Para cuidar la democracia en el frente de las redes sociales, tenemos que fortalecer nuestros filtros personales y disminuir nuestros niveles de credulidad
Por: Francisco Cuamea
“Si todos opinamos igual, alguien sale sobrando”, reza el dicho. Es humanamente imposible la uniformidad de opinión.
Por ello, la libertad de expresión es el fundamento de la democracia. Una sociedad libre se enriquece de la pluralidad y debe tener un mecanismo de gestión de las diferencias.
¿Pero qué sucede cuando las expresiones son inducidas con información falseada? En ¡Es fake! La credulidad social y la democracia se explicó que hoy las personas nos enfrentamos al exceso de información con nuestros propios filtros cognitivos. En palabras terrenales, con nuestra propia educación, ignorancia, criterio, cultura, prejuicios y creencias.
Antes de la disrupción de internet, el Estado, los medios de información o la academia, por ejemplo, filtraban la información, verificaban y difundían aquello considerado útil o de interés público. Hoy nos rascamos con nuestra propias uñas.
Así, todos los días recibimos información veraz, por un lado, pero por otro, también consumimos información falsa. Es esta última la que perjudica a la democracia.
De acuerdo con el estudio Fake news - Desinformación en Chile y LatAm, citado por Statista, el 43% de los encuestados mexicanos dijo enfrentarse a noticias engañosas o falsas todos o casi todos los días.
Pareciera una nimiedad, quizá ya es tan común que nos acostumbramos, pero el constante ir y venir entre expresiones falseadas y “hechos” fabricados ha venido deteriorando la conversación pública a niveles que no alcanzamos a comprender, pero que lo notamos en el ambiente polarizado de hoy.
“La confianza es un bien común al que no dañan el error y la equivocación, pero sí la falsedad manufacturada”, dice el filósofo Daniel Innerarity.
Ingenuo o doloso
Usted puede leer una opinión en redes sociales que defiende que la Tierra es plana y lo convencen. Luego, usted hace lo propio: Lee, cree, está de acuerdo y comparte.
Entonces, está propagando entre sus contactos una opinión con un sentido no muy preciso de la verdad. Es falso. La Tierra no es plana, pero está en su derecho de creerlo y compartirlo. Es la libre expresión de la democracia.
Pero es muy distinto, por ejemplo, crear medios de comunicación o cuentas “fantasma” para fabricar “hechos” y difundir falsedades. Mentiras. Causar un daño intencional.
En este tipo de fabricaciones suelen hacerse señalamientos severos, acompañados de documentos creados para dar un toque de “profesionalismo” y, en algunos casos, hasta de comentarios de algún entrevistado también “fantasma”. Pero dicho medio no existe. Eso ya no es libertad de expresión, sino un acto doloso que busca perjudicar a alguien.
Sin embargo, habrá quien, según su nivel de credulidad, o calidad de filtro cognitivo, lo tome como auténtico, lo crea y lo comparta.
“Lo que caracteriza en sentido propio a las fake news es que quien las propaga es consciente de su falsedad o, dicho de otra manera, las comunica desde una indiferencia hacia la verdad”, explica el filósofo Daniel Innerarity.
Contra la desinformación: aprenda a detectar noticias falsas
Para cuidar la democracia en el frente de las redes sociales, tenemos que fortalecer nuestros filtros personales y disminuir nuestros niveles de credulidad.
Aunque parezca un simple acto de tener un teléfono en mano, estar en redes sociales implica responsabilidad personal. De tal manera que no podemos ser ingenuas o ingenuos.
Aplica en temporadas electorales en las que suelen arreciar este tipo de campañas de desinformación o fake news, pero también con los audios que llegan al whatsapp, cuando se desata un evento de violencia.
Cerramos compartiendo un gráfico publicado por Periodistas de a Pie que contiene 10 recomendaciones para identificar las noticias falsas.
El consejo general es: verifique la información antes de compartirla. No seamos crédulos.