El Aquiles Serdán y Campiña fueron sus rutas durante más de 40 años.
Por: Jacqueline Sánchez Osuna
Apolinar Moreno Armenta, o simplemente "Don Nono" para quienes lo conocen bien, es un hombre que dedicó más de cuatro décadas de su vida al transporte público en Culiacán.
A sus 73 años, es una figura conocida y carismática, tanto por su trabajo como taxista como por su trayectoria como camionero en las rutas urbanas de la ciudad.
La búsqueda de una vida mejor
Originario de León Fonseca, Guasave, don Nono llegó a Culiacán a los 17 años en busca de trabajo. “Vine de peón de albañil, no sabía nada más que eso”, recuerda durante su conversación con Tus Buenas Noticias.
Sin embargo, su vida cambió un día en el popular sector de El Palmito, cuando conoció a un señor que lo animó a probar suerte en otro oficio.
"Platicando me dijo que si me animaba a trabajar manejando, me ofreció chamba ‘Don Toño’. Ahí me enseñaron a ruletear", cuenta con una sonrisa.
Con solo 20 años, don Nono comenzó su aventura en el mundo del transporte, primero como taxista. "Empecé manejando taxis y me gustó la ‘sirvenguenzada’", comenta entre risas.
Años de aprendizaje constante
Sus primeros años en el taxi fueron un aprendizaje constante, sobre todo porque le tocaba manejar de noche, cuando apenas conocía la ciudad.
“Me la pasaba nada más en la colonia, pero me enseñaron la ciudad y ahí me fui quedando. Trabajaba de noche todo el tiempo”, reconoce.
Después de 15 años tras el volante del taxi, don Nono decidió dar un giro. Un amigo le ofreció probar suerte en los minibuses y, después de unos días de trabajo, encontró en los camiones una nueva pasión.
“Me metí a trabajar en el camión y me iba mejor ahí que en el taxi. Estaba bien facilita la ruta. Por toda la 20 y la 9 hasta la Buenos Aires", comenta recordando los inicios de sus días en el transporte urbano.
Toda una vida detrás del volante
Durante 23 años, don Nono recorrió las calles de Culiacán manejando los camiones de las rutas Campiña y Aquiles Serdán, una labor que lo hizo conocido entre los pasajeros y sus compañeros.
“En el Campiña #6 trabajaba todo el domingo hasta las 9:00 de la noche y entresemana trabajaba en el Aquiles Serdán #6 también. Convivía con los compañeros, pero siempre me mantenía al pie del cañón”, dice con una voz de nostalgia.
A pesar de las largas jornadas y los desafíos que implica el trabajo de transporte, don Nono nunca perdió su entusiasmo. “Me gustaba mucho convivir con la gente y los compañeros de las rutas. Con el tiempo vendí mi permiso de taxi y me dediqué de lleno al camión”, recuerda.
Más allá de su carrera como conductor, Apolinar es un hombre de familia. Con 53 años de casado con la señora Griselda, siempre encontró tiempo para visitar a sus padres en el rancho cada 15 días, demostrando que, a pesar de su vida laboral agitada, nunca dejó de lado a los suyos.
A los 60 años, don Nono decidió retirarse del volante. Con su visa en mano, cruzó la frontera para probar suerte "al otro lado" como lavaloza, alternando entre su vida en Culiacán y Estados Unidos durante tres meses cada vez.
Hoy, don Nono es recordado no solo por su carisma y su risa contagiosa, sino también por su dedicación al transporte público, un servicio en el que dejó una huella imborrable para los cientos de pasajeros que alguna vez viajaron en su taxi o subieron a su camión.