El Rencor
DIFIERO… AL CONOCIMIENTO SE LLEGA MEDIANTE EL CUESTIONAMIENTO
EL RENCOR, ES EL OTRO O SOY YO
Un amigo hace poco me contaba que había tenido un problema que él consideraba serio con un socio con el que tenía un negocio; él se sentía defraudado, y muy molesto con lo que le habían hecho. La plática era muy extensa y parte de su conversación era describirme alternativas de cómo hacer para buscar revancha, causarle problemas; me contó que se sentía intranquilo y no dejaba de pensar en esa situación. Este tema me llamó la atención y quise ponerle un nombre.
El Rencor es una emoción negativa, que se genera cuando considero que alguien me causó un daño y me da un sentimiento de hostilidad hacia esa persona.
La diferencia entre rencor y envidia, que parecen similares, es que en el primero implica pensar en el mal para alguien, deseo de venganza, y no solamente molestarme por lo que el otro posee.
Pero en sí el rencor no me genera ningún buen pensamiento, al contrario, solo me da intranquilidad; el rencor intoxica, los rencorosos siempre sujetan un peso que no les genera valor, al contrario, los debilita, porque es dolor lo que se siente, y solo podemos soltarlo si aprendemos a dejarlo ir.
Diane Cameron, escritora, decía: “El rencor es como prenderse uno mismo en fuego y esperar a que los demás se mueran del humo que inhalen”, sentirlo es irremediable, pero reaccionar a esta emoción como a cualquier otra es un tema que se aprende, que se puede desarrollar, en busca siempre de mi bienestar.
La liberación del rencor solo la otorga el perdón, y aquí hay una definición del perdón que me gusta mucho, de la doctora Marian Rojas, que dice que “Perdonar es ir al pasado y regresar sano y salvo”, es arreglar en mi cabeza lo que sucedió, superar el sentimiento de enojo, el recuerdo doloroso; no es olvidar, es avanzar, tener una salida válida para vivir con libertad, porque al que le hace bien es a mí, comprender es aliviar sin duda.
Cuando tu cerebro se siente herido tiende por condición natural a maximizar las cosas, y a hacer grandes determinadas situaciones que a su vez te causan más intranquilidad; hay que relativizar lo que nos pasa, darle el justo peso a lo sucedido, incluso si puedes un poco menos; la mayoría de los conflictos que te suceden no van a acabar contigo, van a pasar y esa valoración personal a tu favor es bienestar emocional.
Hay una historia que dice que si te toco la espalda con mi mano seguro no te va a doler, pero si tu espalda está lastimada esa misma mano en tu espalda te duele, lo que te afecta es lo lastimado que estás, no precisamente la mano que te tocó; el enfoque de generar conversaciones que me sanen es un trabajo personal, somos lo que pensamos y nos decimos, de la fuerza que aprendamos para gestionar nuestra personalidad.
En pocas palabras, Mario opina que:
“El rencor intoxica. Los rencorosos siempre sujetan un peso que no les genera valor; al contrario, los debilita; cómo superarlo.”
ATISBOS DE CONCIENCIA
EL RENCOR, UN SENTIMIENTO CREADO POR NOSOTROS MISMOS
Seguramente la mayoría de nosotros hemos escuchado la famosa frase adjudicada a Buda: “El rencor es como tomar veneno y esperar que la otra persona muera”. Con esta frase se alude a cómo el rencor afecta más a quien lo siente que a la persona hacia quien va dirigido.
Me gusta siempre hacer la distinción entre una emoción y un sentimiento, y en este caso me parece de lo más oportuno para comprender mejor el rencor, tema de esta edición. Recordemos que una emoción es una respuesta inmediata y espontánea a un estímulo del entorno. Sucede algo, vivimos una situación, y de inmediato sobreviene la emoción: alegría, miedo, ira… Cuando esas emociones son procesadas e interpretadas por nosotros, según nuestra propia percepción y de acuerdo con nuestra historia de vida y circunstancias, esa emoción se transforma en un sentimiento, que es una experiencia más prolongada y que pasó por el procesamiento de nuestra reflexión. Entonces, cuando hemos vivido una situación en la que experimentamos una ofensa, una injusticia o un agravio, surge la emoción de la ira, la frustración o la impotencia; y si nos mantenemos en esa emoción, llegará el sentimiento del rencor. De esta manera, consideramos que el rencor es en sí mismo un sentimiento, incluso más profundo que el resentimiento. Una persona resentida tiene una actitud de enojo o de desconfianza con la persona ofensora. En cambio, el rencor puede desarrollar un deseo de venganza que afecta la vida de la persona que lo siente.
Se dice que la mejor forma para liberarse del rencor es a través del perdón. Y aquí también veo oportuno hacer la diferencia entre el perdón y la reconciliación. Perdonar nos coloca en una posición de supremacía sobre el otro en la que somos nosotros quienes decidimos liberar al otro de nuestra carga. La reconciliación no nos coloca en ninguna posición; es un trabajo personal, es reconocer la falta del otro, sin justificarla, reconociendo el daño en nosotros y aceptándolo, pero sin darle fuerza al sentimiento; por el contrario, al reconocer y expresar el sentimiento, le quitamos fuerza. El proceso de reconciliación requiere de una buena dosis de expresión emocional, de empatía y de responsabilidad, reconociendo que la mayoría de las veces el rencor es alimentado por nosotros mismos, y muy probablemente acompañado de una victimización que no ayuda para liberarnos del sentimiento
En pocas palabras, Norma opina que:
“Nadie nos provoca el rencor, nosotros lo alimentamos. Por ello, es nuestra responsabilidad liberarnos del mismo. La reconciliación con el otro es una vía de liberación.”
CREER PARA VER
MEDIANTE EL PERDÓN, DESARMÉ AL RENCOR
Para esta anécdota personal que te voy a compartir, te invito a visualizar por un momento el rencor como una gran mochila llena de piedras negras que nunca pediste cargar. Al principio, ni cuenta te das. Te acostumbras al peso y sigues caminando. Pero con el tiempo, cada paso se hace más difícil, más pesado, y cuando menos te das cuenta, esa carga empieza a consumir tu energía, tu ánimo y se va apoderando de tu vida.
Hace unos años, pasé por algo que, en su momento, me dejó un sentimiento de injusticia tan grande que el rencor empezó a ocupar un espacio muy grande en mi día a día. Durante mucho tiempo, me encontré atrapado en ese ciclo de pensar una y otra vez en lo que pasó, en lo que pudo haber sido diferente y en cómo todo terminó. Sentía que ese enojo me daba un tipo de control, pero lo único que estaba logrando era dejar que me controlara a mí.
Un día, después de una meditación profunda, algo cambió. Y, digo, no es como que fue un tema de magia ni mucho menos, simplemente fue un proceso. Me di cuenta de que yo había hecho todo lo que estaba en mis manos para que las cosas salieran bien, y que aferrarme a ese rencor no iba a cambiar el pasado. Entonces tomé una decisión: dejarlo ir.
Decidí perdonar, no solo a la otra persona, sino también a mí mismo. Perdonarme por lo que no pude controlar, por lo que no salió como esperaba, y por cargar ese peso tanto tiempo.
Perdonar no fue fácil. No significa que lo que pasó estuvo bien ni que lo olvide. Tampoco implica que volviera a las cosas como eran antes. Perdonar fue soltar la mochila llena de aquellas piedras negras que te platicaba al inicio. Fue liberar espacio en mi vida para cosas más importantes, como mi paz, mis sueños, mi bienestar y el de los míos.
El rencor nunca me dio algo bueno, al contrario, siempre me lo quitó. En cambio, el perdón me devolvió la libertad de avanzar. Aprendí que perdonar no es un favor que le haces a alguien más, es un regalo que te das a ti mismo. No se trata de justificar lo que pasó ni de reconciliarte con la persona, aunque a veces eso puede suceder. Se trata de desarmar al rencor, de quitarle el poder que tiene sobre ti.
Hoy volteo hacia atrás y me doy cuenta de lo mucho que me enseñó ese proceso. No fue fácil, pero valió la pena. Ahora sé que el perdón no es un signo de debilidad, sino de muchísima fuerza. Es atreverse a decir: Esto no me va a definir. Esto no va a controlar mi vida.
Si algo te tiene atrapado hoy, te invito a preguntarte: ¿Qué pasaría si decides soltar la mochila? El perdón no cambia el pasado, pero sí transforma el presente y abre las puertas a un futuro con un paso mucho más ligero, más libre y, sobre todo, más en paz. ¡Gracias por estar aquí! ¡Te abrazo!
En pocas palabras, Kush opina:
“El rencor no te da algo bueno, al contrario, te lo quita. En cambio, el perdón te da la libertad de avanzar; perdonar no es un favor que le haces a alguien más, es un regalo que te das a ti mismo.”
ATREVERSE A IMAGINAR Y APRENDER
EL LUGAR PARA DESHACER EL RENCOR ES DENTRO DE MÍ
Una de las emociones que menos me gusta reconocer que siento, que he sentido y que seguramente sentiré es el rencor, lo que significa es que además de procesar la emoción de sentir rencor, me juzgo por sentirlo y quiero salir huyendo.
Siento rencor cuando no me siento vista por las personas en mi vida. Siento rencor cuando juzgo las decisiones que las personas en mi vida han tomado y siento enojo pues quiero que ellos elijan lo mejor para ellos. Eso “mejor para ellos” en muchas ocasiones me incluye a mí. Rencor por la forma en que me trataron después de que no pude establecer límites claros ni honrar lo que yo en verdad quiero. Rencor porque no pedí lo que realmente necesitaba o quería cuando tuve la oportunidad, o no dije lo que en verdad quería decir. Rencor porque tenía expectativas diferentes de lo que terminó sucediendo; porque no pude controlar el resultado previsto, controlar lo que los demás pensaban de mí, lo que sentían por mí y cómo terminaron reaccionando.
Tara Brach en Aceptación radical: abrazar tu vida con el corazón de un Buda define el rencor como “sentir de nuevo”. Ella dice: “cada vez que nos repetimos una historia de cómo nos han lastimado, volvemos a sentir en nuestro cuerpo y mente la ira por haber sido lastimados. Pero muchas veces nuestro resentimiento hacia los demás refleja nuestro resentimiento hacia nosotros mismos”. Esto me hizo reflexionar que el rencor es mío, lo ocasiono yo misma. No lo heredé de nadie ni de nada. Yo lo alimento solita y también puedo elegir dejar de hacerlo.
En varias ocasiones he hecho referencia al libro de Brené Brown, Atlas del corazón, en el cual, tras una investigación define cada una de las emociones que sentimos; y pone al rencor en la familia de la envidia y no del enojo. Entonces, en realidad lo que me cuesta trabajo reconocer es que lo que en verdad siento cuando se acumula el rencor es envidia. Aceptando el rencor puedo ver que es algo que puedo deshacer dentro de mí. Aparece cuando no supero todos esos sentimientos de frustración, juicio, enojo y envidia. Aparece cuando no logro establecer límites ni comunicarme con claridad, lo que significa que necesito límites claros y un diálogo abierto tanto conmigo mismo como con los demás. Aparece cuando me amé menos, cuando en realidad debería haberme amado más; lo que significa que todavía me queda un largo camino por recorrer en mi viaje de amor propio.
Sigo teniendo el impulso de huir cuando siento rencor, pero he aprendido que hacerlo es abandonarme, y que además es inútil pues la única forma de procesarlo es sentarme a aceptar mis sentimientos para entonces lograr eliminarlos; el único lugar para realizarlo es dentro de mí.
En pocas palabras, Andrea opina:
“El rencor es mío, lo ocasiono yo misma. No lo heredé de nadie ni de nada. Yo lo alimento solita y también puedo elegir dejar de hacerlo.”
Casado, papá de 2 hijos.
Empresario, abogado y filántropo; escritor y conferencista acerca de temas de liderazgo y actitud positiva.
Casada, 4 hijos, 8 nietos.
Terapeuta, diseñadora e instructora de cursos. Conferencista y asesora personal en temas de vida.
Lic. en Diseño Industrial.
Esposo y papá de 2 niñas.
Creativo y empresario con más de 20 años de experiencia creando marcas.
Mamá de Andrés.
Apasionada por la Educación para transformar personas y propulsora de la equidad de género.