Por: María Elena Sanz Angulo
En repetidas ocasiones, los estudiosos han tratado de dar una definición precisa del término adolescencia. Lo cierto es que quién la vive “adolece” de todo: sus cambios físicos, su carácter voluble, sus actitudes; su ideología está en evolución al igual que su organismo. Se siente raro, diferente, no se ubica ni con la familia, ni con los amigos.
La adolescencia es el punto intermedio, de varios años, entre ser niño y adulto joven; algunos le llaman a este periodo “transición”, lo que verdaderamente nos debería preocupar; no es el cómo llamarle a esta etapa, sino la manera en cómo el joven vive este periodo, pues será el decisivo, en su vida futura.
La etapa de la adolescencia será vivida de diversas formas, según sea el periodo histórico que, al joven, le toque vivir. Así vivieron su adolescencia los jóvenes griegos, romanos los de la edad media, los de la modernidad y desde luego los jóvenes contemporáneos sin olvidarnos del adolescente del futuro que, en su momento vivirá esta etapa de desarrollo. Aunado a esto, el nivel social en el que el joven se desenvuelva será determinante en su vida futura, la relación de familia y la que lleve con los de su misma edad; así como el bagaje cultural que posee van a influir en su autoconcepto de persona, su idiosincrasia y autonomía.
El adolescente es producto de una sociedad; nace dentro de una familia, crece en una comunidad. Sus costumbres, gustos y actitudes dependerán del entorno social, de su cultura y desde luego de su educación.
Si hablamos de un adolescente en particular podríamos decir que éste presenta cambios físicos, biológicos y emocionales. Vive una lucha interna entre el desarrollo secundario de sus órganos reproductores, la metamorfosis que sufre su cuerpo y los estados anímicos en los que oscila.
La gran mayoría de los jóvenes, antes que vivir una adolescencia plena, la sufre. Se incomoda y se abochorna de su cuerpo: que si el pelo no se le acomoda; la falda le queda más corta y apretada; ¡algo ha ocurrido con sus caderas!. Aquella blusa que de niña le gustaba, ahora le ciñe por el inicio de sus senos que; lejos de hacer que se sienta orgullosa, se avergüenza.
Su cara es a veces más grasosa y con algunas desagradables erupciones, que lo minimiza frente al resto de sus compañeros; sobre todo, si es el único que vive este problema en carne propia. Quiere hablar, pero un sonido gutural que no es ni agudo ni grave, lo ha echado todo a perder. Le molesta a veces el tener que afeitarse, o depilarse y reniega contra las vellosidades; a otros esta medida de higiene personal, les agrada, pues le hace sentirse adulto.
Si nuestro adolescente es hombre, padece de sueños húmedos; pero si es mujer, resulta aún más complicado el lidiar con esos días de cada mes. Por otro lado; su estado de ánimo varia, crece el egocentrismo o se crea un concepto pobre de sí mismo.
Los amigos influyen en su manera de vestir, hablar, cambia sus gustos, actitudes, maneja ideologías raras para los adultos; se caracteriza por ser rebelde, rechaza toda imposición, sobre todo si ésta viene de un adulto; sus padres o maestros principalmente.
Desea independencia y se molesta con sus padres al ver frustrado su objetivo; busca su identidad, cuando no se ha encontrado a sí mismo.
Todo adolescente es un individuo, con una personalidad, con intereses propios; con gustos y disgustos. Los padres y maestros de secundaría principalmente, debemos no sólo entender esta etapa como algo pasajero; sino como una situación biológica – emocional definitiva en la vida del joven.
Es el periodo de decisión, de identidad, reafirmación sexual, de buscar autonomía, sin ser aún capaces para ello y de planeación de las perspectivas del futuro; pero también es el periodo del peligro, pues un joven adolescente es más susceptible para experimentar “lo nuevo”, en terrenos del sexo, el alcohol, las drogas e incluso su identificación con personas del mismo sexo y del opuesto.
Como maestros de secundaría, los problemas del adolescente y de la etapa que padece; nos debería de preocupar, esto sucede en sentido contrario. A la mayoría de nosotros nos interesan los contenidos de nuestras materias sin percatarnos que lo más importante es el alumno, pues estamos tratando con personas en procesos de cambios físicos, biológicos, emocionales y cognitivos.
Los maestros debemos ayudar al joven a sobrellevar su etapa adolescente; influir en ellos para que no se sienta sólo, ni ignorado, mucho menos ridiculizarlo frente a sus compañeros o ante otros adultos; pues en muchos casos se le ocasiona un daño irremediable.
Los maestros de secundaría nos debemos de preocupar por entenderlos y entender la etapa que el joven sufre, tenemos que vigilarlos sin que se den cuenta; pero sobre todo, los maestros de adolescentes debemos aceptarlos con sus conductas rebeldes y actitudes, a veces, pasivas para lograr que se introduzcan en la sociedad y se desarrolle.
Un joven que atraviesa la etapa adolescente debe sentirse, hasta cierto punto, protegido ya que; aunque aparenta una autonomía, en realidad la busca; se siente libre pero no es responsable de su libertad, demuestra que no le importa nada, cuando la verdad, es que sufre y todo le preocupa.
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