El legendario Copala y sus cuatro Panteones
Una de las lapidas de piedras más antiguas data de 1872
Una de las lapidas de piedras más antiguas data de 1872
Después del auge de los Reales Mineros de Charcas y Pánuco, cuyo esplendor fue efímero, el antiguo Real de Minas de Copala, comenzó a producir oro y plata, debido al descubrimiento de nuevos yacimientos, esto atrajo la mira de los Españoles y al igual que la Villa de San Sebastián, hoy Concordia; Copala se fundó en 1565 por el conquistador Francisco de Ibarra, quien lo bautizó así en honor a “Cibola” o “Quivira”, ciudad imaginaria llena de riquezas de la que hablaba una leyenda Española posterior al siglo XII.
A partir del siglo XVI algunos exploradores de Nueva España creyeron que esa ciudad existía realmente, y la buscaron por Norteamérica.
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El amplio territorio y el crecimiento demográfico en Real de San José de Copala, nombrado así por haber sido fundado el día de San José, alcanzó elevados niveles durante las últimas cuatro décadas del siglo XVIII.
La población se encontraba distribuida en ocho reales mineros y haciendas de beneficios; treinta y tres haciendas caporales y ranchos, nueve pueblos y tres villas, siendo extranjeros una parte de los habitantes.
Tal vez esto explique la existencia de cuatro panteones en Copala, de los cuales tres aún se mantienen de pie en la actualidad, y en lo que queda del número dos existe una tumba que puede considerarse como la más antigua de todo el municipio de Concordia, pues esta lápida de piedra data de 1872 según su inscripción en latín.
Sobre este pueblo señorial bastantes cosas se pueden decir: su principal atractivo es la parroquia de San José, de estilo barroco, con más de 400 años de antigüedad, donde se puede admirar un bello altar estilo neoclásico en chapa de oro, y pinturas antiquísimas de la época; esta se terminó de contruir en 1788.
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Junto con la de Concordia y El Rosario, formaban un complejo de templos construidos durante la época colonial por el Arquitecto Jesús Ortigoza, gracias a mil monedas de plata donadas por Francisco Javier Blas de Vizcarra, Marqués de Pánuco.
También se puede rememorar como dato histórico que aquí vivieron los Padres del Ex Presidente Mexicano José López Portillo. En el panteón número uno se puede visitar la tumba de la Familia López Portillo, descendientes de Don Alonso López del Portillo, Encomendero de Copala, siendo nombrado como tal por el Capitán Francisco Cortés de San Buenaventura.
Muchas historias y leyendas se relatan en este pueblo, una de ellas dice que a un costado de la iglesia hay una palanca que al bajarse abre un portal hacia un tesoro, pero si en media hora no sacas todo el oro quedas atrapado en esa dimensión, supuestamente la estatua posicionada arriba de la puerta principal fue un soldado que intentó sacar el oro, pero al no conseguirlo trató de escapar quedando a la mitad de los dos mundos totalmente petrificado; se cuenta que esta estatua escupe a toda aquella novia que entra al altar vestida de blanco sin ser virgen.
Otra leyenda es la cara del diablo que apareció en el otro costado del templo, si logras pegarle tres veces seguidas con una piedra te concede un deseo, de lo contrario tienes que obsequiarle tu alma.
Pero la más inquietante, es la que dice que en la mañana de un 19 de marzo, día del señor San José, un grupo de jóvenes mineros partieron a seguir excavando la mina de "El Cerillo", ya que tenían varios días sin encontrar nada de lo que buscaban.
A esa hora el padre Rivera oficiaba la misa dedicada al Santo Patrono. Cuando allá en el vientre de la mina, uno de los buscadores introdujo su barra entre las rocas, descubriendo una enorme veta rica en oro y plata; fue tanta su alegría que salió corriendo por todas las calles del pueblo gritando el hallazgo desaforadamente, llegó hasta la iglesia interrumpiendo la misa con sus gritos, los feligreses salieron rumbo a la mina y el padre Rivera tras ellos, dejando la misa media empezada.
Quizás la avaricia o la curiosidad los llevó al fondo de la mina, donde los gritos de alegría o sorpresa provocaron el derrumbe de las paredes, haciendo imposible la salida de ellos, perdiendo todos la vida ahí adentro, sacaron sus cuerpos a los días después de lo sucedido.
Desde entonces se escuchan las campanas de vez en cuando, pero es seguro que el 19 de marzo entre dos y tres de la madrugada ya están sonando, como si fueran los llantos de los mineros y del padre arrepentido, que dejara una misa a mitad del sacramento.
No muy lejos de la entrada al pueblo, se aprecian dos tumbas adentro de un terreno cercado, y los lugareños cuentan una historia de amor trágica, la cual es una leyenda más, ya que ahí donde se encuentran dichas tumbas, se presume que era el panteón numero dos, cuyo espacio fue comprado por adinerados que demolieron la mayoría de las tumbas, dejando solo cuatro, una de ellas la más antigua de todo el municipio como se mencionó anteriormente, y otra de estas es muy misteriosa por haberse quedado a la orilla de la calle principal, no contiene fecha pero se observa el apellido Grey en la placa de mármol blanco.
En el ambiente tranquilo y acogedor de las calles de este antiguo pueblo minero enclavado en medio de las montañas de la Sierra Madre Occidental, a 71 kilómetros al este de Mazatlán, se combinan la historia, la cultura y los bellos paisajes naturales.
Esta magia ha causado fascinación entre los visitantes extranjeros y de otros estados del país, que algunos deciden regresar para adquirir una casa y pasar el resto de su vida en este pintoresco lugar.
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