El impacto de Jorge Luis Ojeda Zambrano en el mercado Hidalgo
Por: Jacqueline Sánchez Osuna
En el corazón del mercado Hidalgo de Navolato, hay un hombre que desde hace 32 años se dedica a vender una delicia que ha refrescado a varias generaciones: los bolis de Jorge Luis Ojeda Zambrano.
A sus 66 años, Jorge Luis es conocido por todos en el mercado. "Vendiendo bolis sí se gana dinero", afirma con una sonrisa mientras atiende a sus clientes.
'Hace 32 años que vendo bolis. Todo el tiempo me he dedicado a esto. Para ganar dinero no se necesita hacer más', comparte para Tus Buenas Noticias.
Una obra de generosidad constante
A lo largo de los años, ha visto de todo, desde clientes habituales hasta aquellos que, en un día de calor, no tienen para pagar. Pero eso no le preocupa. "Si aquella persona se viene muriendo de calor, le doy un boli y ya con eso me siento bien", comenta con humildad.
Jorge Luis vive en la colonia Chulavista, en Navolato, y, aunque está orgulloso de su trabajo, no esconde la realidad de su vida. Es viudo y vive solo, algo que lo ha marcado profundamente.
"En mi casa estoy solo. Mujer no tengo y no hay quien me alegre", admite con nostalgia. Sus dos hijos y nietos lo visitan, pero para él, no es lo mismo sin la compañía constante de su esposa.
En el mercado Hidalgo, ha encontrado su lugar
El mercado se ha convertido en su refugio. "Tengo tantos años trabajando que me siento acabado, pero también salgo de la casa, veo a otras personas, platico con otros señores y eso me ayuda mucho porque me distraigo también", comparte con una voz cargada de sentimiento.
Para Jorge Luis, el contacto con las personas es tanto una necesidad como una bendición. Vendiendo bolis, no solo ha encontrado una forma de ganarse la vida, sino también de mantenerse activo y en contacto con la comunidad que lo rodea.
"Cuestan 15 pesos. Baratos para que la gente los compre y se refresque", explica sobre sus bolis, que se han convertido en un clásico del mercado.
Aunque no tiene grandes ganancias, obtiene lo que necesita
La clientela le es fiel, y en un mundo donde muchos buscan grandes ganancias, Jorge Luis se conforma con lo suficiente para seguir adelante: "No gano mucho, pero saco para comer", dice.
Más allá de lo económico, Jorge Luis ha descubierto que, al vender bolis, su satisfacción proviene de saber que está haciendo el día de alguien un poco mejor.
Con ese gesto sencillo, este hombre ha dejado su huella en el mercado Hidalgo y en todos aquellos que han disfrutado de uno de sus bolis.
Porque en cada venta, hay más que una transacción; hay generosidad, dedicación y la convicción de que a veces, lo simple es lo que realmente hace la diferencia y como dice el refrán. "Al mal tiempo, un buen boli".