En esta edición hablamos de:
La Culpa
DIFIERO… AL CONOCIMIENTO SE LLEGA MEDIANTE EL CUESTIONAMIENTO
LA CULPA, ¿PARA QUÉ ME SIRVE?
Hace algunos días platicaba con un amigo y me decía que tenía más o menos tres años de que no le hablaba a su hermano, por un problema familiar que tuvieron y tenía que ver con el fallecimiento del papá de ambos y unos bienes que habían quedado y no se habían podido poner de acuerdo; este conflicto —me platicaba mi amigo— le pesaba, se sentía mal, como culpable, aunque en realidad él pensaba que había sido responsabilidad de ambos, pero cada vez que llegaba la época navideña, extrañaba a su hermano y se sentía como si fuera mala persona por no buscarlo, me llamó la atención esta reflexión y quise investigar más.
La culpa es un sentimiento de responsabilidad por un daño causado, es un sistema de alarma que se activa cuando consideras que tus acciones u omisiones han causado un efecto negativo en ti mismo o en los demás.
Freud explicaba la culpa como el "Dolor Psíquico" que se impone el propio individuo por haber causado a su juicio un daño.
La culpa afecta la autoestima, genera remordimientos, ansiedad y tristeza, como las demás emociones en general todos la sentimos alguna vez, y también recordemos que lo importante no tiene que ver con experimentarla, sino más bien tiene que ver con el cómo reacciono y gestiono cuando me pasa, eso sí depende de mis pensamientos.
Me gustaría identificar dos tipos de culpa: la primera es una emoción pesada y obsesiva, que se vive en silencio, pero además consideramos que nos avergüenza; y la segunda es una culpa sana, esta es a la que llamamos cargo de conciencia, esa voz interna que confronta nuestra concepción de lo correcto y lo incorrecto, pero sobre todo nos lleva a la acción de reparar el daño, y buscar nuestra tranquilidad, esta culpa es útil para nuestro bienestar.
Algunos de los pensamientos principales para atender la culpa son, en primer lugar, comprender el motivo por el que me llamo culpable, y en segundo, entender que asumir la responsabilidad no tiene nada que ver con asumir la culpa; esta última no me ayuda en nada, solo me castiga; en cambio, hacerme responsable de lo que siento, tomar acciones y buscar soluciones, sin duda me llevará a un estado de mayor tranquilidad y conforme con lo que siento y hago.
ATISBOS DE CONCIENCIA
LA CULPA, UNA MONEDA DE DOS CARAS
¿Es la culpa un sentimiento que ayuda o que estorba? ¿Es un recurso o una condena? Creo que la culpa es una moneda de dos caras. Como una emoción compleja, la culpa conlleva un componente moral o ético, que puede ser de ayuda, cuando se acompaña de la responsabilidad, o bien, que puede condenarnos a vivir en el arrepentimiento y la tristeza y opacar el presente que vivimos.
La culpa surge cuando nos lamentamos o juzgamos por un acto que cometimos o una negligencia, ya sea voluntaria o involuntariamente. Si con ello lastimamos a otras personas u ocasionamos un daño material, y aparece nuestro apego a los valores, a la ética o a las normas sociales de convivencia, entonces de manera responsable podemos tener alguna respuesta consecuente para reparar el daño. Es entonces cuando distinguimos entre el arrepentimiento con responsabilidad y la culpa. Cuando somos capaces de reparar un daño, es cuando yo creo que la culpa se convierte en un gran recurso. Es a esto a lo que se le llama la “culpa buena”, una emoción que nos lleva a la acción reparatoria.
Sin embargo, en muchas ocasiones nuestras decisiones, acciones o negligencias, han ocasionado un daño en nosotros mismos; de alguna manera han alterado nuestro mundo y por esas decisiones ahora vivimos arrepentidos, tristes o en añoranza. Esto provoca arrepentimiento en el presente y esta emoción puede condenarnos a un estado de tristeza o de arrepentimiento permanentes. Incluso en el caso en el que hayamos dañado o lastimado a alguien más y, aun con una reparación, nos mantengamos en ese estado en el que no nos perdonamos y seguimos atascados en la culpa. Es así que la culpa se hace tóxica y nos condena a un estado de infelicidad incapaces de vivir en el presente apreciando lo que sí tenemos o de lo que sí somos capaces.
La culpa tóxica tiene, además, otras consecuencias. La culpa, acompañada de la vergüenza, provoca inconscientemente la búsqueda de un castigo a nuestra falta. Entonces podemos soportar situaciones que no nos hacen bien, que nos lastiman o nos quitan dignidad, como una forma de “purgar” nuestra falta. Esto obviamente va minando nuestra autoestima y nos impide desplegar nuestro potencial y el disfrute de nuestra vida.
No tengo duda de que trabajar la culpa es un aspecto básico en cualquier proceso de desarrollo personal.
En pocas palabras, Norma opina que:
“El trabajo personal que verdaderamente detona liberación y crecimiento pasa por identificar nuestra tendencia a manejar la culpa, como recurso o como una condena”.
CREER PARA VER
DEBÍ “TIRAR” MÁS FOTOS
No soy tan fanático del reguetón, pero esta canción que ahora me sale hasta en la sopa debo admitir que está buena. Seguramente leíste el título y te vino la tonada a la cabeza si es que navegas seguido por Instagram Reels o TikTok. Debí tirar más fotos de cuando te tuve, debí darte más besos y abrazos las veces que pude…
Y aunque la letra como muchas canciones puede tener varias interpretaciones, a mí me llegó por el lado de la culpa. Esa culpa que nos golpea cuando alguien se va y te das cuenta de que no hiciste lo suficiente, que no dijiste todo lo que querías, que diste por sentado momentos, personas y experiencias. Esa sensación que te aprieta en el pecho y te deja con una sola idea en la cabeza: pude y debí haber hecho más.
Es un sentimiento del que nadie se escapa. A veces nos llega con la pérdida de un ser querido, otras con una relación que se rompió sin haber dicho las palabras correctas, o con ese amigo al que nunca le mandaste el mensaje que pensabas enviar. Y aunque tratemos de ignorarla, la culpa siempre encuentra la forma de hacerse presente, recordándonos eso que dejamos pendiente.
En lo personal me pasa mucho cuando pienso en mis papás, a quienes gracias a Dios todavía tengo conmigo. Me entra el miedo de que un día ya no estén y me quede con un montón de cosas sin decir. Y no quiero que eso pase. Así que en los últimos años me he esforzado en expresar lo que siento, en decirles cuánto los quiero o en abrazarlos nada más porque sí. Si algo me ha enseñado la vida es que la culpa pesa mucho más que la vergüenza de abrir bien grande el corazón.
Mi abuela repetía mucho una frase que con los años entendí mejor: “En vida, hermano, en vida”. Y qué razón tenía. A veces actuamos como si tuviéramos todo el tiempo del mundo, como si siempre hubiera un mañana para decir lo que sentimos o hacer lo que queremos. Pero el tiempo no espera, y cuando nos damos cuenta, lo único que nos queda es esa culpa por todo eso que no hicimos.
La culpa es un sentimiento incómodo, pero también como toda emoción nos viene a enseñar y a convertirse en maestra. Nos muestra lo que realmente valoramos y nos da la oportunidad de cambiar antes de que sea demasiado tarde. No siempre podemos evitar sentir culpa, pero sí podemos evitar que se convierta en un peso imposible de cargar.
Así que si tienes algo que decir, dilo hoy. Si quieres abrazar a alguien, hazlo. Si quieres tomar o “tirar” esa foto como dice Bad Bunny, tómala sin pensarlo. Porque el tiempo va a seguir corriendo sin parar, y lo peor que podemos hacer es dejar que la culpa nos recuerde todo eso que no nos atrevimos a hacer. ¡Jálate! ¡Gracias por estar aquí! ¡Te abrazo!
En pocas palabras, Kush opina que:
“La culpa nace de lo que dejamos pendiente, pero también nos da la oportunidad de cambiar. Expresar lo que sentimos a tiempo es clave para vivir sin arrepentimientos.”
ATREVERSE A IMAGINAR Y APRENDER
¿CÓMO NOMBRAMOS ESTA INCOMODIDAD?
En el momento cuando vi el tema de la siguiente publicación y que tocaba escribir sobre la culpa, quise salir huyendo pues durante todo el 2024 fue la emoción con la que trabajé de manera personal al sentirme rebasada por ella.
Lo que más me ayudó a procesar y entender de dónde venía mi culpa fue el libro Educar sin miedo de Becky Kennedy. En este libro, se define la culpa como una emoción que surge cuando actúo desalineada con mis valores. Hoy puedo nombrar la emoción desde un lugar diferente, y entender que: ¡La incomodidad que he sentido no es culpa! Sin duda me siento incómoda por la presión social de hacer algo esperado; o bien, incómoda por no cumplir las expectativas de alguien más, pero esa emoción no es culpa. No he encontrado una palabra que describa esta incomodidad, sin duda es real y me ha hecho tratar de compensar a otras personas de manera equivocada.
Para explicarlo, pondré un ejemplo: el año pasado hice un viaje con mis primas fuera de México. Cuando le conté a mi hijo que iba a irme, me dijo que se sentía muy triste pues me iba a extrañar; entonces inmediatamente me invadió un sentimiento que nombré Culpa. Con esta definición de Becky Kennedy, me pregunté: ¿Ir a este viaje está alineado con mis valores y con quién soy? Mi respuesta interna fue sí, ir a este viaje es completamente quién soy pues tener relaciones profundas con ellas me hace bien, además me gustaría que mi hijo vea que las relaciones profundas se construyen con intención y no simplemente suceden. Cuando hago este ejercicio y me pregunto las veces que me sentí culpable por ir a un evento de trabajo en una noche y llegar más tarde a casa, cuando elegí no ir a alguna invitación social porque estaba cansada o cuando elegí no cumplir con las expectativas de alguien más sobre mí, entiendo que tenía mal clasificado este sentimiento.
Culpa real —que sin duda también he sentido— es cuando me equivoco en algún comportamiento; por ejemplo, cuando digo algo que no creo en una discusión y lo hago solo porque estoy molesta o frustrada. Ahí sí me invade la culpa pues estoy actuando fuera de lo que considero mis valores y la persona que soy. Esto me da un espacio real de repararlo al nombrarlo correctamente y decir que siento culpa pues esta no soy yo, lo siento mucho. Hoy entiendo que el sentimiento con el que estuve batallando durante el año pasado y gran parte de mi vida no es la culpa, y aún no logro identificar la palabra que describa esta incomodidad, pero mi respuesta desde un lugar de no culpa es completamente diferente; ya no trato de compensar mi comportamiento; ahora trato de explicar mis razones, pero desde un lugar distinto. Hoy acepto que las personas cercanas a mí pueden no estar de acuerdo con las decisiones que tomó conforme a mis valores y que estas pueden, incluso, generarles tristeza o incluso dolor; sin embargo, al estar alineada conmigo acepto que desde ahí soy una persona más coherente y, sin duda, más feliz.
En pocas palabras, Andrea opina:
“La culpa es una emoción que surge cuando actúo desalineada con mis valores. Hoy puedo nombrar la emoción desde un lugar diferente, y entender que: ¡La incomodidad que he sentido no es culpa! Sin duda me siento incómoda por la presión social de hacer algo esperado; o bien, incómoda por no cumplir las expectativas de alguien más, pero esa emoción no es culpa.”
Casado, papá de 2 hijos.
Empresario, abogado y filántropo; escritor y conferencista acerca de temas de liderazgo y actitud positiva.
Casada, 4 hijos, 8 nietos.
Terapeuta, diseñadora e instructora de cursos. Conferencista y asesora personal en temas de vida.
Lic. en Diseño Industrial.
Esposo y papá de 2 niñas.
Creativo y empresario con más de 20 años de experiencia creando marcas.
Mamá de Andrés.
Apasionada por la Educación para transformar personas y propulsora de la equidad de género.