Con 75 años de matrimonio han logrado formar una familia unida en El Bledal.
Por: Jacqueline Sánchez Osuna
En El Bledal, una pareja ha vivido lo que muchos podrían llamar un verdadero cuento de amor.
Don Eustaquio Lastra López, de 94 años, y doña Paz Peñuelas Valle, de 92, han compartido 75 años de matrimonio, tiempo en el cual han forjado no solo una familia numerosa, sino también un legado de amor, respeto y resiliencia.
Dos vidas destinadas a estar unidas
La historia de esta pareja se remonta a finales de la década de 1940, cuando Eustaquio, un joven músico de apenas 19 años, llegó a Navolato desde El Fuerte tras la muerte de su madre.
Su padre lo llevó con la esperanza de encontrar nuevas oportunidades. Fue en una de sus presentaciones musicales que el destino los unió. Una visita a El Bledal, guitarra en mano, cambió su vida para siempre.
Eustaquio, con su requinto, tocaba para una fiesta cuando vio por primera vez a Paz, una joven de 17 años.
Amor a primera vista
“Fue como si todo a mi alrededor se esfumara, solo la veía a ella”, recordaría años después Eustaquio, mientras hablaba de ese momento que definiría su vida.
Desde ese día, la música se convirtió en su forma de cortejarla. Serenatas bajo la luna, canciones que hablaban de amor y promesas, fueron su manera de acercarse a ella.
“Era su manera de decirme que me quería”, recuerda doña Paz, con una sonrisa que no ha cambiado desde entonces.
Su paciencia y su entrega a través de la música fueron conquistando el corazón de la joven. No pasó mucho tiempo antes de que el amor entre ambos fuera indiscutible, y en 1949, el 3 de septiembre, se unieron en matrimonio.
El inicio de una historia de amor
El matrimonio entre Eustaquio y Paz fue mucho más que una unión de dos personas; fue el inicio de una familia que no ha dejado de crecer.
Juntos tuvieron 13 hijos, quienes a su vez han dado lugar a una extensa descendencia que incluye 55 nietos, 83 bisnietos y 20 tataranietos.
La vida no siempre fue fácil, pero según Benigna Lastras, su novena hija, la fuerza de sus padres siempre estuvo en su unión.
“Mi papá y mi mamá han sido el ejemplo más grande de lo que significa estar juntos. Ellos nos enseñaron a vivir con amor y a enfrentar cualquier dificultad sin perder el respeto por el otro”.
Su perseverancia ha sido la clave
A lo largo de las décadas, la pareja ha visto de todo: épocas de abundancia y de escasez, momentos de felicidad y de dolor.
Sin embargo, su amor nunca flaqueó. Mientras muchas relaciones no soportan el paso del tiempo, ellos encontraron en cada obstáculo una razón para seguir unidos.
“A veces nos peleábamos, pero siempre terminábamos riéndonos”, dice Paz, recordando los momentos cotidianos que los ayudaron a mantenerse fuertes. “Es mentira que el amor se acaba; el cuerpo envejece, pero el corazón sigue igual”, agrega con ternura.
La vida de don Eustaquio y doña Paz ha sido de compromiso, no solo con su familia, sino también con ellos mismos.
La verdadera clave para un matrimonio duradero
La clave, según su hijo Leonel, ha sido la comprensión mutua. “Se han cuidado siempre. Cuando uno se enfermaba, el otro no lo dejaba solo ni un momento. Mi papá siempre estuvo pendiente de mi mamá, y ella igual con él. Ese es el verdadero amor, el que cuida”.
Hoy en día, con una lucidez indiscutible, recuerdan cada detalle de su historia como si hubiera ocurrido ayer. A pesar del tiempo y los achaques de la edad, la pareja sigue teniendo gestos de amor que conmueven a quienes los rodean.
“Se toman de la mano, se dan besitos... y hasta se dicen cosas bonitas como si fueran novios”, comenta uno de sus nietos, admirado de la conexión que aún existe entre ellos.
La vida les ha dado muchas pruebas, pero también muchas recompensas. Juntos han visto a su familia crecer, y hoy en día disfrutan de la compañía de sus hijos, nietos, bisnietos y hasta tataranietos.
Y aunque el tiempo ha dejado sus huellas en sus cuerpos, su amor sigue siendo tan fuerte como el primer día. “El amor de mis padres es de esos que ya no se ven, de esos que duran toda la vida”, dice Benigna, con una mezcla de admiración y gratitud.
Porque al final, el amor verdadero no se mide por los años que se comparten, sino por cómo se viven esos años. don Eustaquio y doña Paz son muestra de que el amor no tiene fecha de caducidad.