Durante 30 años ha encontrado en la talabartería un oficio de muchas satisfacciones. Creación que va contra las costumbres modernas.
Por: Jacqueline Sánchez Osuna
José Zamudio, dueño de la talabartería "La Sinaloense", es en Culiacán un hombre que ha dedicado su vida a un oficio noble y artesanal. Transformando los cueros en útiles productos descubrió y perfeccionó desde joven una actividad del siglo pasado.
"Ya tengo 30 años trabajando en esto. Tengo 49. Empecé muy joven", comenta con orgullo para Tus Buenas Noticias.
Una unión que lo llevó al éxito
Y es que, José comenzó su trayectoria en la talabartería cuando se integró a la familia Madrid. Su suegro, el señor Leopoldo Madrid, quien inició con el comercio hace tres décadas en el Mercadito fue quien le enseñó todo lo que ahora sabe sobre el oficio.
"Vivimos muy cerca del Mercadito en la colonia Hidalgo. Él empezó con el comercio y yo me integré a la familia y empecé a trabajar", recuerda José con gratitud.
"Toda la experiencia de don Leopoldo fue lo que le aprendí. Gracias a Dios." Bajo la guía de su suegro, José aprendió cada técnica y secreto del oficio, convirtiéndose en un experto talabartero.
En "La Sinaloense" encuentra todo lo que busque en cuero
En "La Sinaloense" se vende de todo: sillas poltronas, cintos de baqueta, sillas de montar, guitarras y otros artículos de cuero. Además, se reparan diversos artículos.
José aprendió gracias a la necesidad. Aprendió viendo a los trabajadores y ahora él está a cargo de la talabartería.
Los productos artesanales no pasan de moda
El negocio no solo se limita a productos de talabartería, también ofrece artesanías, loza, cazuelas y molcajetes.
"Las mujeres siguen utilizando todo eso, aunque ya hay licuadoras eléctricas y otros aparatos más sofisticados, para la salsa no hay como el molcajete", asegura entre risas, mientras señala que la tradición y las buenas costumbres sociales son las que le permiten seguir vigente con su establecimiento.
José ha logrado diversificar su negocio, vendiendo incluso guitarras traídas directamente de Paracho, Michoacán. "Aquí todos los caballerangos vienen. De la ciudad, de la sierra, de todo hay, gracias a Dios. Tenemos de todo tipo de cliente", comenta, evidenciando la gran variedad de clientela que atrae su talabartería.
La vida familiar es una fortaleza que trae satisfacciones
Además de ser un exitoso comerciante, José es un padre orgulloso de tres hijos, quienes en su momento lo ayudaron en el negocio familiar.
"Ellos a veces me ayudan, pero ya son profesionistas. Este es un trabajo noble, a los tres les pudimos dar carrera en este negocio de la talabartería", dice con satisfacción.
José ha transmitido sus conocimientos y habilidades a su familia, convirtiendo el taller en un espacio de aprendizaje y trabajo para sus hijos, sobrinos e incluso sus hijas.
"Aquí he enseñado a trabajar a mis hijos, mis sobrinos, todos pasaron por aquí. Todos saben. Y las hijas también, las dos muchachas agarran las sillas, las lavan, las pintan, las arman, las desarman", comparte con una voz cargada de orgullo.
El día a día en la talabartería comienza temprano. "Me entretengo trabajando, se nos va el día de 8:00 am a 7:00 pm", comenta José.
Con herramientas senicllas se logran obras maravillosas
Para su trabajo utiliza herramientas como martillo, pinzas, sacabocados, gramil, y materiales como la baqueta y las pieles para las sillas de montar, justes, estribos y carnazas. "La baqueta es muy noble", afirma, destacando la calidad del material que utiliza.
El oficio de talabartero es un arte que José domina con maestría. "No es difícil hacer sillas de montar. Se hace en unos 3 días y hay algunas sillas tan variadas que llegan a costar los 4 mil 500 pesos por lo menos", explica.
Además, menciona que, durante la víspera del día de San Juan, es cuando mejora la venta, pues según su experiencia, mucha gente se prepara y compra sus sillas nuevas para lucir sus caballos arreglados para ese que consideran un gran día.
José es un hombre que encontró en la talabartería no solo un oficio, sino una pasión y un medio para sustentar a su familia. En "La Sinaloense", ubicada en el Mercadito, sigue trabajando con la misma dedicación y amor del primer día.
Durante estos últimos 30 años de su vida, ha aprendido a desarrollar el valor del trabajo artesanal y ha encontrado la forma de entrelazar su trabajo con la vida familiar, creando un legado que perdurará por generaciones.
Con su experiencia perpetúa el oficio de la talabartería. Él sí sabe de qué cuero salen más correas...