La construcción de paz es política
La construcción de paz es política, no exclusivamente gubernamental. Es un constante ejercicio en sociedad para mantener el equilibrio en un entorno en movimiento
La construcción de paz es política. Es un proceso que involucra una relación entre la pluralidad de actores que piensan distinto y que buscan incidir en las decisiones colectivas para este fin en particular.
Dicho de otra manera, la política es la interacción de personas en una sociedad para lograr un fin colectivo. Por ello, para la construcción de paz la participación comunitaria es una condición elemental.
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Implica diálogo y acuerdo guiados por un propósito. Requiere contraste de visiones diversas que luego deriven en definiciones consensuadas. Exige humildad para aceptar que nuestra propuesta puede no prosperar y que el relato tendrá que ser construido en conjunto con el resto de las visiones.
La construcción de paz es política porque demanda trabajar en una red colaborativa conformada por gobierno, sociedad civil, empresa, juventudes, profesionistas y academia. Cada parte de la sociedad tiene una responsabilidad y, sobre todo, algo que aportar.
El estado de paz puede entenderse como un equilibrio entre los distintos ciudadanos y ciudadanas y sus instituciones que coexisten en un territorio. En una colonia, el balance se rompe cuando un vecino golpea a otro porque el volumen de su música está muy alto. En una empresa se quiebra cuando un trabajador labora más de 8 horas sin paga extra. En ambos casos, son las instituciones las que deben intervenir para recobrar el balance. No la violencia ni el reclamo entre particulares. La exigencia es hacia la autoridad que dirime los conflictos.
Hoy, claramente el equilibrio está roto en distintas ciudades y comunidades de Sinaloa, como Culiacán, no sólo por el conflicto entre dos grupos del crimen organizado, sino porque su escalada impide la satisfacción de las necesidades materiales, espirituales y emocionales de las personas, así como el cumplimiento de sus derechos constitucionales y humanos.
Porque la paz duradera no es esa que llamamos pax narca, sino que es el estado en el que creamos estructuras para el cumplimiento pleno de dichas necesidades y derechos.
Entonces, podemos comprender la construcción de paz como un constante ejercicio en sociedad para mantener el equilibrio en un entorno en movimiento.
La construcción de paz es política, no exclusivamente gubernamental. Menos policial. El problema del gobierno centralizado es que cierra las puertas al diálogo colectivo. Impide la política para trazar en acuerdo la ruta hacia la paz. Y si en su pretensión por detentar el control se equivoca, el colectivo reclama, protesta, marcha por las calles. Es energía y ésta fluye.
Porque un gobierno no es infalible ni libre de errores, la construcción de paz es política porque es compartir responsabilidades no lealtades ni obediencias.
La dos marchas recientes son actos políticos, porque las protestas y las manifestaciones son una forma de participación de una sociedad dolida por la violencia, que está impidiendo el cumplimiento de sus derechos constitucionales y humanos.
Las marchas son actos que brindan la oportunidad de corregir el error de un gobierno que no es infalible. Reconocer esto es de sabios, es de altura política. Seguir ejerciendo el poder como gobierno cerrado es reincidir en el error.
El balance está roto. Para recuperarlo y sostenerlo en el tiempo es necesario el ejercicio político para construir paz. Es momento de aflojar el control centralista y trabajar con la sociedad que gobierna.