En esta edición hablamos de:
La Ansiedad
DIFIERO… AL CONOCIMIENTO SE LLEGA MEDIANTE EL CUESTIONAMIENTO
ANSIEDAD... ¿MODA O EPIDEMIA?
Hace unos días, en una cena éramos ocho personas y empezamos a hablar de ansiedad, y me di cuenta de que todos nos identificamos en alguna medida con el término; cada quien platicaba de su experiencia y cómo era la intensidad con la que experimentaba el tema; me llamó mucho la atención e investigué sobre eso.
La ansiedad, como emoción, es un sentimiento de miedo, temor, inquietud e intranquilidad ante una situación real o imaginaria que creemos que pasará y nos producirá estrés; este pensamiento ha encontrado en los últimos cinco años estar en boca de la mayoría, incluso se hizo una encuesta en el 2021 sobre bienestar emocional y el 19.3 por ciento de las personas de edad adulta —más de 18 años— dijo tener síntomas de ansiedad severa, a esto se le suma el 31.3 por ciento que afirmó tener síntomas de ansiedad moderada, y si sumamos ambos significa que casi un 50 por ciento de los encuestados se identifica con el concepto.
Una de las principales causas de ansiedad en las personas es el exceso de información a la que estamos expuestos; y cómo la valoramos, relaciones sociales, familiares, salud, trabajo, redes sociales, televisión, computadora e incluso charlas, nos pueden mencionar que el futuro es amenazante, y al reflexionar sobre eso —que no ha pasado— y aceptarlo como propio, genera dentro de nuestro cerebro una alarma que sentimos nos pone en peligro, aunque de momento sea solo imaginario la mayoría de las veces.
Debemos desarrollar nuestra habilidad mental para recodificar los pensamientos, esto es ayudarnos a no instalarnos en el futuro y olvidar el presente, que verdaderamente es lo único real que tenemos. Al volver a nuestra existencia, y no a la suposición de lo que pasará, la ansiedad disminuye, y en más del 97 por ciento de los casos nunca nos sucede el mal pronóstico que pensamos.
Debemos también identificar que la ansiedad no siempre es un padecimiento, sino una emoción común como cualquier otra, y sirve mucho en nuestras vidas para sobrevivir a ciertos riesgos ya que nos pone en alerta, incluso tiene que ver con el rendimiento; por ejemplo, cuando vamos a presentar una oferta o examen, el preocuparnos por el resultado está demostrado que aumenta nuestra eficacia.
Otra cosa es el trastorno de ansiedad generalizada, que se presenta de manera permanente en la persona, como preocupación exagerada y excesiva sobre cualquier evento y a veces sin motivo aparente. Esta patología provoca en muchas ocasiones una merma en la autoestima, reacción típica del ansioso; baja totalmente el ánimo y presenta un sentimiento de indefensión.
Lo primero, como en las demás emociones negativas, es aceptar que lo tenemos, valorarlo y gestionarlo; incluso pedir ayuda si lo creemos necesario. Es imposible no tener preocupaciones por el futuro, nadie es así, pero generar pensamientos de bienestar es un trabajo del que me tengo que hacer cargo, hay que querernos incondicionalmente, no por lo que somos, sino por quienes somos; agradecer diariamente, y definir cuál es ese pequeño paso que puedo dar hoy para administrar mi ansiedad, ese pensamiento me regresa al ánimo, y este a la posibilidad, para finalmente tener ilusión que es la valoración más efectiva del futuro.
En pocas palabras, Mario opina que:
“El ánimo lleva a la posibilidad y la posibilidad a la ilusión que es lo opuesto a la ansiedad y es la mejor manera de describir al futuro.”
ATISBOS DE CONCIENCIA
ANSIEDAD, UNA RESPUESTA EMOCIONAL A LOS PENSAMIENTOS DE FUTURO
Muchas veces, comprender un concepto puede ser más fácil si comprendemos cómo se diferencia de otro. En el caso de la ansiedad me parece muy útil ver la diferencia con la angustia. Porque ambos están relacionados, pero sus manifestaciones son diferentes. Y cuando comprendemos uno y otro, es más probable que sepamos manejar estos estados emocionales con mayor éxito.
Aún cuando hablamos de estados emocionales, es bueno también comprender que surgen como una respuesta a un estímulo, es decir, son respuestas emocionales.
La ansiedad es una respuesta a una amenaza, a algo a lo que se teme que pueda ocurrir en el futuro. Y esta ocurrencia de futuro puede ser algo que se percibe posible, que es real. De tal manera que podemos decir que la ansiedad es un estado de miedo exacerbado o de una fuerte preocupación. Y como cualquier estado emocional tiene su impacto en el plano físico —es decir, en el cuerpo—, ante la respuesta de ansiedad el cuerpo manifiesta ciertos síntomas, entre los que destacan la respiración corta con hiperventilación, la taquicardia o aceleramiento de los latidos del corazón, la sudoración, tensión en el cuerpo y una imposibilidad de mantenerse en calma. Si consideramos que la ansiedad corresponde a algo que provoca miedo o preocupación, entonces podemos pensar que la ansiedad tiene su parte positiva, cuando podemos identificarla y manejarla, ya que es como la señal de que es necesario prepararnos para algo, ya sea teniendo cautela, o bien, contando con los mejores recursos para enfrentarnos a lo que nos preocupa o le tememos. Digamos que sentimos ansiedad por una presentación en una junta de trabajo o con un cliente, o por una plática sensible con una persona; podemos considerar que la ansiedad nos anuncia que nos conviene ir preparados para ello, ensayando o haciendo uso de nuestros mejores recursos y argumentos.
La ansiedad está muy alimentada por los pensamientos y, dado que es una respuesta a algo del futuro, para aprender a manejarla nos enfocamos en cambiar los pensamientos y racionalizarlos. De alguna manera la ansiedad es una respuesta irracional por lo que le aportan nuestros pensamientos de futuro, algo que no está pasando.
Por otro lado, la angustia es una respuesta emocional de mayor intensidad, que surge sin motivo alguno, sin pensamientos previos, sin que exista una situación en específico y con una sensación profunda de malestar y de dificultad para manejar.
La angustia surge usualmente en crisis emocionales.
La ansiedad surge cuando nuestros pensamientos se van a un futuro en el que consideramos que no estamos listos o al que no seremos capaces de enfrentarnos. Nuestros pensamientos provocan la respuesta de la ansiedad, y con los pensamientos podemos manejarla y atenuarla.
En pocas palabras, Norma opina que:
“Nuestros pensamientos provocan la respuesta de la ansiedad, y con nuevos pensamientos podemos manejarla y atenuarla.”
CREER PARA VER
MI MIEDO A VOLAR
El título de este artículo no es metafórico, ni mucho menos, ¡jajaja! Es 100 por ciento literal, y te explico la historia detrás. Fue un 22 de diciembre de 2005; estaba estudiando la carrera en Monterrey, y como eran vacaciones de Navidad, tomé un vuelo temprano hacia Culiacán para pasar las fiestas en casa con mi familia. Para no hacerte el cuento largo, antes de despegar, una fuerte tormenta azotaba la pista. Aun así, el vuelo no se canceló.
Lo que vino después fue la peor pesadilla de mi vida. Fueron 15 minutos de ascenso en una turbulencia tan intensa que, aún hoy, al acordarme, me sudan las manos. En medio de esa fuerte sacudida del avión, vi al copiloto salir de la cabina con una linterna enorme, alumbrando las alas con una expresión desencajada. A mi lado, un padre rezaba; detrás de mí, una señora lloraba. La escena parecía salida de una película. Gracias a Dios no pasó nada grave más allá del susto. Pero ese día fue mi introducción al término “ataques de ansiedad”, que en los meses siguientes aprendería a conocer bastante bien y que jamás había experimentado.
Mi miedo a volar no terminó ahí. De hecho, me tomó años superarlo. Visité psiquiatras, tomé medicamentos y experimenté episodios de ansiedad generalizada que, en algún momento, se convirtieron en agorafobia. Este último, un trastorno de ansiedad que aparece tras ataques de pánico, me llevó hasta a sentir miedo de lugares con mucha gente, era difícil para mí incluso ir a una simple sala de cine.
Nunca voy a olvidar el día en que mi psiquiatra, después de intentar varias terapias para ayudarme a superar el miedo, me propuso una técnica que puede sonar sencilla pero requiere de mucho esfuerzo. La idea era no evitar la ansiedad, sino enfrentarla. Me explicó que cuando un ataque de ansiedad surge, el instinto natural es resistirse, pero lo que él me pidió fue que hiciera todo lo contrario: que me convirtiera en un observador de mis sensaciones. “Déjate llevar”, me dijo. “Deja que el ataque te rebase, como si el vaso se desbordara. Tu cerebro, al ver que no te pasa nada, eventualmente dejará de lanzar esas señales de peligro.”
Ese ejercicio como te digo no fue fácil, pero el día que logré ejecutarlo al cien marcó un antes y un después en mi vida. Fue como si mi mente finalmente entendiera que no necesitaba seguir “poniéndome a prueba”. Desde entonces, aunque sigo respetando a los avioncitos ¡jajaja!, ya no es algo que me paralice como lo hacía hace 19 años. Los episodios de ansiedad aún pueden aparecer, pero ahora sé cómo manejarlos: me detengo, me convierto en observador, dejo que el episodio pase y sigo adelante, sin necesidad de medicamentos ni terapias continuas.
Si hay algo que me gustaría compartir contigo a manera de aprendizaje, es que la ansiedad, aunque nos puede congelar por unos instantes, no tiene el poder de destruirnos. Lo que aprendí es que enfrentándola y observándola puedes recuperar el control. La ansiedad se alimenta de tu miedo, pero si le quitas esa “gasolina”, pierde toda la fuerza.
Cuando te enfrentes a un episodio de ansiedad, recuerda esto: no eres tus pensamientos ni tus sensaciones. Todo lo que estás sintiendo es temporal y no tiene el poder de dañarte. Aunque sientas que el corazón se te acelera o que no puedes respirar, esos síntomas son solo una reacción de tu cuerpo, no una amenaza real.
Lo más importante es que busques herramientas que te funcionen. Para algunos, puede ser terapia o técnicas como la respiración consciente. Para otros, puede ser simplemente aceptar y observar. Lo importante aquí es recordar que siempre puedes aprender a convivir con la ansiedad y superarla. ¡Gracias por estar aquí! ¡Te abrazo!
En pocas palabras, Kush opina que:
“La ansiedad, aunque nos puede congelar por unos instantes, no tiene el poder de destruirte si aprendes a enfrentarla y observarla. Reconocer que las sensaciones son temporales y que puedes manejarlas es clave para recuperar el control.”
ATREVERSE A IMAGINAR Y APRENDER
¿ES EL AMOR LA MEDICINA PARA LA ANSIEDAD?
Durante la mayor parte de mi vida no me reconocí como una persona que sintiera ansiedad de manera habitual. La podía identificar en los demás y creía que no era una emoción con la cual yo me relacionara en mi cotidianidad. Hoy entiendo que cuando me siento estancada y no tengo un plan de acción, la emoción que predomina en mí es ansiedad. He descubierto que necesito tener movimiento en mis emociones y necesito hacer algo al respecto.
De acuerdo con Harriet Lerner existen dos reacciones a la ansiedad: Exceso de control, o bien, con funcionamiento deficiente. En mi caso, cuando siento ansiedad mi manera de reaccionar hacia ella es con exceso de control. Es importante mencionarles que la ansiedad a la cual me refiero es la del día a día; no a la de un desorden clínico para el que es necesario un diagnóstico. Cuando hablamos de esa ansiedad que vivimos diariamente, me ha funcionado tener autoconciencia y conocer cómo se manifiesta en mí. Lo primero que quiero decir es que es una de las emociones más contagiosas; al respecto, muchos investigadores y profesionales de la salud mental creen que debido a que la ansiedad es tan contagiosa rara vez se experimenta de manera individual y que normalmente se presenta de manera grupal.
Las personas que reaccionamos a la ansiedad con la necesidad de tener un exceso de control tendemos a querer dar consejos, rescatar, microgestionar, meternos en los asuntos de otras personas en lugar de mirar hacia adentro. Las personas que reaccionan a la ansiedad con un funcionamiento deficiente son quienes no asumen ni toman responsabilidad y pueden ser percibidas como frágiles. En ambos casos, podemos trabajar para desarrollar una práctica de atención consciente que nos ayude a centrarnos en el aquí y en el ahora para evitar caer en estos comportamientos, pues ambos son una armadura que no nos permite sentir ni aceptar la realidad; por lo que, aunque no es natural para mí, lo primero que tengo que hacer cuando siento ansiedad es tratar de mantenerme en calma. No nací tranquila, pero lo he aceptado y hoy intento que sea una prioridad para mí. Cuando pienso en modelos a seguir, quiero ser capaz de aportar perspectiva a situaciones complicadas y sentir mis sentimientos sin reaccionar ante emociones intensas como el miedo o la ira. Es importante reaccionar con calma, pero ser rápida para pensar.
Una de las preguntas que me hago cuando siento que tengo la necesidad de controlar algo es: ¿Tienes la información suficiente para tomar la mejor decisión? ¿Confías en las personas o en la situación? Cuando desde un estado de calma me permito contestar y regresar a mí entendiendo que queremos controlar solamente en lo que no confiamos. El amor es lo contrario al control. El amor en cualquier manifestación necesita confianza. Si confiamos en nosotros mismos, en el proceso, en nuestro equipo, en nuestros hijos, no necesitamos controlarlos ni necesitamos controlar el resultado por lo que probablemente podremos dejar de sentirnos ansiosos y disfrutar nuestro viaje. ¿Están de acuerdo?
En pocas palabras, Andrea opina que:
“El amor es lo contrario al control. El amor en cualquier manifestación necesita confianza. Si confiamos en nosotros mismos, en el proceso, en nuestro equipo, en nuestros hijos, no necesitamos controlarlos ni necesitamos controlar el resultado por lo que probablemente podremos dejar de sentirnos ansiosos y disfrutar nuestro viaje.”
Casado, papá de 2 hijos.
Empresario, abogado y filántropo; escritor y conferencista acerca de temas de liderazgo y actitud positiva.
Casada, 4 hijos, 8 nietos.
Terapeuta, diseñadora e instructora de cursos. Conferencista y asesora personal en temas de vida.
Lic. en Diseño Industrial.
Esposo y papá de 2 niñas.
Creativo y empresario con más de 20 años de experiencia creando marcas.
Mamá de Andrés.
Apasionada por la Educación para transformar personas y propulsora de la equidad de género.