Por: Víctor Pérez
Un 30 de abril, pero de 1924, el entonces secretario de Educación pública, José Vasconcelos, celebró por primera vez –de manera oficial- el Día del Niño, cuyo objetivo era la promoción de valores para la protección y el bienestar tanto físico y emocional de la niñez mexicana.
Sin embargo, es importante entender el contexto histórico de aquellos años. Nuestro país iniciaba durante la década de los veinte, un proceso de reconstrucción y pacificación, tras 10 años –aproximadamente- de guerra civil, la cual se le denominó la etapa revolucionaria o Revolución mexicana.
Por lo que, la atención –de manera urgente- a las necesidades que la población civil demandaba, en especial, el sector infantil, fueron prioritarias por parte del gobierno de Álvaro Obregón, a través de la recién creada secretaría de Educación. Dichas necesidades educativas y de alimentación fueron tomadas por esa dependencia en su momento.
El festejo –institucionalizado y oficial- del Día del Niño en nuestro país, fue una expresión o respuesta necesaria para iniciar el proceso de reivindicación hacia la mejora de la calidad de vida de todos los niños y las niñas mexicanos. Sería un recordatorio constante, de la importancia que tiene nuestra infancia en la construcción y consolidación de un país con valores y principios correctos.
Años más tarde, y después de dos terribles conflictos bélico internacionales – la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y la Guerra de Corea (1950-1953), la ONU declararía como “Día del Niño” el 20 de noviembre de 1959, así mismo, decretando la Declaración de los Derechos del Niño y la Convención sobre los Derechos del Niño, antecedente directo de la UNICEF.
Hoy en día, debemos hacer conciencia más que nunca, que nuestros niños son el futuro inmediato de nuestra Sociedad. La actual crisis de valores, que nuestras comunidades padecen, es el resultado de un debilitamiento de la institución más importante y más influyente para nuestros niños y niñas, es decir, nuestras familias. Formemos futuros ciudadanos con valores, libres de vicios o malas costumbres, que en la infancia se adquieren. Por último, recordemos que Infancia es destino.