Alabado sea el concreto. Así es el dogma de la obra pública

El predominio de la infraestructura gris en la urbanización de Culiacán contribuye significativamente a las inundaciones y alta sensación de calor que sufrimos cada año

Por: Francisco Cuamea

¡Alabado sea el concreto! Que no falte en ninguna parte. Tal es la plegaria de la obra pública y privada. Es el dogma invariable ante la evidencia científica de su impacto negativo para el bienestar humano y el medio ambiente.

Recién tuvimos una oportunidad para cambiar, pero la desperdiciamos. El 30 de diciembre se abrió el paso deprimido de la salida norte, en el cruce de bulevar Orquídeas y José Limón (carretera Internacional) de Culiacán, cuyo costo anunciado fue de 219.4 millones de pesos.

Arriba del túnel, sobre el mero cruce donde están los semáforos, se hicieron dos planchas de concreto en cada uno de sus extremos, de aproximadamente unos 15 metros cuadrados. Ahí podrían acomodarse unas 75 personas por plancha. 

En pocas palabras, dos magnas losas de concreto que exhiben el dogma de la infraestructura gris en la obra pública y privada. Es decir, no se piensa en sus impactos, cuya evidencia científica y literatura es extensa. Una alternativa posible y económica para esas planchas de concreto pudo haber sido la infraestructura verde, pero no lo fue.

¿Cuál es el problema? Que el concreto contribuye significativamente al cambio climático y la degradación ambiental en las ciudades debido a su alta huella de carbono. 

“Las áreas urbanas contribuyen con el 70 por ciento de las emisiones globales de dióxido de carbono y consumen un asombroso 75 por ciento de la energía mundial. Este impacto está destinado a crecer debido a la rápida urbanización: para 2050, más de dos tercios de la población mundial, alrededor de 6.5 mil millones de personas, vivirán en ciudades. Esto pondrá una enorme presión sobre los recursos, exigiendo aún más energía e intensificando la huella ambiental de nuestras ciudades”, escribe Zachary Smith, director de Zauben, empresa especializada en tecnología climática.

La sensación de calor en Culiacán, gracias a la infraestructura gris

La producción de concreto, especialmente la del cemento, libera grandes cantidades de dióxido de carbono, además de contribuir a la impermeabilización del suelo, reduce la biodiversidad urbana y aporta intensamente a las islas de calor, que en Culiacán son insoportables.

Un suelo impermeable limita la absorción de agua, aumentando el riesgo de inundaciones que pueden afectar hogares y servicios básicos. Estos factores también reducen la calidad del aire y los espacios verdes esenciales para el bienestar mental y físico de las comunidades.

Quizá hablamos aquí de dos planchas de concreto muy específicas, que son parte de un camellón central, pero multiplicado por la infraestructura gris que se ha hecho en años y la actual, podemos entender porqué Culiacán se inunda cuando llueve y porqué la sensación de calor puede alcanzar los 40 grados. 

Este nuevo paso deprimido promete una jardinera lateral de área verde con vegetación y especies trepadoras que conformarían un muro. La idea es buena, pero pudimos haber hecho más.

Culiacán crecerá más y con ello lo hará la urbanización pública y privada. Para que sea una ciudad habitable y sostenible se requiere dejar atrás el dogma del concreto y comenzar a trabajar con soluciones basadas en la naturaleza y tecnologías climáticas, las cuales mejoran su desarrollo cada día que pasa. 

Como dice Zachary Smith, si queremos un futuro resistente al clima, debemos transformar nuestras selvas de concreto en ecosistemas urbanos sostenibles y prósperos.

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