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Margarito desempeña el oficio de ser bolero con gran entusiasmo

Comienza a despertarse la Plazuela Obregón abrazando un tradicional oficio que persiste el paso del tiempo, las modernidades, las muchas lluvias y una pandemia: ¡Gracias a personas como Margarito, el fin del confinamiento empieza con zapatos bien lustrados!

30 junio, 2020
Margarito desempeña el oficio de ser bolero con gran entusiasmo
Margarito desempeña el oficio de ser bolero con gran entusiasmo

Un oficio que es tradición desde los años 30, y en Culiacán rodea la Plazuela Obregón

Una manera de ganarse la vida llena de tradición e historia que ha sobrevivido el paso del tiempo y que todavía se ve en las plazas públicas y centros históricos de todo México.

Hace calor, se observa a la gente entre las bancas y el pintoresco kiosko del lugar donde con orgullo Margarito Ramírez Escobedo de 53 años de edad, mientras lustra unas botas, cuenta con gusto la gran clientela que se ha hecho al paso de más de una década, siendo bolero en la plazuela Obregón: “El secreto de una buena boleada es dejar el trabajo bien hecho, ‘bien clean’, que quede brilloso”.

 Plazuela Obregón

Don Margarito sonríe, como si el calor no hiciera reparo alguno en su ánimo y el trabajo, dicen sus compañeros que es uno de los favoritos de los clientes culiacanenses y que no le da pena hablar con nadie: “me aviento 30 pares al día, en un día bueno y en un día malo algunos seis”. Por un momento, la sonrisa se va y después de una pausa refiere con mucha seriedad que no ha sido sencillo sobrellevar los efectos del covid19, “he estado muy angustiado, sin poder trabajar”, vuelve a sonreír mientras continúa lustrando el calzado con mucho ímpetu, conversa atento con el cliente en silla y saca plática a quien ya espera turno, quien le responde con cercanía y confianza.

¡Don Margarito, la Plazuela Obregón y la tradición de un oficio histórico!

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Se puede ver la tradición de lustrar zapatos alrededor de la Catedral de Culiacán y su Plazuela Obregón, donde Margarito y muchos compañeros, resisten hoy la pandemia por coronavirus y la falta de clientela.

Héctor es compañero de Margarito, está boleando del otro lado de la plazuela casi a la entrada de catedral recuerda que desde niño conoció este oficio y que la situación actual lo trae de vuelta: “empecé desde chamaco y después lo dejé cuando me casé y tuve otros trabajos, y por la misma situación que se vino esta pandemia, pues otra vez ya estoy entrándole aquí porque a mi edad ya no te quieren contratar en otra parte, ya voy pa’ 60 años… aquí los que vienen ya son clientes porque los hemos tratado bien”.

La plazuela comienza a cobrar vida después de un largo confinamiento y hoy con poca gente, actividades diversas emergen poco a poquito. Punto de encuentro importante, que extraña a los paseantes, desde temprana hora y hasta que cae la noche mientras la tarde se difumina junto con los rayos de sol entre los frondosos árboles, el tradicional kiosko y la catedral.

Tengo 3 hijos, dos muchachas y un varón dice Margarito Ramírez mientras termina un calzado y asegura: “ahorita me siento más tranquilo, ya veo que empieza a haber más gente, aquí si trabajamos ganamos y si no trabajamos no hay ‘money’, pero pa’ las tortillas sale”.

Entre las ricas aguas frescas para el calor intenso que caracteriza a nuestra región, antojos como raspados y lichis… más viva que nunca comienza a despertarse la Plazuela Obregón abrazando un tradicional oficio que persiste el paso del tiempo, las modernidades, las muchas lluvias y una pandemia:

¡Gracias a personas como Margarito, el fin del confinamiento empieza con zapatos bien lustrados!

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