de las cosas —nos volvemos pesimistas.

Desde el bienestar emocional, que entra en acción cuando me siento decepcionado, recordemos que lo primero es aceptar y validar lo que sentimos, no juzgarlo. Si algo nos duele, es lo que nos decimos a nosotros mismos; recordemos que somos la voz más importante dentro de nuestro cerebro. Y, dentro de esta aceptación, empezaremos un proceso de sanación con el simple hecho de aceptar lo que sentimos como etapa inicial.

Cuando nos sentimos decepcionados, lo que tenemos es miedo de que cambie el escenario que habíamos imaginado: la expectativa de algo se genera en el pasado; mi percepción de la realidad, en el presente; y mi preocupación —como la palabra lo indica—, en el futuro, ese lugar que todavía no sucede, pero me inquieta. En una decepción, me preocupan mi salud, mi familia, mi patrimonio, mi entorno social, etcétera.

Te sugiero que pienses que ninguna decepción te puede quitar dos cosas importantes: la primera, los conocimientos que tienes; y la segunda, el potencial, lo que puedes llegar a hacer a partir de este momento. El dolor no se puede evitar, pero el sufrimiento se puede sustituir con pensamientos de posibilidad. Lo que se resiste, persiste. Es natural que entres en conversaciones que describan tu desánimo, pero tienes que ponerles un límite, como con todas las emociones negativas. Este es un ejercicio muy difícil pero necesario; nadie lo puede hacer por ti, tiene que venir desde adentro.

La mayor parte de las veces, las expectativas que fijamos a nuestros proyectos son erróneas. Los resultados pueden ser mejores o peores dependiendo del valor mental que les otorguemos, pero lo que pensamos que va a pasar está sobrevalorado o es poco realista. Por eso existe la frase: "La vida es lo que pasa cuando tú estás haciendo planes". El valor de lo que te sucede lo pones tú, y la tranquilidad que muchos buscamos se encuentra en estar bien con lo que es, en llevarte bien con lo que te pasa, no con lo que quisieras que te pasara. Como todo lo que sentimos, es un ejercicio de poco a poco generar razonamientos de bienestar. Está demostrado que si nos damos a la tarea de hacerlo, iremos encontrando cada vez más y mejores ideas para estar conformes y, por tanto, agradecidos.

En pocas palabras, Mario opina que:

“Cuando nos sentimos decepcionados lo que tenemos es miedo de que cambie el escenario que me había imaginado, pero ese valor al resultado es una decisión personal, nosotros la decretamos.”



ATISBOS DE CONCIENCIA

EL DOLOR DE LA DECEPCIÓN

Por Norma Campos

“La decepción es una especie de bancarrota; la bancarrota de un alma que gasta demasiado en esperanza y expectativa.” - Eric Hoffer

Estoy segura de que nadie se escapa de experimentar lo que es una decepción. Y no me refiero solo a comprender el concepto, sino a haberla vivido en carne propia. Todos nos hemos decepcionado en diferentes momentos de nuestra vida, y no solo una vez, sino en varias ocasiones. Podemos estar de acuerdo en que la magnitud del dolor que causa una decepción está muy relacionada con el vínculo que nos une a aquello, o a aquella persona, que nos decepcionó. No es lo mismo decepcionarnos por una película que no cumplió nuestras expectativas, que sentirnos decepcionados por una traición de alguien en quien confiábamos o a quien amábamos. El dolor es mayor mientras más cercanos estemos a las personas y más confiemos en ellas. Sin embargo, también es cierto que una decepción puede doler mucho cuando, aunque no esté relacionada con una persona, las ilusiones que nos habíamos creado eran muy grandes.

¿Es inevitable sentir decepción? Mi lógica es sencilla: no podemos evitar sentir. Sentir es parte de vivir. Sin embargo, podemos prepararnos para moderar esos sentimientos. Por ejemplo, una decepción causada por la pérdida de confianza en una persona con quien tenemos una relación importante puede hacernos sentir víctimas, generando un gran dolor. Pero, a veces, no consideramos que fuimos nosotros quienes generamos expectativas demasiado altas en esa relación o en esa persona. Somos nosotros quienes alimentamos la imagen o la ilusión de esa relación. Cuando hablo de moderar la decepción, me refiero a asumir la responsabilidad de que, en muchos casos, somos nosotros quienes anticipamos y construimos esa posible decepción al crear expectativas. Sin expectativas elevadas, el dolor de la decepción no llega. Por eso, cuando algo o alguien nos ilusiona mucho, es prudente “mantener los pies en la tierra”, ser realistas, y recordar que somos humanos, por lo tanto, falibles. De esta manera, evitamos crear una distancia entre la realidad y la ilusión, ya que de esa brecha depende la intensidad de nuestra decepción.

Por supuesto, como sucede con cualquier sentimiento, decirlo es fácil; pero, como seres humanos, llevarlo a la práctica no lo es tanto. No obstante, creo que trabajar en moderar nuestras expectativas es una señal de desarrollo personal, de inteligencia emocional y de madurez. Porque solo los niños creen ciegamente en sus ilusiones.

En pocas palabras, Norma opina que:

“Somos nosotros quienes anticipamos y construimos la posible decepción con nuestras expectativas. Sin altas expectativas, no llega el dolor de la decepción.” 



CREER PARA VER

EL VALOR DE NO OBTENER LO QUE QUERÍAS

Por Kush Espinoza

Sí, otra vez voy a citar una canción para iniciar este artículo, ni modo, llevo la música en las venas jajaja. No, ya, de verdad, sería bueno hasta que pongas la rolita de fondo, si gustas, para que te sea más amena la lectura. Gran canción de The Rolling Stones, You Can't Always Get What You Want. Dice la canción: “No siempre vas a obtener lo que quieres, pero si tratas, algunas veces, vas a encontrar lo que necesitas.” ¿Qué tal?

Muchas veces, cuando no obtenemos lo que queremos, nos decepcionamos. Llega esa sensación de vacío que golpea de una y nos hace preguntarnos si realmente lo que tanto anhelábamos valía la pena o si simplemente el destino hizo su trabajo y no era para nosotros. Y aquí viene lo bueno: cuestionarnos, ¿y si la verdadera lección está en todo el proceso? La decepción, muy seguido, es el resultado de expectativas que no se cumplen, pero rara vez nos detenemos a pensar que lo que esperábamos tal vez no era lo que realmente nos convenía. Solemos poner el enfoque en el objetivo únicamente, olvidando que en el camino nos puede sorprender algo aún mejor, aquello que realmente necesitamos, aunque puede que en el momento no lo veamos.

Piensa, ¿cuántas veces esos “fracasos” te llevaron por un camino distinto que terminó siendo lo mejor que te pudo haber pasado? ¡Híjole! Personalmente, se me viene una cascada de situaciones que, al voltear para atrás, me vi abrazado por ese sentimiento de decepción y hoy puedo decir “qué bueno que pasó de esa manera”. Ahí está el gran valor de no obtener lo que querías. Lo que viene después de la decepción es la oportunidad de aprender del suceso y replantear las cosas, pues se abre un nuevo mundo de posibilidades. Es en ese espacio de incertidumbre y hasta tensión que se genera entre el deseo y la realidad, donde crecemos enormemente, aprendemos y encontramos nuevas oportunidades.

Y sé que me vas a decir: “Oye, Kush, pero hay decepciones que duelen y que realmente no traen detrás otro mensaje más allá del dolor.” Y puede que sea verdad. Algunas veces, en esa decepción, nos rompemos y llega a parecer que no hay ninguna enseñanza detrás o ningún giro positivo a la vista. Pero incluso en esos momentos, el mensaje está en cómo enfrentamos ese dolor, y en cómo seguimos adelante a pesar de que nos cueste trabajo. No siempre vamos a encontrar una lección inmediata y, a veces, la vida simplemente duele sin razones ocultas. Sin embargo, el hecho de seguir caminando, de permitirnos sentir y, eventualmente, sanar, es en sí mismo una forma de hacernos más fuertes, y eso tiene un gran valor.

En pocas palabras, Kush opina que:

“La decepción, aunque dolorosa, puede ser una oportunidad para replantearnos el camino y descubrir nuevas posibilidades que no habíamos considerado. A veces, lo que creemos que necesitamos no es lo que realmente nos conviene, y aunque algunas decepciones no traigan lecciones claras, el valor está en cómo seguimos adelante, sanamos y nos hacemos más fuertes”.



ATREVERSE A IMAGINAR Y APRENDER

ATREVERSE A IMAGINAR Y APRENDER

Por Andrea Valenzuela

El gran peligro de tener expectativas es que, cuando no se cumplen, nos sentimos decepcionados. Esa es la definición de "expectativas no cumplidas". La decepción puede provocar emociones como dolor, ira y, en mi caso, a veces una disminución de la autoestima. Es normal tener expectativas, pero siempre es necesario expresarlas para que las partes involucradas puedan llegar a un entendimiento claro de qué se espera de cada uno. Cualquier expectativa no expresada puede convertir a alguien en prisionero de ella.

La verdad es que no se puede vivir una vida valiente y auténtica sin decepcionar a muchas personas en el camino. Saber que estás decepcionando a alguien puede ser difícil de procesar. Nadie quiere sentir que está decepcionando a los demás, y menos si son personas que queremos. Algo que he aprendido con los años es que las personas que se sienten decepcionadas de mí están realmente bien. Las personas que realmente se preocupan por mí, aquellas que apoyan mi crecimiento, no se sentirán decepcionadas. Las únicas que se sentirán así son aquellas cuyas prioridades no están alineadas con las mías. Podemos elegir vivir en integridad con nuestros propios valores, metas y deseos, sabiendo muy bien que, sí, decepcionaremos a los demás, pero que, aun así, somos dignos de amor incondicional. Mientras seamos fieles a nosotros mismos y nos mantengamos auténticos, todo estará bien; esto nos protegerá a nosotros, a nuestra cordura, a nuestro espacio y a nuestra salud mental.

Glennon Doyle ofrece el mejor consejo que le puedo dar a mi hijo sobre esto: “Cada vez que te dan a elegir entre decepcionar a alguien más y decepcionarte a ti mismo, tu deber es decepcionarte a esa persona. Tu trabajo durante toda tu vida es decepcionar a tantas personas como sea necesario para evitar decepcionarte a ti mismo”, incluso, y sobre todo, si ese alguien soy yo, aunque sea tu mamá.

Durante los últimos meses, he tratado de no tener expectativas. No voy a mentir: no es nada sencillo descubrirme todos los días con la expectativa de cómo será mi día, de cómo se comportará mi hijo, o de los resultados en mi trabajo. Cuando me encuentro teniendo expectativas o decepcionada porque las cosas no salieron como esperaba, en lugar de sentir todas las emociones negativas que trae la decepción, intento dar un paso atrás e identificar la decepción. Luego, respiro profundamente y elijo convertir el dolor, la ira o la frustración que siento en un pensamiento. Intento pensar que no estaba destinado a ser así; que es un momento de aprendizaje y que lo que está sucediendo es exactamente como debe ser, no como me lo imaginé.

En pocas palabras, Andrea opina que:

“No se puede vivir una vida valiente y auténtica sin decepcionar a muchas personas en el camino. Saber que estás decepcionando a alguien puede ser difícil de procesar. Nadie quiere sentir que está decepcionando a los demás y menos si son personas que queremos.”



Juan Méndez
Mario Córdova
Casado, papá de 2 hijos.

Empresario, abogado y filántropo; escritor y conferencista acerca de temas de liderazgo y actitud positiva.
Juan Méndez
Norma Campos

Casada, 4 hijos, 8 nietos.

Terapeuta, diseñadora e instructora de cursos. Conferencista y asesora personal en temas de vida.

Juan Méndez
Kush Espinoza

Lic. en Diseño Industrial.

Esposo y papá de 2 niñas.

Creativo y empresario con más de 20 años de experiencia creando marcas.

Juan Méndez
Andrea Valenzuela

Mamá de Andrés.

Apasionada por la Educación para transformar personas y propulsora de la equidad de género.

14 octubre, 2024