Arcadia llegó de Durango a Culiacán hace siete años y es un ejemplo de fortaleza
Por: Francisco Castro
En la esquina de la prolongación Obregón con Reynaldo Pérez, una modesta frutería y carnicería se ha convertido en el escenario donde se forjan historias de esfuerzo y sacrificio.
Arcadia Romero, una mujer de 41 años originaria de El Durazno, Durango, se ha ganado el cariño y respeto de sus compañeros y clientes no solo por su habilidad para hacer tortillas de harina, sino por su fortaleza y determinación para sacar adelante a sus hijos en medio de las adversidades.
Hace siete años, Arcadia y su familia decidieron emigrar a Culiacán buscando una oportunidad que les diera estabilidad y mejor calidad de vida.
Con su esposo y cinco hijos a cuestas, ella nunca imaginó que esta decisión marcaría el principio de un nuevo ciclo lleno de retos, además de enseñanzas que, con el tiempo, la llevarían a labrarse un propio camino para ella y para sus hijos.
"Llegamos buscando un futuro mejor en el que mis hijos tuvieran las oportunidades que no da el campo: estudiar. Quería darles esa oportunidad", cuenta Arcadia para Tus Buenas Noticias mientras extiende una bola de masa con el bolillo, estirándola con destreza para que quede delgada y perfecta para su comal.
La pérdida y el renacer
El destino, sin embargo, no fue tan fácil con Arcadia. Un giro inesperado llegó cuando su esposo falleció poco después de instalarse en Culiacán.
Convertida de repente en madre y padre, asumió una nueva responsabilidad, la de liderar su hogar con firmeza y sin miedo a lo que la vida le pusiera enfrente.
Y aunque la tristeza la invadió por un tiempo, ella nunca perdió de vista su objetivo: sacar a sus hijos adelante, a toda costa.
“Se sufre mucho cuando uno se queda solo con los hijos. Tienes que pagar renta, agua, luz. Pero aunque se hace difícil, no te puedes rendir. Tienes que seguir adelante”, dice Arcadia, mientras sus manos siguen trabajando con la masa y al mismo tiempo cuida que las tortillas queden en su punto exacto.
Arcadia nunca dejó que la desesperanza la venciera. En su vida, no hay tiempo para lamentarse; siempre hay algo que hacer, un futuro por el qué luchar.
Su habilidad en la cocina, aprendida desde pequeña en su hogar en El Durazno, donde desde los 11 años tenía que ayudar con los quehaceres y la comida, le permitió encontrar una salida.
La jornada diaria
Arcadia comienza su día a las 5 de la mañana. Aunque el cansancio se refleja en su rostro, no hay espacio para el descanso cuando la responsabilidad es tan grande.
Su rutina diaria incluye limpiar su casa, alistar los uniformes de sus dos hijos que todavía viven con ella y preparar el desayuno para su hijo más pequeño, quien estudia en la primaria Justo Sierra, justo frente al lugar donde ella trabaja.
“Nos levantamos temprano, alisto los uniformes desde la noche, y mi hijo de primaria desayuna en mi trabajo”.
Este sacrificio diario tiene un objetivo claro: brindarles a sus hijos lo que a ella le fue negado, la oportunidad de estudiar y salir adelante.
Hoy, de los cinco hijos que emigraron con ella, tres ya se han casado, mientras que los dos más jóvenes, uno de 16 años y el más pequeño de primaria, aún dependen de ella.
El valor de la tortilla
Las tortillas de Arcadia tienen un toque especial, un sabor que recuerda a los fogones de su tierra natal. Cada mañana, ella amasa, estira y cocina con la misma pasión que le pone a cada uno de sus sueños.
Si alguna vez tienes la oportunidad de visitar la Frutería y Carnicería Franco, en la colonia Los Mezcales, frente a la Primaria Justo Sierra, no olvides probar las tortillas de Arcadia.
Arcadia Romero es, sin duda, un ejemplo de lucha y resiliencia. En su historia hay un mensaje claro: no importa cuán difícil sea el camino, siempre hay una forma de salir adelante si se tiene la determinación suficiente.
Y aunque su vida no ha sido fácil, su capacidad de reinventarse y la fuerza con la que sigue adelante son las mismas que le permiten, hoy en día, ser una madre orgullosa, una trabajadora incansable y una mujer que transforma su vida con el trabajo de sus manos y la fuerza de su corazón.