La epidemia del cortocircuito

¿Qué implicaciones sociales y políticas tendrá que, por un lado, estemos convencidos de que el crimen cuenta con un poderío sin límites, y por otro, desconfiemos de la información de las instituciones?

Por: Francisco Cuamea

La epidemia del cortocircuito es una expresión de humor negro para referirnos a la desconfianza de la sociedad en las versiones oficiales, nacida a partir de los errores de comunicación pública, la infodemia, la impotencia y la incertidumbre que se vive en Culiacán desde el 9 de septiembre.

Surge tras los numerosos incendios, grandes y pequeños, y cuya causa suele atribuirse invariablemente a esa figura elusiva que llamamos delincuencia organizada, aunque las autoridades expliquen que no es así.

La epidemia del cortocircuito, pues, es encontrar en el crimen la explicación a todo lo violento que sucede, así haya casos que no lo son, y a la vez, desconfiar y burlarse de las versiones oficiales. Algo similar a una teoría de la conspiración. 

Si hay un incendio y las autoridades dicen que fue un cortocircuito o una chispa, la sociedad no lo cree. La explicación más “sensata” será la acción criminal. 

Se le debe en parte al ahora ex Secretario de Seguridad Pública de Sinaloa, Gerardo Mérida Sánchez, quien el 10 de septiembre publicó un video dando un recuento de ese día, posterior al inicio del conflicto. 

Entre varios sucesos, asegura que la causa del incendio de una camioneta de una empresa telefónica fue un cortocircuito. Como el contexto incluyó bloqueos, enfrentamientos y hasta la parálisis del transporte público, quedó como un intento de minimización de la gravedad de las cosas. Más, cuando los días posteriores (y hasta la fecha) se han encargado de reiterar que la violencia es real.

Pero la epidemia del cortocircuito va más allá de la desconfianza que se pueda tener en las versiones oficiales. Tiene conexiones más profundas en nuestro comportamiento social y político. Se trata de lo que Yuval Noah Harari identifica como realidades intersubjetivas.

Mientras que la realidad objetiva tiene una correspondencia fuera de nosotros y la subjetiva está dentro de la mente de cada uno, la realidad intersubjetiva se construye en el intercambio de información entre las personas.

“Las cosas intersubjetivas -leyes, dioses, naciones, empresas, dinero- existen en el nexo que se establece entre un buen número de mentes”, explica el historiador

“Más específicamente, existen en los relatos que las personas nos contamos unas a otras”.

Así, por ejemplo, para cuando las autoridades declararon que el incendio del negocio de trampolines y el casino se debió a una chispa de soldadura, la mente colectiva ya tenía su propio relato creado en conversaciones de pasillo, WhatsApp y demás redes de comunicación: fue un ataque criminal y el gobierno quiere ocultarlo. 

¿Qué implicaciones sociales y políticas tendrá que, por un lado, estemos convencidos de que el crimen cuenta con un poderío sin límites, y por otro, desconfiemos de la información de las instituciones?

Porque, así sea falso, esta es la realidad intersubjetiva que hoy creamos y nos contamos unos a otros: la delincuencia puede más que las autoridades. 

Será todo un gran desafío reconstruir el relato que tenemos de nosotros mismos.

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