Renacer tras el dolor: Javier supera las adicciones después de 7 balazos y la pérdida de su hijo

Con dolor en el alma comparte su testimonio para invitar a las personas a valorar su vida. Él sabe los errores que cometió pero no pierde la esperanza de aprovechar los años que le quedan de vida para recuperar, tan siquiera un poco, el tiempo y la relación perdida con sus hijos.

Por: Kenia Meza

7 impactos le pegaron a Javier Zamora por haberse enlodado en un pleito con gente del cártel de los Arellano Félix y todo por haberse perdido en el vicio. Pero, este suceso ni quedarse inválido no fue lo que más impactó su vida, sino haber sido la persona que indujo a su propio hijo a convertirse en consumidor de cristal y tenerlo que enterrar con 16 años de edad.

Las drogas destruyen cualquier ilusión que se tenga y el testimonio de Javier Zamora, es prueba de ello. En entrevista para Malala Academia IAP platicó que conoció el mundo de las drogas siendo mayor de edad. A continuación el video:

Con el anhelo de ayudar a su padre, empezó a trabajar en el bar Marrakech (CDMX) entre sus 18 y 21 años de edad. Al principio trabajaba durante las mañanas para aprender el oficio de cantinero pero la primera tentación llegaría a su vida a través de su amiga cantinera, quien usaba cocaína y lo invitaba a echarse “un pase” para que se alivianara.

Para Javier fue fácil seguir el consejo pues le gustó la sensación de energía que le daba la droga y que le permitía cubrir con toda la jornada sin sentir cansancio. Sin embargo, él no sabía hasta qué punto arrastraría su vida.

En este bar, era común practicar tal acción, al grado que no sólo recibía propina; algunos clientes le regalaban “globitos”, que son un billete doblado con cocaína dentro.

¿Qué le dirías a un amigo que se droga?

La euforia era el pan de cada día. Vivir bajo los efectos de la cocaína era normal para Javier, pero la vida le tendría su primera prueba. Su amigo, Carlos, lo invitaba a dejar ese lugar para salvar su vida y que cambiara las copas y la droga por servir a la Judicial Federal.

Pero para Javier, ese trabajo no tenía la chispa que estaba conociendo al adentrarse en el negocio de las drogas. La adrenalina y el haber probado el cristal, lo cegó. Confesó que el cristal fue la droga “que le dio en toda la m*dre”.

En ese momento, no sabía en qué lugar se estaba metiendo. Hasta que un día, tuvieron un pleito con miembros del cártel de los Arellano Félix, sin saber de quiénes se trataba. Al terminar los golpes, pensaron que todo había cesado pero no fue así. El grupo criminal los estaba esperando, y en la glorieta CECUT los balacearon.

A Javier le pegaron 7 tiros: dos en la cara, tres en el brazo y dos en la ingle. Ninguno tocó un órgano vital y la libró. Pero esta suerte no alcanzó para su amigo Carlos, quien por un balazo en la cabeza, quedó tendido en los brazos de Javier.

Esa fue su primera experiencia con la muerte pero no fue suficiente para alejarlo del consumo del cristal. A pesar de sus heridas y de no poderse mover sin ayuda de una andadera, Javier continuó.

¿Qué consecuencias tiene la adicción del papá?

En la entrevista, Javier compartió con pesar una anécdota de lo más trágico para su vida, tras la pérdida de su querido amigo Carlos. Pero, esa no fue la situación más dolorosa que le tocó vivir, sino haber sido testigo de cómo su hijo falleció por el mismo vicio que él tenía con el cristal.

Si bien tener el vicio es malo, Javier Zamora no se perdona haber sido la persona que indujo a su propio hijo al cristal. Su pequeño jamás pudo parar su adicción hasta que un día se la quitaron completamente y murió a los 16 años. Esto fue lo que tuvo que vivir Javier para que pudiera conocer su realidad.

No se sabe qué sucedió primero, si la balacera o la muerte de su hijo, pero lo que Javier afirma es que anhela el perdón de su familia por no haber sido un buen padre. Actualmente, están vivos dos hijos: Emmanuel y Julio César.

Emmanuel no le dice papá, para él es Javier; y lo visita de vez en cuando en Tijuana sólo para cumplir. El caso de Julio César es distinto, él sí lo llama “papá” pero detrás de esa palabra no se percibe ningún sentimiento de afecto, de admiración ni honra; simplemente es una palabra vacía para Javier.

Javier entiende que él sembró lo que cosechó y por no haber estado allí, perdió la relación con los hijos que le quedaban. El vicio no lo dejó ver que sus pequeños lo necesitaban al grado que Julio César le confesó que “él no estuvo cuando lo violaron”, esta confesión causó estragos en la mente de Javier.

La culpa por no haber sido un padre atento y cariñoso acompaña a Javier día con día. Su ignorancia lo llevó no sólo a perder la movilidad y sus sueños, también a no tener familia; y todo por mantener la falsa creencia que a él “no le iba a pasar nada”.

Él veía cómo había personas tiradas en las calles, buscando como locos en los cerros, y pensaba que él jamás llegaría a ese grado: tener una vida destrozada… y lo consiguió. 

Con pesar y vergüenza confesó que él por el cristal hacía lo que fuese necesario. “Vivía por la droga, vivía para la droga”. Estando casado y con solo 50 pesos en la bolsa, sabiendo que en la alacena sólo había dos huevos, no compraba comida, por ir por su “globo”.

Hoy, un doctor hace su mayor esfuerzo mientras Javier permanece en cama las 24 horas del día, con la esperanza de que la cirugía le permita mayor movilidad e independencia. Los balazos y la afectación del consumo de drogas dejaron estragos en su cuerpo que no le permiten subir escalones.

Con dolor en el alma comparte su testimonio para invitar a las personas a valorar su vida. Él sabe los errores que cometió pero no pierde la esperanza de aprovechar los años que le quedan de vida para recuperar, tan siquiera un poco, el tiempo y la relación perdida con sus hijos.

Este es el anhelo de su corazón. Javier ha superado las adicciones, pero hay cicatrices que nunca superará… Si te dicen que no pasa nada, por esa ruta al final siempre algo malo pasará.

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