Un gobierno con actitud científica toma decisiones basadas en evidencia y, de manera estratégica, busca resolver los grandes problemas que aquejan a los habitantes de un país democrático con innovación. ¿Eso es lo que viene?
Por: Francisco Cuamea
La ideología como la religión parten de dogmas. Sus premisas se toman como verdaderas por sí mismas y no necesitan comprobación. Por ello, la ciencia es la mejor mancuerna para ejercer el poder. ¿La política o político de hoy está preparado para ello?
Si bien con Porfirio Díaz hubo un Gabinete positivista y entre finales del Siglo 20 e inicios del 21 sobresalieron los técnicos neoliberales expertos en macroeconomía, no se trató de ciencia en toda su amplitud.
Hoy al menos hay una promesa clara en la primera parte de la conformación del Gabinete de Claudia Sheinbaum, tanto por los perfiles de quienes serán sus integrantes de esta primera remesa, como con la creación de la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación.
Hasta aquí pareciera indicar que las decisiones de política pública del Poder Ejecutivo se tomarán con base técnica y científica, o al menos eso planteó Rosaura Ruiz Gutiérrez.
“Tomar decisiones con base en el conocimiento científico, tecnológico, humanístico, histórico, lo es todo, y esa es la perspectiva que estamos desarrollando”, dijo quien será la titular de esta nueva Secretaría.
La actitud científica: gobernar con método
No podemos ver el futuro ni tampoco ver u oír lo que sucede en el búnker de Sheinbaum, pero sí podemos aspirar. Ambicionar. Soñar. Es gratis.
Si la Presidenta electa es de formación científica y de profesión política, aspiraríamos a que su gobierno tenga una actitud científica y tome decisiones basadas en evidencia y que, de manera estratégica, resuelva los grandes problemas que aquejan a los habitantes de un país democrático con innovación.
Porque como política buscará estar siempre en el ánimo de los electores, y como científica, sabrá que hay maneras de resolver los problemas. Y que si no las hay, pueden desarrollarse.
O en otras palabras, como política tendrá que decidir sobre “lo que se tenga que hacer”, pero debería procurar que esto suceda con respaldo científico.
Ahí donde haya un problema añejo, que ha crecido en lugar de resolverse, como la delincuencia organizada, se formulen hipótesis, se descarten las viejas y onerosas fórmulas, se hagan experimentos o prácticas (pilotos) y que se implementen cuando los resultados den certeza de efectividad.
Y lo mismo para la deforestación, para la pobreza, el mercado interno y para todos los ejes que cruzan de un lado a otro la esfera de la toma de decisiones conocida como Poder.
¿La política escuchará a la científica?
Dejando de lado la aspiración idealista, hay una realidad que ese sueño de gobernanza científica tendrá que afrontar: la política es pragmática.
La ciencia y la técnica buscan resolver problemas. La política busca ejercer el poder, por eso los científicos y especialistas del Gabinete tendrán que aprender a tener templanza y paciencia, porque en la esfera política se juega ajedrez, otro juego muy distinto a la resolución de problemas.
La esfera de lo político calcula el aquí y el ahora, la reacción de la opinión pública, sigue los pasos de la oposición, o está frente a dilemas siempre controversiales como el del bien mayor.
“El mundo político sigue seducido por la idea de control y de ahí procede su especial dificultad para entender y gobernar en estos nuevos contextos”, observa Daniel Innerarity.
Ojalá sí nos toque conocer un gobierno con método científico, muy diferente a los que hemos tenido desde la mitad del Siglo 20.