Jardín Borda: Un pedazo histórico y botánico en Cuernavaca que debes de conocer
El Jardín Borda fue hogar de los emperadores Maximiliano de Habsburgo y Carlota Amalia, y alberga una vasta vegetación con especies nativas de la flora mesoamericana.
El Jardín Borda, situado en Cuernavaca, Morelos, es mucho más que un hermoso espacio verde. Inicialmente concebido como la mansión de verano del millonario minero de Taxco, José de la Borda, el lugar se ha transformado en un testamento vivo de la historia y la riqueza botánica de la región.
José de la Borda, apasionado por la botánica y la horticultura, dio vida a este sitio con hermosos jardines, terrazas, rampas y fuentes al estilo francés. Además, construyó dos albercas y una iglesia adyacente. Tras la muerte de De la Borda en 1778, el parque se convirtió en un espacio recreativo y jardín botánico con cientos de variedades de árboles frutales y plantas ornamentales.
El Jardín Borda alcanzó su esplendor en 1865, cuando los emperadores Maximiliano de Habsburgo y Carlota Amalia lo eligieron como su residencia de verano. Durante su estancia, el jardín recuperó su elegancia y sirvió como escenario para suntuosas reuniones y conciertos imperiales.
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La arquitectura del Jardín Borda alberga una vasta vegetación con especies nativas de la flora mesoamericana. Su colección botánica, iniciada en el siglo XVIII, incluye árboles, arbustos y hierbas que proporcionan una variedad de colores y estratos. La riqueza de especies se divide en plantas nativas, arraigadas en la cultura local por sus diversos usos, y plantas exóticas, introducidas por su atractivo ornamental.
Ejemplos de plantas nativas incluyen ciruelas, flores de mayo, palmas de abanico, copal, nochebuenas, y aguacates. Por otro lado, plantas exóticas como mangos, jacarandas, tulipanes y café agregan su encanto característico al entorno.
El Jardín Borda también alberga una diversidad de fauna, desde reptiles y ardillas hasta una variedad de aves residentes y migratorias. Los lagos proporcionan hábitats para peces y plantas acuáticas, creando un escenario sereno para remar en compañía de gansos.
Este remanso histórico y botánico es un testimonio de la riqueza natural y cultural de Cuernavaca, invitando a los visitantes a explorar sus encantos atemporales.
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