Pensó que nunca tomaría el camino de las adicciones viendo el nivel en que estaban sus familiares por esa causa, pero idolatrar a los adictos lo llevó por ese destino
Por: Juan Francisco Sotomayor
"Vi ángeles, vi a Dios, o a todo mundo. Despertaban sentimientos porque ya sabía que estaba entre la vida y la muerte", confiesa Gustavo Luna al recordar los episodios más oscuros de su vida.
Su historia es una muestra cruda de los estragos que las adicciones pueden causar, un camino que lo llevó desde el seno familiar hasta vivir en basureros y prostituirse por unas dosis.
Nacido en Nayarit pero criado en Mazatlán, Sinaloa, Gustavo proviene de una familia marcada por el mismo problema: “tres de nosotros tenemos el mismo problema de adicción”, relata.
Desde niño fue testigo de un entorno violento y desolador:
“Lo feo era tener que ver llegar a mi hermano todo drogado, todo sustanciado, y ser el objeto donde pudiera sacar su frustración, la manera en que me golpeaba tal vez por falta de una dosis”.
El consumo de drogas no fue una decisión repentina, sino una consecuencia de lo que observó desde pequeño.
“Yo miraba a personas adictas en la calle sonriendo, nadie les decía nada, los respetaban. Para mí eso era un ídolo, personas vestidas como cholos, respetadas por su manera de ser y no por lo que consumían”, confiesa Gustavo.
Esa visión distorsionada de la realidad lo llevó a consumir cristal por primera vez a los 15 años, impulsado por el deseo de huir del maltrato y los golpes.
“Le dije a mi madre: ‘Ya no más golpes, ya no más maltrato, ya no más culpa’, y desde ese momento lo probé”.
Con la adicción llegaron los delitos: “Lo empecé a conseguir asaltando, haciendo cosas indebidas”. Pronto decidió separarse de su familia e irse solo a Tijuana, Baja California, donde continuó con su espiral de autodestrucción. “Me di cuenta que no podía estar en casa y opté por abrirme lejos”.
El camino de Gustavo fue cada día peor.
Gustavo recuerda un episodio estremecedor en el que fue víctima de violencia extrema. “Se nos atravesaron tres carros, se bajaron con armas, me pegaron un batazo en la cabeza y me desconecté del mundo”.
“Cuando desperté, estaba amarrado, desnudo y en agua helada, mientras me hacían preguntas. No pensé que saldría vivo de ahí. No fue ni por mi madre, ni por mi padre, ni por nadie. Creo que fue por Dios”.
Pero lo peor para Gustavo fue el momento en el que tocó fondo: vivir en un basurero y prostituirse para conseguir drogas.
“Tuve que relacionarme con personas que ni te imaginas, tener relaciones sexuales con personas por dinero nada más. Fue el momento en que más me desconocí”.
Hoy, Gustavo reflexiona sobre su experiencia con un mensaje claro:
“No es recomendable ese paso por drogarte. No es solo para aguantar los dolores o situaciones, porque también vives experiencias muy malas a cambio de optar por esa salida”.
La advertencia de organismos de ayuda
El organismo de ayuda Malala hace un llamado urgente a la sociedad sobre la importancia de un entorno positivo durante la infancia. A través del Podcast ¿No pasa nada? conoce la historia completa.
“Contar con un ejemplo positivo es fundamental para el desarrollo de una personalidad firme y la definición de metas en la vida. De lo contrario, los niños podrán adoptar como ídolos a figuras de la narcocultura o personas con hábitos negativos a su alrededor”.
Gustavo Luna es un testimonio vivo de cómo el contexto puede arrastrar a los jóvenes a caminos peligrosos y de cómo, a pesar de tocar fondo, siempre existe la posibilidad de salir adelante.