Los helados de Juanita endulzan la memoria de niños en Jardines del Valle

Desde hace 14 años es más que una vendedora de helados en la primaria Pablo de Villavicencio. Ha dejado huella en muchas generaciones.

Por: Jacqueline Sánchez Osuna

En medio del bullicio del recreo, mientras los niños corren, ríen y juegan, Juanita se prepara detrás de su puesto de helados. Con su atención endulza las memorias y corazones de los niños en Jardines del Valle.

A los 53 años, Juanita lleva consigo una mezcla de nobleza y alegría contagiosa que la caracteriza.

Una nueva oportunidad 

"Un día, un señor que vendía helados aquí en la escuela me pidió que lo ayudara porque tenía que ausentarse. Yo todavía andaba con bastón, me costaba mucho trabajo moverme, pero me animé. Cubrí tres días y al cuarto, me dijo que dejaría el puesto y me lo ofreció. Desde entonces, aquí estoy", recuerda Juanita.

Con un gesto amable Juanita vende sus helados a los niños de la primaria Pablo de Villavicencio.

Juanita no es ajena al esfuerzo. A lo largo de su vida, ha combinado su rol de ama de casa y madre con trabajos que le permitieran contribuir a la economía familiar.

"Te juro que extraño a los niños, sus gritos, sus risas cuando están en física. Cuando tengo vacaciones, ya quiero regresar a la escuela. Aquí en la primaria tengo una partecita de mi corazóncito", confiesa, emocionada.

Algunas experiencias han marcado su vida

Entre las tantas anécdotas que guarda en su memoria, hay una que la marcó profundamente.

“Había un niño, Víctor, que estaba en primero. Se sentía muy solito, no tenía amigos y siempre venía conmigo. Me decía: ‘Mamá, ese niño’, como si yo fuera su mamá. Yo lo apapachaba, le daba helados, si necesitaba algo de la tiendita, se lo compraba. Cuando terminó la primaria, me abrazó para despedirse. Años después, me lo encontré en el súper y fue directo a abrazarme con el mismo cariño de antes. Esas son las cosas buenas que te deja este trabajo, el cariño que no se olvida”, cuenta mientras una lágrima escapa de sus ojos.

Con dedicación se prepara cada día para vender sus helados en la hora de recreo.

Juanita no solo vende helados, también ofrece un refugio emocional para quienes lo necesitan. “A veces, los niños buscan más que un dulce. Buscan alguien que los escuche, que les preste atención, y yo estoy para eso. Esas cosas no tienen precio”, dice con humildad.

Gran amor hacia su trabajo

El vínculo de Juanita con la escuela no termina en el recreo. Antes de cada ciclo escolar, ella y sus hijos se ofrecen como voluntarios para mejorar las instalaciones.

“Nosotros pintamos los salones, hacemos cortinas, lo que sea necesario. Aquí estoy para servir a los maestros y a los alumnos en lo que necesiten”, explica.

Su amor por su trabajo es tan grande que, incluso los domingos, siente emoción por el inicio de la semana. “Cuando llega el domingo, ya me emociona saber que mañana es lunes y vendré a trabajar de nuevo. Me gusta lo que hago, me llena de alegría”, asegura.

Junto con sus helados Juanita comparte su amor a los niños de la primaria Pablo de Villavicencio.

A lo largo de 14 años, Juanita ha aprendido que el éxito no se mide en dinero, sino en el impacto que se tiene en los demás.

“He obtenido muchas satisfacciones de convivir con tantos niños. Me han dejado muy bonitas experiencias. Aquí he hecho de todo, pero lo más importante es el cariño que se queda en mi corazón”, dice con una sonrisa que refleja su gratitud por la vida.

Para todos en la primaria Pablo de Villavicencio, Juanita no es solo una vendedora de helados; es una figura que representa amor, dedicación y constancia.

Hoy, generaciones de estudiantes, exalumnos, maestros y padres de familia la recuerdan con gratitud.

Porque, en Jardines del Valle, los helados de Juanita no solo refrescan los recreos; también endulzan las memorias y los corazones de todos los que tienen la suerte de conocerla.