Rosy Llanes, de 43 años, ha encontrado en su negocio de tortillas y guisos un nuevo comienzo en el fraccionamiento Los Ángeles
Por: Francisco Castro
Rosy Llanes Ojeda, de 43 años, ha encontrado en su negocio de tortillas y guisos un nuevo comienzo en el fraccionamiento Los Ángeles
Desde hace cuatro meses, esta emprendedora ha comenzado a deleitar a sus vecinos con tortillas de harina hechas a mano y guisos tradicionales, una actividad que marca un giro en su trayectoria después de más de dos décadas dedicadas a la venta de raspados y cevichurros en el sector Barrancos.
Un nuevo comienzo
Rosy llegó al fraccionamiento Los Ángeles hace cuatro meses, donde vive de renta junto a su familia. Inspirada por las enseñanzas de su madre, Bernarda Ojeda Niebla, quien también solía vender snacks en la zona, Rosy decidió apostar por un nuevo giro.
“Quise cambiar, meter algo diferente. Ahora hago tortillas de harina y preparo frijoles puercos, sopa fría, cochinita, pollo con chile chipotle, rajas... Voy variando el menú para ofrecer algo nuevo cada día”, comenta para Tus Buenas Noticias.
El sabor de sus guisos, una herencia
Con el apoyo de su madre, Rosy dedica sus mañanas a preparar con esmero cada uno de los platillos que ofrece. Aunque las ventas iniciales han sido bajas, no pierde la esperanza.
“Es cuestión de tiempo para que la gente nos ubique y se anime a probar. Estamos empezando, pero confiamos en que las cosas mejorarán”, dice con optimismo.
La transición no ha sido fácil. Durante 21 años, Rosy fue conocida en Prados del Sol 2, rumbo a Barrancos, por sus raspados y cevichurros, una actividad que le permitió sacar adelante a su familia.
Sin embargo, al llegar a Los Ángeles, vio la oportunidad de reinventarse y apostar por una propuesta más artesanal y nutritiva.
“Hacer tortillas a mano es un arte que aprendí de mi mamá. Quiero que mis clientes sientan que cada bocado lleva el sabor de casa y la tradición de mi familia”, explica.
Rosy contribuye al gasto del hogar
Rosy vive con su esposo y sus dos hijos, un joven de 22 años y una niña de 13. Su hogar es también su centro de operaciones, donde las tareas del día se dividen entre el cuidado de la familia y la atención al negocio.
“Es difícil, pero gratificante. Hay días en los que todo parece cuesta arriba, pero luego llegan clientes que te dicen que les encantó lo que hiciste y eso te motiva a seguir adelante”, comparte con una sonrisa.
Con cada tortilla y guiso que prepara, Rosy está creando una conexión especial con su nueva comunidad y contribuye al gasto del hogar.
Y aunque extraña los días de raspados y cevichurros, reconoce que este nuevo emprendimiento le ha permitido fortalecer los lazos con sus vecinos y construir un camino hacia el futuro.
Rosy Llanes es el ejemplo de cómo la perseverancia y el amor por las tradiciones pueden abrir puertas en los momentos más inciertos.
En cada platillo que ofrece, comparte un pedacito de su historia y de las lecciones transmitidas por su madre, dejando claro que el sabor de la familia nunca pasa de moda.