El Maviri, donde nace y muere el sol
La playa El Maviri es el balneario y destino recreativo de mar más importante del norte de Sinaloa
Gaviotas de grácil vuelo tejen figuras sobre el cielo de El Maviri. Mientras debajo de esas mismas aguas bulle también la vida de una riquísima gama de especies marinas. Esta isla, cuyo nombre proveniente yoreme-mayo, y es realmente “Baviri”, a un costado del puerto de Topolobampo, también se baña en el Mar de Cortez.
Un verdadero santuario del águila pescadora, y del murciélago (a su entrada existe una cueva famosísima y protegida ya).
Este fragmento de tierra y arena es un concurrido lugar de paseo para los vecinos de toda la región y los visitantes de muchos otros lugares. 
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En el esplendor de un amanecer, la arena de sus playas se llena del dorado del naciente sol.
Todavía virgen en cuanto a desarrollo turístico, El Maviri, ofrece al visitante esa sensación de lo natural en toda la extensión de la palabra.
La sensación de las presencias indígenas, dueños originales, que aún cuidan de su amada tierra ante la curiosa intromisión de los yoris que la visitan. Entonces, la vida sobre sus aguas bulle de graznidos y aleteos. 
Delicia Gastronómica
Durante el día el fresco aire marítimo se llena de olores que son toda una tentación gastronómica.
Se habla que son más de un centenar de platillos de pescados y mariscos (camarones ahogados, aguachiles, ceviches, etc.) los que se preparan en los abundantes restaurantes (algunos simples enramadas) de la isla. 
Durante el día el fresco aire marítimo se llena de olores que son toda una tentación gastronómica.
Destaca el del popular “pescado zarandeado”, una verdadera delicia preparada al carbón que constituye todo un orgullo gastronómico de los restauranteros del lugar.
Tardes de ensueño en playa de El Maviri
Por las tardes, -la hora en que los Ángeles acuden a la orilla del mar- El Maviri ofrece un verdadero espectáculo de la Creación del mundo: puestas de sol pintadas por el pincel y la paleta divinas. 
Con matices extraordinarios de rojos, naranjas y guiños de luz que le convierten en lugar de admiración y reflexión para que se maraville la pupila…y se relaje el Alma.
Todo esto ocurre mientras la isla, silenciosa, observa entretenida a su pequeño hermano, El Farallón, que flota a través de los siglos, allá, en las azules aguas del Mar de Cortez.
Este artículo es original de Sinaloa 360 y se publica con su autorización.
