El Parque Japonés Masayoshi Ohira va más allá de ser simplemente un espacio verde; es un testamento vivo de la colaboración y amistad entre México y Japón
Por: Uriel Santiago Joffre Sánchez,
Ubicado en la pintoresca alcadía de Coyoacán, el Parque Japonés Masayoshi Ohira, Jardín Japonés, se presenta como un santuario cultural y natural en medio de la Ciudad de México. Su historia se remonta a 1942, cuando fue inaugurado bajo el nombre de "La Pagoda". Sin embargo, su trascendencia se marcó de manera significativa en mayo de 1980, cuando el primer ministro japonés Masayoshi Åhira realizó la primera visita oficial a México con el objetivo de fortalecer los lazos entre ambas naciones.
Desde entonces, este parque ha florecido como un rincón sereno y armonioso donde la estética japonesa se entrelaza con el diseño paisajístico, brindando a los visitantes una experiencia inigualable. En este espacio único, sus senderos serpenteantes, estanques habitados por koi y jardines de piedras ofrecen más que una experiencia visual, sumergiendo a quienes lo visitan en un estado de tranquilidad y contemplación.
Una de las adiciones más emblemáticas fue la instalación de un portal torii en medio de un apacible lago, que con el tiempo se ha convertido en un ícono distintivo del parque. Esta estructura simbólica añade un toque de autenticidad japonesa, reforzando la conexión cultural que el parque busca promover.
El Parque Japonés Masayoshi Ohira no solo es un deleite para los sentidos, sino también un espacio para la conexión cultural. A lo largo del año, el parque se transforma en un escenario vibrante de eventos y festividades que celebran la riqueza de la cultura japonesa, sirviendo como un puente viviente que fomenta la comprensión y el aprecio mutuo entre ambas naciones.
El Parque Japonés Masayoshi Ohira va más allá de ser simplemente un espacio verde; es un testamento vivo de la colaboración y amistad entre México y Japón, enriquecido por su historia, diseño distintivo y eventos culturales que trascienden fronteras y culturas. Este tesoro encontrado en la CDMX ofrece a sus visitantes no solo momentos de paz, sino también una experiencia única que resalta la diversidad cultural que enriquece la vida cotidiana de quienes lo exploran.
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