En el corazón de Culiacán, el antiguo Puente Cañedo, hoy puente Hidalgo, representa un símbolo de la evolución urbana y la conectividad de la ciudad
Por: Francisco Castro
La historia del Puente Cañedo comienza en 1904, cuando fue construido a la par del emblemático Puente Negro, uniendo por primera vez el centro de la ciudad con las colonias al norte del río Tamazula. Hasta entonces aisladas durante las crecientes estacionales.
La obra, impulsada por el gobernador Francisco Cañedo e inaugurada en 1909, fue diseñada por el ingeniero Luis F. Molina, quien también trabajó en el Teatro Apolo.
La arquería de hierro del puente original, sostenida por robustos machones de cantera rosa de Mojolo, evocaba la estética medieval europea, un testimonio de la arquitectura monumental de la época.
Una obra emblemática y de conectividad
El puente no solo cruzaba el río, sino que conectaba mundos separados, transformando la vida urbana y facilitando el desarrollo hacia el norte.
Originalmente conocido como "Puente Colorado" debido al característico color rojo de su estructura, el puente contaba con un piso de duela de madera, suficiente para el tránsito de carruajes y peatones en sus primeros años.
Sin embargo, el rápido crecimiento de la ciudad y la aparición de vehículos pesados lo convirtieron en un reto para la infraestructura. Por más de cinco décadas, el puente soportó el peso del progreso, hasta que, en 1958, se decidió su desmantelamiento.
Un ícono del pasado
Este nuevo diseño reflejaba la urgencia de una ciudad en expansión, pero dejó atrás el legado visual que marcó la memoria de generaciones.
Hoy, aunque el Puente Cañedo vive solo en fotografías y relatos, su impacto perdura. Fue más que un cruce sobre el río Tamazula.
Esta infraestructura fue un catalizador de desarrollo, un testigo del crecimiento de Culiacán y un puente entre el pasado y el presente de la ciudad.