El arte de hacer piñatas: La historia de Josefina Zamora y su emprendimiento familiar

Josefina Zamora aprendió este oficio observando a su mamá y desde hace 12 años es una fuente de ingresos importante para su familia

Por: Francisco Castro

En medio de la complejidad de la vida cotidiana, hay quienes encuentran un camino lleno de colores, creatividad y tradición para salir adelante. Este es el caso de Josefina Zamora, una mujer que, desde hace más de una década, ha convertido el arte de hacer piñatas en su principal fuente de ingresos.

Lo que comenzó como una tradición familiar, observando a su madre crear piñatas para sus hijos, se transformó en un negocio que no solo ha prosperado, sino que ha permitido a Josefina apoyar a su hogar durante tiempos complejos.


Hace 12 años, Josefina comenzó a elaborar piñatas de forma casual, principalmente en la temporada navideña. Pero con el tiempo se dio cuenta de que había una oportunidad de convertir su habilidad en un negocio formal.

"Al principio, solo hacía piñatas para la Navidad, pero luego me di cuenta de que podía hacer más", comenta Josefina mientras muestra con orgullo su taller, ubicado en un pequeño local en el bulevar Las Torres, en la colonia Prados del Sol, al sur de Culiacán.

Las piñatas, una tradición familiar

Este negocio de piñatas no solo es una tradición familiar, es también una historia de crecimiento y solidaridad entre generaciones. Su hermana y sobrina han seguido el mismo camino, creando una red de mujeres emprendedoras dedicadas a este peculiar arte.

"Nos compartimos los conocimientos y nos apoyamos entre todas, compartimos experiencias y consejos", explica Josefina. Su sobrina, quien comenzó en un negocio propio, también se dedica a la creación de piñatas, pero actualmente trabaja desde su hogar.

El negocio de Josefina se ha diversificado con el paso de los años. Desde las tradicionales piñatas navideñas, hasta modelos más modernos como avatares de videojuegos, personajes de anime y figuras de la cultura pop.

"La piñata más demandada ha sido la de Peppa Pig y unicornios”, comparte para Tus Buenas Noticias. Pero actualmente le piden más sobre personajes de animes y videojuegos. “La gente quiere lo que está de moda", explica Josefina.

La creatividad es el sello de Josefina

En su taller, la creatividad y la adaptabilidad son clave. "Me piden cosas muy específicas y siempre trato de hacer lo mejor posible, aunque a veces los materiales no sean los mismos que en otros países donde miran las piñatas. Lo importante es que se vean igual de bien", dice con una sonrisa.

Josefina tiene una filosofía clara sobre su trabajo: "Me gusta crear cosas diferentes. Entre más detalladas y originales sean, más me gusta hacerlas". Su pasión por crear y sorprender a los niños con piñatas únicas es lo que más le satisface de su negocio.

"Cuando los niños ven sus piñatas y se emocionan, o las mamás me dicen que quedó igualito a lo que querían, me siento muy feliz", confiesa. Este contacto directo con sus clientes, especialmente con las familias, es lo que le da un sentido de pertenencia y gratificación en su trabajo.

A pesar de las dificultades económicas y la crisis de seguridad que azota Culiacán, el negocio de Josefina le ha permitido mantenerse a flote y contribuir al hogar. Aunque su esposo, también comerciante de snacks para fiestas, ha visto disminuir su actividad, la venta de piñatas ha sido un salvavidas para ella.

El arte de las piñatas, una forma de vida

Con dos hijas, una de 16 años que cursa la preparatoria y otra de 27 que ya ha formado su propia familia, Josefina siente que su negocio no solo es un medio de subsistencia, sino también una forma de empoderar a su familia y darle un futuro mejor.

"Mi hija mayor también tiene un empleo y su propio negocio vendiendo paquetes de hotdogs para fiestas. Somos una familia de comerciantes, siempre buscando nuevas formas de generar ingresos", comenta.

El taller de Josefina es un reflejo de la calidez y dedicación con la que trabaja. En cada rincón se pueden ver piñatas de todo tipo: desde las tradicionales de picos, hasta aquellas de personajes populares, cada una hecha a mano con esmero y creatividad.

"No me gusta hacer lo mismo siempre. Busco retos y disfruto ver cómo cada piñata cobra vida", dice mientras toma un trozo de papel crepé y lo coloca cuidadosamente sobre una estructura de cartón.

El precio de las piñatas varía según su tamaño y complejidad. Las piñatas más pequeñas, como las miniaturas, se venden desde 100 pesos, mientras que las más grandes y elaboradas, como las piñatas personalizadas de personajes de robots o superhéroes, pueden llegar hasta los 2 mil pesos.


"Lo importante es que el cliente quede satisfecho. Me esfuerzo por hacer cada piñata lo más parecida posible a lo que piden", comenta.

La historia de Josefina Zamora es un claro ejemplo de cómo la perseverancia, el amor por la tradición y la creatividad pueden convertirse en una fuente de ingresos en tiempos complicados.

Con su trabajo, no solo ha logrado sostener a su familia, sino también aportar una dosis de alegría y color a las celebraciones de su comunidad. Y es que, como ella misma dice, "la satisfacción más grande es ver la cara de los niños y de las mamás cuando ven la piñata que les hice".

Para ella, hacer piñatas no solo es un negocio, es una forma de hacer feliz a la gente y de seguir creando, día tras día.