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¿Quieres saber qué es vivir con un drogadicto? Jennifer Chávez comparte su testimonio

Quizá no tengas la duda de saber lo que es vivir con una persona adicta; tal vez has juzgado y pensado que “no es para tanto” o probablemente conozcas a alguien que viva esta situación y no sabes cómo ayudarle. Tú, que estás leyendo esta historia, Jennifer Chávez te platica su vida como víctima del mundo de las drogas para aclarar tus dudas.

9 diciembre, 2020
¿Quieres saber qué es vivir con un drogadicto? Jennifer Chávez comparte su testimonio
¿Quieres saber qué es vivir con un drogadicto? Jennifer Chávez comparte su testimonio

Quizá no tengas la duda de saber lo que es vivir con una persona adicta; tal vez has juzgado y pensado que “no es para tanto” o probablemente conozcas a alguien que viva esta situación y no sabes cómo ayudarle. Tú, que estás leyendo esta historia, Jennifer Chávez te platica su vida como víctima del mundo de las drogas para aclarar tus dudas.

“Una de las cosas más difíciles fue saber que mi mamá nos tenía muriendo de hambre, nos tenía sin ir a la escuela, nos tenía aisladas de nuestra familia y todo por ESO (...) Porque no se imaginan el daño que le hacen a uno como hijo y los traumas que le dejan”. Entre lágrimas y desconsuelo, Jennifer Chávez recoge sus puños y solo atrapa malos recuerdos…

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“¿No pasa nada?” se pregunta la asociación Malala Academia en relación a los efectos de las drogas en los jóvenes, en sus familias y en su ciudad. Y para mostrar la realidad de este mundo, nos comparte el testimonial número catorce de la serie.

Conoce su historia completa:

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Con esta campaña de prevención, Malala Academia busca generar conciencia sobre el consumo de drogas, el daño que provoca, y todo lo que pierden las víctimas de las drogas.

De esta manera, exhorta a la sociedad, medios de comunicación e instituciones a sumarse para disminuir los niveles de drogadicción en México. Y tú, ¿crees que “No Pasa Nada”?.

A la corta edad de 20 años, Jenny ya conoce lo que es pasar hambre, no tener la oportunidad de estudiar o de estrenar unos calcetines. Y peor aún, vivir con el miedo que el ser que más ama recaiga en las drogas.

Dentro de su inocencia, Jennifer no comprendía por qué trabajadores sociales iban a su casa a buscarla a ella y sus hermanas. Tampoco ha conocido lo que es tener una plática madre e hija.

Pues su único intento de conversación fue detrás de una puerta mientras su madre hablaba por teléfono con otra persona, y ella fingía ser quien atendía la llamada para sentir el apego y cariño de quien le dio la vida.

Un día una camioneta llena de hombres y mujeres fue a recoger a su madre, quien iría a “un buen lugar”... para un adicto no hay buen lugar junto a sus amistades.

Hoy, Jenny no ha terminado de curar sus heridas, al grado que intentó quitarse la vida. Pero no pierde la esperanza de que su vida cambiará y podrá sonreírle nuevamente a su madre.

Vivir con un drogadicto es ir muriendo en pedacitos. Cada día tiene su propia agonía.


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