La soledad no es un fracaso, puede ser un gran aliado...

Hablemos de la soledad en Taller de vida, hablemos de desolación. ¿Nos sirve en realidad vivir la soledad?

Ésta es una colaboración del psicoterapeuta humanista,

Antonio Ayala.

La soledad no es un fracaso...

Antes al menos teníamos la soledad... Hoy estamos peor; antes teníamos la soledad cuando perdíamos a quienes quisimos o tan solo deseábamos pasar rato ensimismados.

Hoy se nos arrebató esta posibilidad con tantos modos de interacción, confinados a perder la necesaria soledad, sin lograr tener al menos, una genuina compañía.

Porque lo de hoy es no estar solo, pero tampoco en compañía.

Ésta inocua parcialidad del otro que sin librarnos de él tampoco nos lo permite íntegramente. Por eso vivimos en la era de las soledades acompañadas, abandonando al que tenemos en frente y "acompañando" al que ni siquiera vemos.

La diferencia entre la soledad y la desolación, es que en la primera hay ausencia de compañía; mientras que, en la segunda, la ausencia es de sí mismo.

La soledad es un estado físico; la desolación un estado psicológico.

La soledad no es un fracaso en sí; el fracaso estriba en la indolente evitación que se hace, por no aprender a disfrutarla.

El miedo a la soledad solapado por la sociedad, brinda un efectivo argumento sustentador del esclavismo relacional: “Cómo te vas a quedar sola sin él” “Una mujer sola es vulnerable” “Necesitas un hombre que te cuide” etc. La soledad... está tan llena de gente ya, que no caben más.

Hay quienes asumen su soledad con una claustrofobia del yo, y no como una oportunidad de comunión con el adentro, los discursos callados, los pensamientos no observados... la soledad es un idóneo espacio para contarnos las historias vividas en su versión justa, para dejar que la realidad entre por nuestros pensamientos y se haga extensiva en todo nuestro ser.

La desolación surge de una ruptura relacional consigo mismo y la resentimos en medio de la soledad; por tanto, para remediarla no necesitamos reconciliarnos con quien nos abandona, sino con nosotros mismos.

Podrás ver el tamaño de tu miedo a la soledad, en la medida de lo que has sido capaz de soportar, con tal de no estar solo.

Habrá momentos en tu vida donde irremediablemente voltearás y te encontrarás solo. Será momento de mirar hacia adentro y encontrarte contigo mismo. Entonces ya no te sentirás solo y no pretenderás que otro te salve de tu soledad porque esta será para ti, un espacio de comunión con lo que eres.

El miedo a la soledad abarca un miedo primordial: el miedo a estar consigo mismo.

Elegir pareja por soledad es como elegir alimentos con hambre, tomaremos lo primero que se atraviese.

El derecho a ser feliz, está en la obligatoriedad con que aprendemos a disfrutar nuestras soledades. Hay personas que están tan casadas consigo mismas, que no pueden amar a otro más y por ello están destinadas a la soledad.

El escapista de sí mismo por cobardía a renunciar, hace todo para que lo que le sujeta, renuncie a él y así justificar que no fue él quien abandona, sino quien fue abandonado... No tendrá que enfrentar la culpa entonces y podrá argumentar a su favor su sufrimiento sin percibir conscientemente cómo ahuyenta a quienes le amaron y cómo da sostenimiento a su eterna soledad.

Cada quien será siempre dueño de sus soledades y digno de sus compañías. Disfrutar tu soledad, es un síntoma inequívoco de que ya estás listo para iniciar una relación.

Solemos buscar a alguien que nos encuentre... que nos rescate de nosotros mismos, de nuestra soledad; en realidad, necesitamos buscarnos a través del otro, para entonces hallar ese desconocido que silenciosamente habita bajo nuestra piel.

Algunos matrimonios, son soledad de dos en compañía. No es que estuviesen hechos el uno para el otro premeditadamente por Dios; es la desesperación por quitarse la soledad, lo que les dio dicha ilusión.

Las redes sociales han hecho posible privar de su soledad a las personas sin ofrecerles compañía.

La soledad une más que el amor a las personas. En las relaciones de pareja, el amor es un lujo, donde evitar la soledad es prioritario. Mitigar la soledad, puede ser más urgente que el amor para muchos.

La soledad es ausencia de sí.

Nada más falso que decir "Te extraño" cuando se siente soledad; eso no es extrañar, es urgencia de compañía.

En ocasiones, no le dejas ir porque le ames tanto; lo evitas porque aborreces tu soledad. No merece compañía, quien no ha aprendido a disfrutar su soledad.

Le pusimos el apodo de "amor" a muchas cosas: dependencia, deseo sexual, miedo a la soledad, etc. Es mejor poner los nombres propios, dejar los apodos para los que no quieren ver y prefieren mentirse piadosamente. Cosificamos todo que terminamos por ser el principal producto de consumo de otros tantos; somos una mercancía que se vende, compra y renta ante el mejor postor.

El ser humano se ha malbaratado al ponerse precio y devaluar su esencia. Se ha normalizado para poder ser materia de consumo y el "Status Quo" se volvió un paradigma para aquellos que sean capaces de vender lo más valioso que tienen, a cambio de soledades llenas de materialismos.

Hay aquellos que viven acompañados, en medio de una terrible soledad. No cambies una apacible soledad a cambio de tormentosas compañías. No hay peor soledad, que prescindir de sí mismo, con tal de estar con alguien más.

Nada más alejado de la condición gregaria del ser humano, más egoísta y vacío, que el que cree que puede poseerse sin valerse de los demás para llegar a sí mismo. El soberbio cree que se basta consigo mismo y en ello radica la soledad en que vive.

Por todo esto, la amistad siempre me ha representado un oasis en los desiertos de soledad.