Cuando llegó al pueblo vio gente de todos los estados de la república y lo comparó como la migración hacia Estados Unidos. Eso le animó a instalar una papelería
Por: Juan Francisco Sotomayor
En Villa Juárez, Sinaloa, hay un pequeño rincón donde los años no han pasado en vano, pero sí con sentido. Se trata de la papelería Lupita, un negocio que nació cuando el poblado apenas era un caserío con calles de tierra y sin servicios básicos.
Hoy, más de cinco décadas después, ella sigue ahí, atendiendo con la misma amabilidad y sencillez con la que empezó.
Su nombre completo es Felicitas Ramírez Magaña, pero casi nadie lo sabe. “Todos aquí me conocen por Lupita”, dice sonriendo para Tus Buenas Noticias, mientras acomoda agujas, botones y cuadernos sobre el mostrador. Su nombre completo es una historia de familia: fue su abuela quien la registró, en ausencia de su madre.
"Mi papá quería que me pusieran Guadalupe, pero mi mamá quería que me pusieran Felicitas por una abuela. Como mi mamá estaba en cama por el parto, mi abuela fue a registrarme como Felicitas Guadalupe, pero hasta que salí de la primaria se dieron cuenta que sólo me habían puesto Felicitas. Y como ya todos me decían Lupita, así me quedé."
Originaria de Puruándiro, Michoacán, Lupita llegó a Villa Juárez a los 9 años. “Venimos buscando la vida”, recuerda. Su padre, comerciante, vio futuro en los campos agrícolas del valle de Culiacán, donde año con año llegaban miles de migrantes de todo el país.
A los 22 años Lupita se casó con José Mario Iturríos Machado, hijo de una de las familias fundadoras del pueblo, nacido en la colonia El Tapacal. Juntos construyeron una vida de lucha, trabajo y comunidad.
“Antes de casarme ya vendía cuadernos, estaba cerca de una escuela y me decidí a hacer algo más formal”, cuenta.
Poner una papelería les pareció buena opción
Fue su esposo quien la animó a poner una papelería. Así, desde un rinconcito en su casa, comenzó con papelería, cierres, botones, peines, agujas de tejer, ganchos, y lo que fuera útil para la gente que llegaba de lugares tan lejanos como Oaxaca, Durango o Zacatecas, Puebla, Guerrero y Chiapas.
El flujo de jornaleros hizo que Villa Juárez creciera rápidamente ante la concentración de trabajadores del campo que llegan por miles en cada temporada. “Yo veía a la gente de tantos lados y decía: esto es como un Estados Unidos chiquito”, comenta Lupita. Y así, gracias al esfuerzo constante, logró comprar la casa donde hoy está el negocio.
No fue fácil: el vendedor aceptó venderla, pero les dejó el problema de sacar a los antiguos ocupantes. Tres años les tomó resolver el pleito legal. “Pero lo logré”, afirma, con orgullo.
Al principio hubo años duros en los que, además de la papelería, Lupita y su esposo vendían ropa y telas en los campos.
“Salíamos a los campos con los niños chicos, vendíamos ropa interior, cortes de tela… si la papelería no daba, teníamos que buscarle por otro lado.” Con el tiempo, la ropa dejó de ser rentable y Lupita decidió quedarse en casa. “Preferí estar con mis hijos y cuidar el negocio desde aquí.”
La decisión rindió frutos: con ese pequeño local, sacó adelante a sus cuatro hijos. “No todos estudiaron universidad, pero les di lo que pude, gracias a este trabajo.”
Pasan los años y continúa instalada en el mismo lugar, a la vuelta de la calle principal, casi enfrente de la iglesia católica del centro. Hoy, su hijo Mario Alberto la ayuda en la papelería, mientras su esposo atiende un pequeño negocio contiguo de refacciones para electrodomésticos.
El tiempo ha cambiado muchas cosas. “Antes con lo que ganaba podía comprar muebles o hacer otros proyectos, pero ahora me conformo con seguir vendiendo… pero yo feliz.” Aunque han surgido otras papelerías, Lupita sigue siendo un referente en Las Cupías, hoy convertido en el centro de la sindicatura.
“La gente me procura porque sabe que aquí encuentra lo que busca”, dice. Mientras atiende la entrevista para Tus Buenas Noticias, los clientes llegan preguntando por agujas sin punta y alfileres con cabeza redonda, cartón corrugado y otros artículos escasos.
Un referente de los fundadores de Villa Juárez
En 2022, el Ayuntamiento de Navolato la reconoció como una de las comerciantes fundadoras del pueblo. “Me sentí halagada, muy feliz, fue un día muy bonito.” Muchos le han dicho que ya es tiempo de retirarse, pero ella no lo contempla.
“Me gusta mi trabajo, me siento feliz al venir cada mañana. Es un trabajo limpio, y me siento útil.”
A sus 72 años, Lupita representa algo más que una comerciante veterana. Es memoria viva de un pueblo que creció con las manos de miles de migrantes y con el corazón de gente como ella, también migrante, que sin hacer ruido ha marcado la historia local.
“Estoy agradecida con Villa Juárez, aquí encontré mi hogar, mi familia y mi vida.” Es la historia de una migrante que ha resuelto las necesidades domésticas de la comunidad y de miles de estudiantes por cinco décadas. Su nombre es Felicitas, pero en el corazón de todos es: Lupita.