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Culiacán es mucho más que violencia, afirma el periodista Zamarrón

Héctor Zamarrón dibuja al Culiacán resiliente que se levanta de las llamas de la violencia para sacar su propia esencia de gente buena.

20 octubre, 2019
Culiacán es mucho más que violencia, afirma el periodista Zamarrón
Culiacán es mucho más que violencia, afirma el periodista Zamarrón

El Columnista del Diario Milenio habla de la fortaleza de los culiacanenses para salir del asombro y volverse a levantar con la grandeza de su gente buena.

Héctor Zamarrón es columnista del diario Milenio y Conductor de televisión de Milenio Noticias, es uno de los baluartes impulsores del tema de la movilidad urbana en México. Ha estado en Culiacán en reiteradas ocasiones capacitando a periodistas y líderes de colectivos en temas de movilidad y urbanismo. Con una mirada más realista desde afuera nos dice que Culiacán es mucho más que violencia.

Sin ataduras, Héctor Zamarrón dibuja al Culiacán resiliente que se levanta de las llamas de la violencia para sacar su propia esencia de gente buena. Lo hace en las siguientes palabras:

En el imaginario colectivo Culiacán está asociada al narco, a la banda, a mujeres bellas, a las trokas y los personajes de novela, sean de Élmer Mendoza o Arturo Pérez-Reverte, pero su atractivo va más allá de los estereotipos y asoma en cada esquina.

Porque esa ciudad fundada hace 488 años es mucho más que El Chapo, sus hijos, El Mayo Zambada, Jesús Malverde o el cementerio de Jardines del Humaya.

Culiacán es atestiguar el atardecer en tonos malva y rosa desde la isla de Orabá, en el corazón de la ciudad, porque sus ríos la parten en dos y por eso es quizá la más europea de nuestras urbes.

Son los Tomateros y su estadio de beisbol, el mejor de México hasta ahora. Son sus parques urbanos, lo mismo el Constitución que las 18 hectáreas del parque Culiacán 87, con su velódromo y su ágora griega, o Las Riberas, donde al caer el sol acuden los enamorados.

Culiacán es su Jardín Botánico, desde cuya zona de suculentas y el área del desierto puede experimentarse una tranquilidad inigualable o, paradoja, también disfrutar de un concierto a la luz de la luna.

Culiacán es su orgullosa Universidad, su profesional Implan, la beligerancia de sus activistas. Suena a sus académicos, a Iliana Padilla Reyes, a Juan Carlos Rojo, a Natalia Correa, a Juan Carlos Ayala Barrón, a Luis Carlos Lara, al movimiento ciclista que en los mejores años de Cyclos llegó a tener paseos con miles de asistentes.

Culiacán son los serranos que bajan de Badiraguato al mercadillo Rafael Buelna a vender sus coyotas y su pan de mujer, a comer pozole y a comprar sombreros y huaraches.

Culiacán es adquirir el semanario Río Doce y leerlo mientras se toma una cerveza —o quizá mejor un whisky— en el bar El Guayabo; es pedir un pollo frito y preguntar por la mesa en que Javier Valdez escribía cada viernes su columna Malayerba.

Culiacán son sus aguerridos y curiosos periodistas, no importa si vienen de El Debate, del Noroeste, de Espejo, de Línea directa o si trabajan en Mapasín o en Tus Buenas Noticias.

Es la ciudad que recibió a Enrique Peñalosa, ex alcalde de Bogotá, y cuya influencia se nota en las obras que en el primer cuadro mejoraron aceras, mercado y calles para peatones, sombreadas por las preciosas amapas, ese árbol tropical cuyas flores lilas adornan el costado sur de la catedral.

Es tomar la Obregón y seguirla a través del deteriorado centro histórico hasta la iglesia de la Lomita y su mirador, custodiado por un enorme campanario.

Es la ciudad donde Estrada Ferreiro se atreve a construir pasos seguros a pesar del enojo de los automovilistas acostumbrados a pisar el acelerador en el malecón viejo.

Es la ciudad donde se puede caminar por el Paseo del Ángel hasta el Presidio para pedir una machaca de marlín, mantarraya o un aguachile, lo mismo que tomar un sake en la única destilería de su tipo en México.

Es la ciudad de la resiliencia, la que defiende su orgullo, lo chilo, la que acoge con calidez al visitante, donde todo está cerca y la sociedad se propone metas sin esperar que las instituciones resuelvan.

Es la ciudad de los ríos, la que espera la llegada de un poeta que le cante al Tamazula y el Humaya como lo hizo Pellicer con el Usumacinta. Es la entrañable Culiacán.

Hasta aquí las palabras de Héctor Zamarrón. Gracias Zamarrón porque desde fuera has sabido dibujar las tripas y el corazón de una ciudad que se tropieza y se sacude el polvo sin perder la movilidad.

Contacto: hector.zamarron@milenio.com, @hzamarron.

Fuente: https://www.milenio.com/opinion/hector-zamarron/afinidades-selectivas/culiacan-es-mucho-mas-que-violencia.

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