Conciencia de la presencia de la muerte
En medida que crecemos y somos adultos, descubriremos que las tragedias y los cuentos son como el desarrollo de nosotros mismos, en la infancia, donde este mundo lleno de confianza, lleno de figuras que satisfacen nuestras emociones, que nos resulta imperceptible, es la certeza de que todo tiene un fin.
Dr. Marco Antonio Dupont Villanueva.
Eso que llaman incertidumbre, es ese mal que nos atañe todos los días desde que nacemos, es la falta de seguridad, de certeza de aquello que nos espera en el futuro.
Hay momentos donde daríamos un ojo, haríamos un pacto diabólico para saber qué nos depara el futuro. La incertidumbre es aquello que nos lleva a consultar el Tarot, para que nos dé certeza de lo que nos angustia, desde nuestro presente hasta nuestra muerte. Saber con precisión si haremos pareja, si haremos familia, si haremos fortuna. El simple hecho del verbo “hacer” indica vida, movimiento, nos evita pensar en lo inmóvil, en lo que ya no está. ¿Y qué hay cuando se deja de hacer, de planear, de desear? La muerte.
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Lo único cierto, desafortunadamente, en lo incierto, es la muerte. Aquí lo planteado es que la incertidumbre es la conciencia de la muerte, lo único seguro en esta vida es que se acabará, que moriremos.
Dicho de otro modo, la muerte es algo que desconocemos, que genera preguntas que no tienen respuesta y que al no ser respondidas crean un malestar que se parece mucho al que presenta el bebé al nacer, ante el mundo nuevo que se materializa ante él, el que le es desconocido, y que representa la pérdida del bienestar protector que brinda estar dentro vientre materno.
Ese sentimiento desagradable e incómodo lo conocemos como angustia, la que se hace presente ante no saber qué significa la muerte. ¿Qué hay más allá de la vida?, ¿cómo moriremos?
Las bases del psicoanálisis infantil sugieren que, el niño, cuando nace, se enfrenta a un mundo poco hospitalario. Desconoce qué le espera fuera del vientre materno, el nacimiento se convierte en un estado de malestar, de miedo a lo desconocido, y esta sensación es lo que nombramos angustia o ansiedad, por lo tanto, el bebé presenta, al nacer, una ansiedad de muerte.
Él bebé nace protegido por una figura materna, que lo ha acompañado desde la concepción, con ella mantiene un vínculo de comunicación. Esta figura materna calma su angustia.
Esta relación de gran cercanía (intimidad), que sólo se presenta entre el bebe y la madre, permite mantener en forma constante una comunicación que muchos autores han comparado con la telepatía (comunicación a distancia), otros autores la llamaron Comunicación Alfa, la que perdura después de la separación entre el bebé y la madre que se presenta en el momento del nacimiento, durante el cual se llegan a conocer a la perfección, compartiendo sentimientos, tantos buenos como malos.
Esta comunicación que perdura tiempo después del nacimiento le permite a la madre sentir el malestar que el bebé siente ante los nuevos estímulos que le son desconocidos y por lo tanto molestos, y es la figura materna quien le va a enseñar a identificarlos, a poder definirlo y a relacionarlo con aquello que lo origina.
La madre percibe que el bebé está molesto, que está sufriendo. Es la figura materna quien logra sentir junto con él la incomodidad o desazón del hijo. Lo identifica y se da cuenta que ese malestar es originado por el hambre, es el momento para que la madre lo amamante. Igual sucede cuando el bebé se siente molesto por el frío, la madre lo cubre y en muchas ocasiones se anticipa a este malestar y lo cubre con una manta.
Se presenta o se forma un espacio temporal entre el malestar en el bebé y la satisfacción del mismo por la madre. Si es hambre el malestar, puede imaginar que aparece la madre y lo alimenta, esta fantasía, esta imagen que se forma por el deseo de ser alimentado y la seguridad de que será alimentado, es el principio de lo que posteriormente nombraremos como esperanza, es el inicio de poder planear la satisfacción en un futuro que nos evitará enfrentarnos al malestar.
Cabe mencionar que, si por alguna causa no se forma la capacidad de tener esperanza, el bebé caerá en estado de desesperanza, en constante malestar, no habrá ilusión, síntoma característico de la personalidad depresiva y pesimista.
Esta capacidad de desarrollar confianza, primero puesta en la figura materna, irá fortaleciendo la posibilidad de crear confianza en sí mismo, lo que le permitirá empezar a transmitir esa esperanza que había puesto en la madre, a otras personas. Esta esperanza y confianza permitirá que se empiece considerar a otros miembros de la familia, sustitutos o representantes de la figura de la madre, y tendrá confianza en ellos.
El tiempo que se da desde la aparición de la necesidad, del deseo, del malestar al momento en que se es satisfecho, crea un espacio, un tiempo virtual en donde casi por completo desaparece el malestar, y aparece el pensamiento, el pensamiento que está en función de que la certeza, que la necesidad, que la ansiedad será resuelta.
Dentro de este espacio y ante el pensamiento de que el malestar será resuelto, que desaparecerá, se irá creando la tolerancia, la tolerancia ante la frustración que despierta la espera, y a la vez se formará la confianza en la figura materna que satisface nuestra necesidad, que abate la angustia y la confianza en nosotros mismos que nos permite ir tolerando cada vez con mayor capacidad nuestro malestar que genera lo deseado o necesitado sabiendo que será resuelto.
Esto lo observamos en cómo el niño escucha un cuento, un cuento que tendrá un final feliz, observamos cómo el niño no se angustia ante la escucha del relato, la angustia puede convertirse en cierta aprehensión tolerable, cierto estado de una nueva emoción, que permite que la espera sea premiada con un final feliz.
En medida que crecemos y somos adultos, descubriremos que las tragedias y los cuentos son como el desarrollo de nosotros mismos, en la infancia, donde este mundo lleno de confianza, lleno de figuras que satisfacen nuestras emociones, que nos resulta imperceptible, es la certeza de que todo tiene un fin.
El paso del tiempo nos enseña que no todos los finales son felices, el adulto, cuando hace presente la muerte al descubrir que la tragedia al igual que los cuentos, tienen los mismos componentes: Filicidio; Yocasta manda a matar a su hijo Edipo. La madrastra, mandó a sacrificar a Blancanieves y la trató de envenenar. Incesto; la madrasta teme que Blancanieves seas la preferida del rey, desplazándola. El acto incestuoso consumado por Edipo con Yocasta, etc. En el cuento la muerte no está presente, en la tragedia, el final es inexorable y la muerte está presente.
En la medida que crecemos, y vamos desarrollando esta confianza, que nos permite empezar a confiar en otras personas cercanas, de la misma manera que lo hacíamos con los padres, se inicia con los abuelos, hermanos y tíos. Cuando se llega a la edad escolar empezamos a desplazar esta confianza en figuras sustitutas de nuestras primeras personas en las que confiamos.
La madre bien tendrá su representación con la maestra, los hermanos con los compañeros de clases. Y así se va teniendo una evolución social, y empezamos a depositar las satisfacciones y la confianza que eran dadas por la madre en estos nuevos personajes.
Así es como se inicia la posibilidad de planear con los amigos, salir cada vez más lejos de nuestra casa, nos permite buscar el sustituto de la madre en otras mujeres hasta llegar a formar pareja.
En la medida que crecemos y empezamos a tener amigos, compañeros de clases, compañeros de trabajo, nos casamos y tenemos hijos, empezamos a enfrentar la pérdida de nuestras primeras figuras, estas mueren y, paulatinamente, se va haciendo presente la posibilidad de morir. Pero la capacidad de seguir planeando y seguir socializando nos distrae de la muerte. Mantenerse en ocupación y con planes dinámicos nos mejora la esperanza de vida.
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Una forma de entender la salud mental en el ser humano
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