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NEWSLETTER #23
En esta edición hablamos de:

Vergüenza


DIFIERO… AL CONOCIMIENTO SE LLEGA MEDIANTE EL CUESTIONAMIENTO

LA VERGÜENZA, SON LOS DEMÁS O SOY YO

Norma Campos
Por Mario Córdova
@mca.cordova.98

Vergüenza

Hace seis meses platicaba con una persona del trabajo y me decía que su hija estaba próxima a cumplir 15 años, y que por su situación económica le resultaba imposible poder costear una fiesta, y que además estaba atrasado en algunas colegiaturas en la escuela de ella y que para poder terminar el curso y que le dejaran presentar examen necesitaba regularizarse en los pagos, me decía con mucho pesar que se sentía triste y humillado con la situación, que sentía que como padre estaba fallando. Este tema me llamó la atención y quise buscar definiciones.

La vergüenza es una emoción negativa, general; es decir, todos la experimentamos, ocurre cuando se genera una percepción de nosotros mismos, por una circunstancia o hecho determinado, real o imaginario, y que nos lleva a una disminución de nuestra seguridad, acompañado de un sentimiento de pena hacia los demás; también baja la autoestima e, incluso, algunas personas tienden a evitar determinadas situaciones para tratar de no sentir nuevamente esta emoción y afecta las relaciones sociales.

Existen algunos tipos de vergüenza, la más sencilla de gestionar es la situacional, aparece en contextos específicos, por ejemplo, puede surgir al cometer un error delante de otros o al convertirse en el centro de atención inesperadamente. Este tipo de vergüenza es temporal y suele estar relacionada con circunstancias concretas. ¿Te has sentido incómodo al tropezar en público? Esa es una reacción típica.

Algo más complicado de atender es la vergüenza social, ya que involucra interacciones con otras personas. Suele manifestarse cuando sientes que no cumples con las expectativas sociales o culturales. Esta forma de vergüenza puede ser más persistente y afectar tu autoestima. ¿Alguna vez te has sentido juzgado por tus opiniones o apariencia? Eso es parte del miedo al rechazo social.

Pero, en realidad, ¿de dónde viene la vergüenza? Viene de mis pensamientos, de mi percepción, de lo que yo me impongo y lo califico como bueno y como un deber ser, y lo que me aparte de ello me atormenta; es mi expectativa, aquello que me imaginé que iba a suceder con determinadas circunstancias y no está ocurriendo así; pero no necesariamente es algo que me va a poner en peligro, ni en riesgo; la mayoría de las veces solo son apariencias, ideas ficticias para cumplir con estándares sociales que decido hacer propios, pero no son ni generales, ni correctos, simplemente son los que yo adopté.

Qué herramienta me sirve cuando quiero administrar un sentimiento como la vergüenza, primero que nada la aceptación, declarar para mí que la realidad que me ocurre es bienvenida, pues es la que es, sin calificaciones, no puedo elegir otra, solamente la que me pasa, lo demás es inútil, y esto posiblemente me lleve a cambiar mi expectativa y eso tiene que ver con el futuro, pero también me invita, cuando mi reacción es útil, a tomar acción en el presente, esa sí depende de mí, tareas específicas para hacer actividades que me hagan sentir mejor. 

La otra herramienta es sustituir mis pensamientos dándoles la dimensión que decido, en el caso de mi amigo no estaba faltando de ninguna manera con su hija, mucho menos era mala persona, simple y sencillamente estaba atravesando una situación que no era la que él esperaba (expectativa no cumplida), pero no estaba en riesgo su papel como padre, sino el atender un festejo y una deuda que, como pasó seis meses después, pudo encontrar la forma de resolverlo. La mayoría de lo que nos sucede son situaciones que deben atenderse, no son temas fatales, es nuestro pensamiento el que nos juega en contra, el bienestar emocional tiene mucho que ver con el aprendizaje, día a día, de platicar con nuestro ser interno y nutrirlo de pensamientos que nos generen tranquilidad, dentro de lo que nos sucede cotidianamente.

En pocas palabras, Mario opina que: 

“La vergüenza viene de mis pensamientos, de mi percepción; tiene que ver con los demás, pero desde lo que yo defino.”



ATISBOS DE CONCIENCIA

LA VERGÜENZA

Norma Campos
Por Norma Campos
@normacamposmx

Vergüenza

“Todos necesitamos un poco de vergüenza, pero nadie necesita sentirse avergonzado.” F. Nietzsche.


Hablar de la vergüenza en pocas palabras me resulta un reto. Este sentimiento me lleva a reflexionar y externar algunas ideas que considero muy profundas, muchas de ellas aprendidas desde la academia y la literatura; otras más por mi experiencia de acompañamiento a otros; y, como siempre, también desde mi propia experiencia personal. Y es que toda opinión que externamos inexorablemente pasa por nosotros, por nuestra experiencia, la mayoría de las veces de manera inconsciente.

En alguna ocasión leí que la vergüenza se puede analizar como al colesterol: existe uno que es saludable, el HDL, y otro que es tóxico, el LDL. La vergüenza saludable es esa que es innata, a lo que podría llamarse pudor. Esta es la vergüenza que provoca que nos ruboricemos, esa reacción que nos diferencia de todos los animales. De acuerdo con Charles Darwin, nuestra capacidad de ruborizarnos es lo que nos hace humanos. Este rubor es un indicador de vergüenza saludable, de eso que nos sucede cuando, por ejemplo, reconocemos que cometimos un error y que deseamos enmendarlo. Como Darwin lo señaló, “la madre de ese rubor es la vergüenza”.

Por otro lado, la vergüenza tóxica es adquirida y puede llegar a destruir toda nuestra vida; nos da la sensación de estar expuestos, y esto provoca que tengamos que cubrirnos, dejamos de ser nosotros mismos con la fiel creencia de que hay algo malo en nosotros. Esta sensación —la de la vergüenza tóxica— es la raíz de muchas de las trágicas circunstancias que viven los seres humanos y que provocan conductas destructivas, como la violencia desmedida, o conductas autodestructivas como son las adicciones. En el fondo, la vergüenza tóxica esconde una creencia de “no está bien ser quien soy”; esto conlleva dolor y es así que buscamos formas de cubrirlo. Al cubrir el dolor también nos alejamos de nosotros mismos.

La vergüenza natural puede mostrarse de diversas maneras, como la timidez en los niños pequeños que desde los seis meses de edad comienzan a mostrarla. O bien, la vergüenza como culpa, el guardián de nuestra conciencia, tan necesaria para guiar nuestras acciones. En todos los casos, esta vergüenza saludable nos representa límites que nos protegen y nos ayudan. El problema surge cuando estas manifestaciones de vergüenza natural provocan la crítica o el rechazo de los adultos cuidadores; es entonces cuando esa vergüenza saludable se transforma en tóxica y arrasa con nuestra vida.

En pocas palabras, Norma opina que:

“Como toda emoción, la vergüenza es natural y puede ser una señal para actuar a nuestro favor. La vergüenza tóxica es una de las peores sensaciones en el ser humano que pueden llevarlo a la autodestrucción.”



CREER PARA VER

LA VERGÜENZA DESPUÉS DEL ACCIDENTE

Norma Campos
Por Kush Espinoza
@kushep

Vergüenza

Quiero compartirte la historia de un buen amigo que hace unos días tuvo un accidente en motocicleta. Cuando me enteré y vi las fotos, no podía creerlo. Lo conozco bien y siempre ha sido alguien responsable al manejar en moto, con equipo de protección, casco y todas las medidas de seguridad. Pero, como sucede en los accidentes, esta vez no llevaba nada de eso. Gracias a Dios está bien dentro de lo que cabe pues sufrió fracturas importantes en el fémur, la tibia y el peroné.

Cuando me enteré, le mandé un mensaje de inmediato; no esperaba respuesta en ese momento, sabía que estaría en cirugía o en recuperación. Sin embargo, al día siguiente me respondió, a su manera, una pequeña carta de esas que te dejan pensativo. Podía leer en sus palabras que más allá del dolor físico, lo que más le pesaba era la vergüenza. Como él lo dijo: “Estoy enojado conmigo mismo, decepcionado de haber roto mis propias reglas, de haber cometido un error que pudo costarme la vida”. Sintió vergüenza no solo por el accidente, sino por el impacto que pudo haber tenido en su esposa, en sus hijos, en su familia. Vergüenza de pensar que, por un descuido, casi cambia la historia de todos los que lo aman.

La vergüenza es una emoción difícil de manejar. Normalmente la relacionamos con sentirnos expuestos, con el miedo a ser juzgados, con la incomodidad de que otros vean nuestros errores. Pero en este caso, su vergüenza no se quedó ahí. Esta emoción no lo hundió, sino que la utilizó para reflexionar. En lugar de esconder lo que pasó, decidió compartirlo con la intención de que otros aprendan de su error.

Eso me hizo pensar en el papel que puede jugar la vergüenza en nuestras vidas. Si bien puede ser dejarte congelado, también puede ser un motor para el cambio. Nos obliga a ver de frente nuestras fallas, a tomar responsabilidad por nuestras acciones y, en algunos casos, a encontrarle sentido a eso que nos duele. En el caso de mi amigo, su accidente se convirtió en una lección no solo para él, sino para todos los que lo rodeamos.

Y al final, creo que ese es el verdadero aprendizaje: Podemos sentir vergüenza y dejar que nos consuma, o podemos usarla como una herramienta para crecer; no se trata de negar los errores, sino de enfrentarlos, aprender de ellos y, si es posible, evitar que otros pasen por lo mismo.

Hoy mi amigo sigue en recuperación, con un largo camino por delante, pero con la certeza de que su historia puede servir para algo más. Como él mismo escribió: "Si mi estupidez evita un futuro accidente, habrá valido la pena compartirlo."

Quizá la vergüenza no es tan mala cuando nos ayuda a ser mejores; o tú, ¿qué opinas? ¡Gracias por estar aquí! ¡Te abrazo!

En pocas palabras Kush opina que:

“La vergüenza puede ser un peso que nos consume o una herramienta que nos impulsa a cambiar. Enfrentarla con responsabilidad y aprendizaje nos permite convertir los errores en lecciones que pueden servirnos a nosotros y a los demás.”



ATREVERSE A IMAGINAR Y APRENDER

CÓMO MOVERME DE LA VERGÜENZA A LA ACEPTACIÓN

Norma Campos
Por Andrea Valenzuela
@avrivas

Vergüenza

La vergüenza es una emoción que, para mí, es universal, pues todos la hemos sentido muchas veces. No es una respuesta biológica como el miedo o la alegría, más bien, es una emoción aprendida a través de la interacción con los demás y de la cultura en la que crecemos. Lo paradójico de esta emoción es que, aunque sé que todos la sentimos, hablar de ella con los demás y aceptarla es muy complicado. Prefiero tratar de ocultarla y no mostrarla a nadie, lo cual la convierte en una emoción que vivo en solitario.

Las emociones no son algo que se queda simplemente en mi cabeza, las siento en mi sistema nervioso, y en el caso de la vergüenza, la siento sin duda en todo el cuerpo: mi manera de responder a ella es congelándome; hay quien responde peleando o huyendo. Ahora bien, he utilizado la vergüenza como una fuente de motivación, es decir, trato de hacer lo imposible para no sentirla; de hacer los cambios necesarios en mí y así no permitir que llegue; como sería por ejemplo, tener el cuerpo que quiero, estudiar y luchar contra la ignorancia, luchar por estar siempre bien y trabajar en mis debilidades. Sin embargo, paradójicamente, utilizarla como una fuente de motivación no sería la mejor opción pues el cambio genuino no sucede como producto de avergonzarnos, sino que viene desde la aceptación de quienes somos y en quién nos queremos convertir, solamente que eso debe venir desde el amor y la aceptación.

En estos últimos meses he trabajado mucho en dejarme sentir todo, en realidad hoy entiendo que el mismo switch que me permite sentir la vergüenza es el mismo que me permite sentir gozo. Me permito sentirla, procesarla (aunque es realmente incómodo) y tratarme con mucha autocomprensión pues reconozco que cometo errores, que no soy perfecta y que merezco aceptarme, hablarme y tratarme bien para con ello reconocer mi valor. Hoy intento cambiar mi mentalidad en torno a los errores que me dan vergüenza. En lugar de pensar que si cometo un error soy mala o no soy lo suficientemente buena, cambio a una mentalidad de crecimiento. Entonces, el propósito no es no cometer errores, sino simplemente crecer y aprender, ser curiosa con mis errores, amarlos y aprender de ellos.

Una de las palabras que pueden describirme es que me considero auténtica, sin embargo, en este trabajo interno que he hecho debo reconocer la importancia de aceptar que hay partes de mi vida que han sido dolorosas y que por mucho tiempo no reconocí, ni mostré.  Hoy elijo mostrar todas las partes de mí que por miedo al juicio o al dolor no me permitía  aceptar de manera completa, y que ahora me ha dado libertad, paz y me ha permitido formar relaciones más genuinas con quienes tengo cerca. Hoy me permito hablar con mi hijo y mostrarme vulnerable, decirle cuando me equivoco, cuando la vergüenza me invade, confesarle que su mamá no es ni cercana a perfecta pero que es una mujer que intenta todos los días ser su mejor versión y con eso es suficiente.

En pocas palabras, Andrea opina que:

 “El mismo switch que me permite sentir la vergüenza es el mismo que me permite sentir gozo. Me permito sentirla, procesarla (aunque es realmente incómodo) y tratarme con mucha autocomprensión pues reconozco que cometo errores, que no soy perfecta y que merezco aceptarme, hablarme y tratarme bien para con ello reconocer mi valor.”



Juan Méndez
Mario Córdova
Casado, papá de 2 hijos.

Empresario, abogado y filántropo; escritor y conferencista acerca de temas de liderazgo y actitud positiva.
Juan Méndez
Norma Campos

Casada, 4 hijos, 8 nietos.

Terapeuta, diseñadora e instructora de cursos. Conferencista y asesora personal en temas de vida.

Juan Méndez
Kush Espinoza

Lic. en Diseño Industrial.

Esposo y papá de 2 niñas.

Creativo y empresario con más de 20 años de experiencia creando marcas.

Juan Méndez
Andrea Valenzuela

Mamá de Andrés.

Apasionada por la Educación para transformar personas y propulsora de la equidad de género.

17 marzo, 2025