Doña Fermina Valenzuela, de 78 años, ha dedicado su vida a la reparación de calzado en Culiacán, manteniendo vivo el legado de su esposo
Por: Francisco Castro
En la colonia Ampliación Pemex, un rincón de la ciudad donde las calles se llenan de historias de esfuerzo y tradición, vive doña Fermina Valenzuela, de 78 años de edad.
Desde su modesta casa en la esquina de Hilario Medina y Felipe Ángeles, esta mujer ha tejido una historia que no solo honra el oficio de la reparación de calzado, también sostiene los valores de trabajo y unidad familiar.
Seis décadas calzando a Culiacán
Todo comenzó en 1962, cuando doña Fermina contrajo matrimonio con el señor Rosario López Rojo, un hombre que había hecho de la reparación de calzado su vocación.
Rosario aprendió el oficio trabajando para el maestro Rivera, un reconocido zapatero de la época, quien al fallecer legó su taller a los hijos de Fermina y Rosario, cimentando una tradición familiar que perdura hasta el día de hoy.
Aunque Rosario falleció hace 30 años, su legado sigue vivo a través de sus hijos.
De los cinco varones y dos mujeres que tuvieron, tres de ellos se han dedicado plenamente a este oficio, manteniendo talleres en distintos puntos de la ciudad. Uno está ubicado en el bulevar Madero y otro cerca de la tienda Coppel Andrade.
Por su parte, doña Fermina gestiona un punto de recepción de calzado en su casa, en la ampliación Pemex, donde se asegura de canalizar el trabajo hacia los talleres de sus hijos.
“Este oficio nos permitió sacar adelante a nuestros hijos. Mi esposo y yo siempre trabajamos en equipo, y ahora ellos han seguido ese camino”, relata con orgullo doña Fermina para Tus Buenas Noticias.
Además de la reparación de calzado, sus hijos también han ampliado el servicio a la fabricación de botas especiales para policías, tránsitos y hasta bandas de guerra locales.
Doña Fermina, ejemplo de fortaleza frente a las dificultades
La historia de esta familia no está exenta de dificultades. Heriberto, uno de los hijos de doña Fermina, enfrenta una batalla contra el cáncer, pero sigue desempeñándose en el oficio con el apoyo de sus hermanos.
Esta situación ha fortalecido los lazos entre ellos, demostrando que la unión y el trabajo son los pilares de su resiliencia.
El punto de recepción de calzado que doña Fermina maneja en la colonia Ampliación Pemex es un espacio sencillo, pero funcional. Hace algunos años, el lugar servía como una tienda donde se vendían dulces y refrescos, pero doña Fermina decidió adaptarlo para atender las necesidades del gremio zapatero.
Fue un vecino quien, al observar su dedicación, le propuso colocar un letrero que anunciara el servicio de reparación de calzado. “Ese letrero fue un regalo, y desde que lo pusimos, el trabajo comenzó a llegar”, cuenta con optimismo.
El sueño de doña Fermina
Hoy, a pesar de los retos económicos que enfrentan los talleres debido al alto costo de las rentas en el centro de la ciudad, doña Fermina ve oportunidades. Ha sugerido a sus hijos adquirir una máquina de codo para realizar reparaciones básicas en su casa y así optimizar los tiempos de entrega.
“Con una máquina aquí podríamos hacer trabajos rápidos sin necesidad de enviarlos al taller. Sería una forma de que este punto también crezca,” reflexiona.
Con 44 años de residencia en la colonia Ampliación Pemex, doña Fermina es una figura conocida y querida.
Su punto de recepción de calzado se ha convertido en un referente para la comunidad, no solo por la calidad del trabajo que ofrecen sus hijos, sino también por la calidez y compromiso que ella imprime en cada interacción.
La historia de doña Fermina Valenzuela y su familia es un ejemplo de cómo un oficio tradicional puede trascender generaciones, adaptarse a los cambios y seguir siendo una fuente de sustento y orgullo.
Un legado que, sin duda, seguirá marcando huella en cada zapato reparado. Los oficios tradicionales son una manera de consolidar la paz y la sana economía de la ciudad.