La legendaria banda de Seattle está de regreso con nuevo álbum, lo cual es un pretexto para contar un poco de su activismo social y de su retribución a la comunidad como balance de su éxito
Por: Francisco Cuamea
¿El artista está obligado al compromiso social? ¿O su aportación se agota al momento de materializar su creatividad? Esta es una falsa disyuntiva. La verdad es que es una decisión personal y es legítimo involucrarse o no con la vida pública.
Hay artistas que sólo se dedican a lo suyo y otros que se comprometen más allá de los escenarios, como es el caso de Pearl Jam, la legendaria banda de Seattle que está de regreso con su nuevo álbum Dark Matter.
Su reaparición en la escena da el pretexto para contar las acciones que estos músicos realizan como parte de su ethos.
Los 90
La década de los 90 fue la época de gloria de ese movimiento cultural llamado Grunge que se distinguió por romper con el glamour de los 80, la estética bizarra y ostentosa, y se dio paso a una moda de ropa sencilla, de estilo obrero. En la música se dio un giro de la frivolidad a la introspección humana, y de lo virtuoso a la música sin pretensiones.
El corazón e imperio del Grunge fue Seattle que por una razón mágica fue cuna de excelentes vocalistas, bateristas y compositores, principalmente.
En términos generales, la hegemonía californiana de canciones de fiesta y desorden quedó superada. El final de los 80 gestó un nuevo paradigma cuya mirada estaba en el ser humano, quizá influido por las crisis económica que por esa época pasaba Seattle, así como por la epidemia de heroína. Y por un fuerte sentido de comunidad entre los artistas de la ciudad.
Más allá de la música
Pearl Jam surgió en ese contexto. Su trayectoria es muy conocida. Fue y es una banda que va en contra de lo establecido y muchas de sus canciones ya se ganaron un lugar en la historia, por eso vale la pena contar un poco de su activismo.
Y puede decirse que Eddie Vedder, Stone Gossard, Mike McCready, Jeff Ament y Matt Camerón son personas talentosas, exitosas, pero sobre todo, que retribuyen a la sociedad algo del privilegio obtenido.
Cuentan con la fundación Vitology a través de la cual despliegan apoyo con donaciones, participación, presentaciones y vocería para un amplio abanico de causas, como la ambiental, personas en situación de calle y los derechos indígenas.
Pero además, cada uno de los integrantes apoya otras causas por cuenta propia y han creado otras fundaciones. Es el caso de Vedder, por ejemplo, quien junto con su esposa Jill defienden el acceso al aborto y luchan a favor de medidas contra el cambio climático. Juntos cofundaron EB Research Partnership.
O Matt Cameron, baterista (originalmente de Soundgarden), que bien está comprometido con la prevención del suicidio y el acceso a la salud mental para todos, como también apoya la educación musical para los jóvenes.
Y también compensan sus emisiones de carbono
Desde 2003, Pearl Jam calcula las toneladas métricas de dióxido de carbono que produce en sus giras mundiales y lo compensa aportando millones de dólares a proyectos de restauración de biodiversidad para compensar o mitigar el dióxido de carbono que se libera a la atmósfera durante sus giras.
“Esos cálculos se basan en los vuelos de la banda y el equipo y las estadías en hoteles, el kilometraje de los camiones, el peso del envío (millas/modo de transporte) y la cantidad de fanáticos que asisten a cada espectáculo”, describe en su página.
¿Se imagina que las bandas regionales mexicanas, con todo el alcance e influencia que tienen, implementaran medidas similares de compensación del carbono que producen en sus giras?
Si puntualizáramos todo lo que los miembros de Pearl Jam hacen a favor de la comunidad no tendríamos el espacio. Si con su música nos motivan, su ética es una inspiración mayor.